Hubo un
tiempo en el que los juegos de rol tenían su lugar en la mayoría de librerías
convencionales de este país; La cosa funcionaba, los libros se vendían y por lo
tanto ahí estaban.
A
mediados de los noventa, cuando yo descubrí este hobby, la cosa iba ya de capa
caída; Joc había cerrado sus puertas, los videojuegos y las cartas iban ocupando
un espacio en el tiempo libre de los roleros y aquellos de la vieja escuela
comenzaban a hacerse mayores para continuar enarbolando la bandera del rol. En
esos tiempos los juegos quedaron recluidos a librerías especializadas, solo
existentes en las capitales. Pero en los pueblos todavía era posible encontrar
juegos de rol. No sé en el resto de España, pero en Cataluña, sede de Joc
Internacional, la distribución había sido tan eficaz que podías ir a cualquier
pueblucho perdido de la mano de dios, preguntar al librero y éste responderte
algo así: “¿Juegos de rol? Mira allí, en ese rincón oscuro y húmedo con olor a
orín a ver si queda algo.” No siempre había suerte, es cierto, pero la
gente sabía que esos juegos existían y quedaba un recuerdo de haber estado
allí. Eran tiempos duros para los chavales de pueblo como yo, ya que había que
rebuscar en las sobras de años mejores para encontrar algo decente y por si
fuera poco, la economía adolescente no nos permitía algunas veces comprar lo
que nos gustaría. Así pues, los manuales básicos se convertían en objetos de
deseo, muchas veces fuera de nuestro alcance y lo más económico, eran las
revistas Lider y algunos módulos de tapa blanda que nos esforzábamos en adaptar
a los reglamentos que ya poseíamos.
Como no
podía ser de otra forma, la única librería de mi pueblo (un lugar pequeño del
todo y abarrotado de libros de todas clases), poseía uno de esos tesoros en
forma de caja de cartón, situada en un rincón donde apenas llegaba la luz (creo
que se trataba de una antigua letrina) y en la que encontrábamos libros-juego,
cómics algo subiditos de tono y como no, los juegos de rol rechazados por
generaciones anteriores. Allí compré con
esfuerzo mi primer reglamento básico (El Senyor dels anells básic), algún
suplemento de reglamentos que adquirí por otros lados (Tierra de ninjas, p ej.)
y otras cosillas menores. Visitar esa caja se convirtió en una rutina; Siempre
encontraba algo que se me había pasado la última vez; Hasta que fui creciendo, conseguí algo de poder adquisitivo, y comencé a viajar en tren a la Gran Capital Barcelona
para dejarme de tonterías y comprar aquello que quería.
Esta es la librería de mi pueblo. La caja del rol estaba situada en el fondo de la sala tras la puerta de madera entreabierta.
Y así
pasaron años y años, crecí y emigré de mi pueblo a tierras Alicantinas, relativamente
cerca de una importante librería especializada y olvidé de la existencia de
aquella caja maravillosa. Pero hoy en día las cosas han cambiado. Esos juegos
de Joc se han convertido en piezas de coleccionista y resulta imposible
encontrarlas en las librerías donde antes abundaban, lo que ha llevado a la
gente a buscarlos en rastros y librerías de pueblos abandonados, tratando de
conseguir algún tesoro enterrado. Y ahora si, voy con la historia que quería contar
desde el principio:
Estas
navidades hice aquello de volver a casa y subí al pueblo a rencontrarme con
amigos, familia y conocidos varios para presentar a la niña y a mi nuevo corte
de pelo a todo el mundo. Y una de esas paradas fue en la librería de siempre,
con cuya dueña acabé teniendo una buena amistad. Y entre holas y quetales,
entre que grande la tienes (la niña), que tal la crisis y comotevases, miré a
la puerta de la letrina y me acordé de la caja que me hacía soñar de
jovenzuelo. Le pregunté si todavía la tenía y me dijo que si, que debía de
andar enterrada entre cosas viejas por ahí al fondo y que si la encontraba, me
la regalaba con todo su contenido. Los ojos se me abrieron como platos ¿Mia?
Después de tantos años podría conseguir algo con lo que antes solo soñaba. Era
como cuando de niño te gastabas un dineral jugando a esa máquina de videojuegos
y ahora lo tienes en el ordenador y piensas “Si mi yo del pasado me viera,
estaría orgullosos de mi”. Así que me tiré en plancha al suelo buscando ese rincón oscuro
y polvoriento hasta que encontré algo que me llamó la atención: Entre cuentos
infantiles más o menos actuales había una revista plastificada con un CD de
regalo en la que ponía “Cómo superar el efecto 2000”; Debajo de ella un libro
bastante gordo con el título: “Descubra a fondo un nuevo concepto de
informática con Windows95” Iba en la buena dirección; En poco tiempo la
encontré. Allí estaba, tal como yo la recordaba: De catón, cuadrada, sin tapas,
y repleta de libros finos y largos. “Mi tesssooorooo” dejé escapar
involuntariamente y comencé a examinarla.
El Víbora,
Cimoc, novelas gráficas de tapa dura varias… No era por despreciar nada de esto,
pero no era lo que yo buscaba, hasta que cayó en mis manos el primer regalo de
los cielos:El logotipo rojo y negro de Joc en “ La Lucha Entre parientes”, un
suplemento de 200 y pico páginas para ESDLA y Rolemaster. Si, lo recordaba;
Recordaba haberlo tenido entre las manos cientos de veces casi quince años
atrás. Lo metí en mi zurrón y continué buscando mientras mis glándulas
salivares se descontrolaban. Pasaba cómics de Azipri y Manara, tebeos varios y revistas
raras no relacionadas con el rol mientras trataba de recordar qué otras cosas
dejé en su día en la caja: ¿Algún módulo de Mechwarrior, suplementos de
Stormbringer, RuneQuest o Paranoia? ¿Quizás algún reglamento básico como
Almogávers, James Bond, Cazafantasmas…. Pendragón incluso? Pero nada. Tras inhalar cantidades de polvo
industriales, la caja había quedado agotada sin poder sacar ninguna otra joya
de ella. ¿Qué había pasado? ¿Otro buscador de tesoros se me había adelantado?
¿O acaso el tiempo en mi mente había transformado esa caja de cartón agotada en
un cofre del tesoro maravilloso? Ya nunca lo sabría. Agarré mi única conquista
y salí de allí. Había niebla. Mucha niebla. Me deslicé bajo las luces atenuadas
de las farolas, caminando entre jirones de nube y me sentí algo triste. Triste
por el contenido de la caja de mis sueños, pero contento en parte, por haber
regresado al lugar exacto donde soñé mis primeras aventuras en mundos extraños
y donde, para bien o para mal, comencé a convertirme en quien ahora soy.