Los más
avispados del lugar habréis notado que la actividad del blog ha descendido
considerablemente estos dos últimos meses (desafío aparte) y aquellos que me
conozcáis un poco sabréis de mi segunda paternidad y de mi viaje a la India en
busca de la iluminación espiritual. Vale, lo de la India no es verdad, pero sí
que he sido padre otra vez y ello me tiene algo ocupado últimamente.
Así que
he tenido que darles una patada (con lágrimas en los ojos) a mi grupo de rol,
guardar las miniaturas en una caja de zapatos gigante (calzo un 48, así que sin
problemas) y guardar los dados en lo más profundo del más profundo de los
cajones para evitar ingestiones accidentales en estos meses venideros.
¿Significa esto que tiro la toalla del frikismo? Pues no, porque si tiro esa
toalla me tiro a mí mismo y luego ya no sabría qué hacer con mi vida. Bueno si,
pero no me gusta la idea de rendirme a las comodidades del fútbol los domingos,
el almuerzo en el bar y otras actividades socialmente aceptadas pero que me
resultan terriblemente aburridas tan solo de imaginarlas.
Es por
ello que he pasado de ser un miembro activo de la comunidad rolera y jugona en
general (cuando digo activo me refiero a ir a tiendas, saludar a gente señalándoles
con un dedo y jugar a cosas muy de vez en cuando) a convertirme en una especie
de espectro que se arrastra por estanterías poco iluminadas y páginas de
internet poco recomendables para aquellos que están libres de la melancolía de
tiempos pasados, que no mejores.
¿Y a
qué viene todo este divagar? Os preguntaréis mientras os arrancáis las camisas
de cuajo con vuestras siluetas recortadas en el resplandor de los relámpagos.
Pues a nada. Es escribir por escribir. Escribir por reafirmarme como individuo
que existe, al menos un poco. Escribir para que no venga nadie a decirme que ya
no escribo y se gane una buena ostia. Y también deciros que la lotería de
navidad no me va a tocar porque no pienso gastarme ni un duro en algo que,
probabilidades en mano, es equivalente a enroscar un billete y metértelo por el
culo. En lugar de ello he preferido ir a
lo seguro y hacerme con uno de esos jueguecillos que vienen en cajas y que
tanto parecen gustar a los jóvenes de hoy en día. El Zombie Kids, concretamente;
un sencillísimo juego de tablero cooperativo donde hay que evitar una invasión
zombi cerrando con candados todas las puertas de un cementerio atestado de
estos típicos muertos vivientes. Un jugo sencillo y divertido con el que espero
jugar con mi hija (mayor) en estos fríos días navideños.
Y aquí el juego en si mismo |
Muy bien, Josep. Ánimo con tus guerras. Este tipo de entradas son de las que más me gusta leer. Genial lo de la India. El juego tiene buena pinta. Ya nos contarás si se deja jugar! Un saludazo.
ResponderEliminarPues si. El jueguecillo es muy simple, pero a pesar de eso es entretenido. Ideal para compartir un rato con la niña en algo que no sean barbis y barriguitas.
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