jueves, 28 de marzo de 2019

El Warhammer y yo: El primer batallón


En el año 2009, justo cuando abrí este blog, hallábame yo en espera del nacimiento de mi pequeña (ahora mi mayor) y entre todas mis ilusiones e incertidumbres estaba la idea de que a partir de ese momento lo tendría muy complicado para jugar a rol. Había llegado el momento de buscar otra afición, pero me resistía a abandonar el mundo del frikismo, por lo que pensé que era hora de meterme de cabeza en el mundo de la pintura de miniaturas. 

En primer lugar me proporcionaría horas de entretenimiento solitario con el que rellenar mis escasos huecos libres; también me daría la oportunidad de crear un ejército, ya que era una espinita clavada desde hacía años; y por último, al ser el Warhammer cosa de dos, me facilitaría el jugar si alguna vez coincidía con alguien con la misma afición. Y así sucedió.

El primer dilema fue si Fantasía o 40K, clasico o futurista, retro o modernillo… Realmente me gustaban más las miniaturas del Fantasía, pero también sabía que tener 40K me facilitaría el poder jugar algún día, ya que en esos momentos era el favorito por todos. Decidido por el juego futurista estuve revisando los distintos ejércitos. Descarté marines espaciales en todos sus capítulos y formas porque nunca me ha gustado esa estética tan exagerada y entre las razas llamadas “xenos” me decanté por Necrones o Tau, ya que me parecían más sencillos de pintar y estéticamente más coherentes con un universo de futuro hipertecnológico.

Y así, buscando por los procelosos mares digitales me topé con un señor que vendía una caja de batallón Tau a un precio muy reducido (casi la mitad que en tiendas) y con eso, un par de pinceles y cuatro botes de pintura comencé mi apasionante aventura maravillosa. Sí, he exagerado un poco.
Con eso, iba a decir, descubrí que pintar es algo complejo cuando se tiene el pulso de un chimpancé asmático, pero divertido a pesar de todo; y descubrí también que cuando te plantas en un lugar aleatorio del planeta tierra y dices la frase “me he comprado Warhammer 40K” aparece gente hasta debajo de las piedras buscando a alguien con quien jugar. Y jugué, claro que sí. Aunque desgraciadamente mis impresiones acerca del juego en sí no fueran las más afortunadas.

Detalles en la proxima entrada.

Mis primeros pequeñines.

miércoles, 20 de marzo de 2019

El Warhammer y yo: Primeras partidas

Cuando ya contaba con más de un cuarto de siglo a mis espaldas me mudé, dejando atrás todas mis rutinas y costumbres para adquirir otras nuevas. Y como pretendía que los juegos de rol siguieran formando parte de mi vida, busqué por mi nueva localidad y me topé con un cartel que anunciaba un torneo de Warhammer Fantasía organizado por un club de rol local. El Warhammer no me interesaba pero la palabra “rol” se iluminó ante mis ojos, por lo que llamé al teléfono indicado y me puse en contacto con Mr. E, a quien quizás conoceréis de viejas entradas warhammeras.
En esos momentos ingresé como miembro de pleno derecho en el club y conocí a personas con las que sigo teniendo contacto en el mundo lúdico hoy en día. El caso es que había un torneo de Warhammer en ciernes y se habían apuntado un número impar de personas, con lo que necesitaban a un pardill… a un voluntario para rellenar el hueco. Me ofrecí (por eso de probar nuevas experiencias) y me dejaron un ejército completo de Hombres Lagarto (ahora Seraphon) para crear una lista con los puntos adecuados y jugar. Reconozco que fue divertido crear la lista, pero cuando llegó el momento del torneo ya no me lo pasé tan bien.

*

Había mucha gente. Eso no me gustaba. Y era un ambiente muy competitivo. No recuerdo cual era el premio para el ganador, pero sin duda la gente iba a ganar. Recuerdo encontrarme con una situación muy alejada de lo que es una partida de rol al uso. Gente muy seria, llamadas al árbitro porque “mira éste qué ha hecho creo que no es legal”, decepciones y enfados de los perdedores, tensión… Incluso recuerdo las burlas a un jugador que hizo una mala jugada y condenó la batalla para su ejército de Khemri. Fueron cuatro partidas de dos horas cada una que se convirtieron en un día largo y confuso. Al final me dieron el premio honorífico a la deportividad (supongo que por no protestar) y lo guardo con cariño en mi estantería de premios. Que solo está ese, por cierto.

Después de eso seguí viendo a la gente jugar, descubrí que había otro Warhammer futurista (el 40K) y también que fuera del torneo las partidas eran algo más relajadas e interesantes. Allí comencé a sentir curiosidad y me dejaron un manual con fotos de los distintos ejércitos; me interesé por el de Hombres Bestia (ahora Bestias del Chaos) por su parecido con los broo del RuneQuest, pero alguien me comentó que esos bichos no valían mucho encima de la mesa. Estuve dándole vueltas un tiempo pero al final desistí y me quedé con mis bellos juegos de rol… Hasta que llegó el día C. Pero de esto hablaré en mi siguiente entrada.



*Esta imágen no es del torneo citado en la entrada (que fotos las había pero nunca llegaron a mis manos) si no de otro celebrado en Girona. Lo pongo porque tengo cierto parecido con el de la camiseta naranja, pero no.

jueves, 14 de marzo de 2019

El Warhammer y yo: Introducción al tema

Ahora que Google+, la red social rolera por excelencia desaparece del mapa, presiento un descenso notable en las visitas de este blog. No sé si el cambio favorecerá la creación de una “red de blogs” como existía en el pasado o simplemente los lectores potenciales se disgregarán por el inmenso espacio cibernético, pero en cualquier caso yo seguiré escribiendo con cierta regularidad, como vengo haciendo desde hace casi diez años.

¿Y qué voy a escribir si mi actividad lúdico-rolera está tocando fondo? Pues seguiré con reseñas de juegos viejunos, entre ellos los suplementos de Ravenloft que me quedan por analizar; también de juegos de mesa, que aunque no juego demasiado voy pintando miniaturas y sacando conclusiones sobre el sentido que tienen en el mundo; hablaré de música ocasionalmente, expondré aquí alguna reflexión relacionada con este mundillo, y también he aquí el motivo de esta entrada introductoria, hablaré del Warhammer, así en general y también en concreto, porque aunque no lo parezca nunca he abandonado del todo esta afición y ahora más que nunca me apetece ponerme al día. ¿Os parece bien si empiezo? No me respondáis porque lo voy a hacer de todos modos.

¿Qué es el Warhammer?
Pues sencillamente un juego de batallas de miniaturas, "wargame" para los entendidos, "un ajedrez a lo bruto" para los menos duchos. Parece una pregunta tonta en estos días en los que Google nos da respuesta a todo en un simple instante, pero hace muchos muchos años, cuando este juego llegó a España