El cómo
y el porqué:
A estas
alturas del blog ya sabréis que yo no soy un ser humano normal; no de esos que
disponen de su tiempo y deciden cosas de su vida; no. Yo soy un padre. Padre de
dos criaturas. Y mi vida no es mía. Es por ello que mis limitaciones a la hora
de quedar con gentes para jugar han llegado a tal punto de frustración y
dolor-que-perfora-el-alma, que me he visto obligado a buscar soluciones
vergonzosas: Jugar sólo como un perro (un perro que está solo, se
sobreentiende). Y fue así como, buscando por páginas de juegos, me di cuenta de
que muchos de los juegos de cartas y tablero que pueblan las estanterías de
juegos de rol (sí, habéis leído bien), disponen de una opción de ser jugados en
solitario. Masturbación lúdica lo llamo yo.
Obsesionándose
que es gerundiose:
Al día
siguiente de hacer ese descubrimiento me desperté a las cinco de la mañana,
convulsionándome y empapado en sudor. Mi
mujer me echó de la cama, por supuesto, y me senté frente al ordenador buscando
un juego que se adaptara a mis necesidades. No importaba el precio ni la
temática. Necesitaba jugar a algo. Pero tras unas horas de búsqueda en blogs y
páginas especializadas, descubrí que ese “modo un jugador” anunciado en las
páginas de las editoriales, no siempre era real, jugable o divertido. Entonces
caí en un pozo oscuro e insondable de desesperación y angustia. ¿Acaso esa
opción de jugar solo era solo un reclamo para aquellos que se encontraban en mi
misma situación? ¿Podía ser que las grandes editoriales de juegos de mesa se
estuvieran aprovechando de ese sector y engañaran a honrados padres de familia
con promesas de diversión sin compromisos? Sí en muchos casos, pero había
algunas excepciones. Al parecer, los grandes juegos de Edge basados en los
mitos (Horror de Arkham, Horror de Eldritch, Símbolo arcano…) y algunos otros
que ya no recuerdo, sí eran perfectamente jugables en solitario, y allí que
fui. Pero como soy quien soy y nací bajo una alineación estelar muy rara que
provocó una oleada de mala suerte sobre mi ser que me acompañaría toda mi vida,
cuando llegué a mi librería favorita con un fajo de billetes asomando por el
bolsillo de mi pantalón, esos juegos no los tenían.
Pero
casualmente sí estaba allí el Dungeoneer, un juego de cartas del que había
leído muy buenas críticas y que también disponía de un modo un jugador. Además
valía solo 20 €uritos. Y me lo llevé a mi casa. Vaya si me lo llevé.
El
unboxing (lo que viene a ser abrirlo y ver lo que lleva, vamos)
Cuando
llegué a mi morada y abrí la caja me encontré con muchas cartitas. Normal,
teniendo en cuenta que era un juego de cartas. Todas ellas muy bien ilustradas,
con algún toque de humor y muy muy muy Dungeons&Dragons; tanto que los
nombres de algunos bichos estaban ligeramente cambiados supongo que para
evitarse problemas legales. Cabe destacar que el juego no incluye los dados ni
los contadores necesarios para jugar (aunque esto no supone un gran problema) y
que el manual de instrucciones es una especie de jeroglífico indescifrable que
cuanto más se lo lee uno, menos entiende lo que pone. Y eso si es un problema.
Por suerte, con una sencilla búsqueda en google podemos encontrar resúmenes de reglas,
oficiales y no oficiales, videos etc… que nos enseñarán a jugar en un plis.
El
playtesting (que viene a significar “el jugar”)
Fue
pura potra, lo reconozco. Había quedado con un amigo para hablar de unas cosas,
dio la casualidad de que nos quedamos solos en casa, era temprano, nos
aburríamos, una cosa llevó a la otra… Y montamos una partida en un momento. Y
para ser mi primera vez, debo decir que no estuvo nada mal.
El
Dungeoneer funciona como un juego de tablero de los de toda la vida, estilo
HeroQuest o Descent, pero que el tablero se monta aleatoriamente a base de
cartas, los encuentros son cartas y los tesoros también. El objetivo es elegir
a un personaje y subirlo hasta nivel 3 a base de cumplir misiones sin que se
nos coman por el camino. Como curiosidad cabe destacar que no hay “master”, ya
que en el turno de cada jugador está incluida la fase de héroe, en la que juega
tal cual y la fase de dungeoneer en la que se encarga de los encuentros de su
rival; de modo que en este juego somos masters y jugadores a la vez.
La
experiencia de juego fue, como ya he dicho, más que satisfactoria. El juego es
rápido, sencillo y divertido y te deja un saborcillo a “clásico” muy agradable,
pero claro, yo me lo compré por lo que me lo compré, y ahí voy ahora.
Jugando
solo
Jugar
en modo one player siempre tiene un toque triste. No hablas y no te ríes a no
ser que estés un poco chalado y al final te queda la sensación de que has hecho
algo que está mal y que si sigues así te quedarás ciego y te saldrá pelo en las
manos. Pero a pesar de eso la experiencia no es tan mala. Simplemente hay que
sustituir la fase dungeoneer del rival por un “modo automático” en el que los
encuentros se suceden de forma aleatoria en función del nivel de tu personaje y
otros factores (que no voy a detallar que tampoco es cuestión de ponerse a
explicar las reglas aquí) de modo que seamos capaces de ir explorando la
mazmorra por nuestra cuenta y riesgo. Y no está nada mal, hay que reconocerlo.
Quizás no para jugarlo a diario pero más que correcto para matar posibles ratos
muertos en soledad sin recurrir a páginas de dudosa moral católica en internet.
Otras
cosillas
Además
de la cajita que yo tengo, que se llama “La tumba del lord liche”, hay otra con
el nombre de “La guarida de los demonios” y varias más que nunca fueron
traducidas al español de las cuales poseo un par y que además de representar
otros entornos menos “dungeoneros” tales como bosque y ciudad, poseen la
agradable característica de poder ser jugados individualmente o complementando
otras cajas, de modo que nos brinda la oportunidad de combinar mazos como nos
salga de la po… para aumentar la rejugabilidad del juego hasta lo extasiante.
Y como
conclusión
El
Dungeoneer es un buen juego. No voy a decir que es la rehostia ni que es mejor
que ese o el otro, pero no cabe duda de que merece la pena, ya sea jugando solo
o acompañado, con una sola cajita o combinando varias; y que su simplicidad nos
va a permitir modificar las reglas para adaptarlas a nuestros gustos y ganar así
muchas horas más de diversión. En el lado negativo… Las reglas confusas que
incluye la caja, la falta de contadores o dados, el hecho de que los personajes
haya que recortarlos de una de las cartas (no es que pase nada, pero da mucha
pena cortar una carta) y que una vez colocadas en fundas, no nos quepan en
ningún sitio, pero vamos, eso son minucias comparadas con el placer de explorar
túneles, sortear trampas, matar bichos, equiparse objetos mágicos y subir
niveles.
buena idea para un mendigo del rol. ¿Dejaré de mendigar rol?¿perderé vista?¿o me uqedaré canijo?
ResponderEliminarSeguramente las dos últimas cosas, pero este juego merece la pena.
EliminarMe uno al grupo de afectados por las reglas confusas.... XD Lo tengo, quiero darle un tiento, pero me cuesta lo del reglamento un triunfo. :P
ResponderEliminarPues es tan fácil como escribir "Resumen de reglas dungeoneer" en el gooogle para encontrarlas.
EliminarY si no, en este video de iutuve de explican cómo jugar en media horita:
https://www.youtube.com/watch?v=6QXxY7-PLgE
Además, existen reglas oficiales traducidas para jugar campañas, modo cooperativo, modo solitario y competitivo, además de muchas reglas opcionales.
Confusas sí que son, pero una vez que consigues desenmarañarlas (toma palabro) el juego fluye bastante bien a partir de entonces. A mí me gusta, por ese aspecto clasicoide mazmorrero y porque está muy bien pensado.
ResponderEliminarLo he jugado con mi esposa varias veces (y genial), y con amigos una vez (y también genial). Me falta probarlo yo solito, que es lo que me queda porque también soy padre y estoy hasta las cejas de tareas.
Un saludo.
Me alegro de que lo tengas, lo entiendas y lo hayas jugado. A mi me falta la experiencia con más de dos jugadores, pero soy un poco reacio al juego competitivo con tanta gente; preferiría probar el modo campaña en este caso.
EliminarAh! Y felicidades por tu paternidad. Los niños son una puta alegría.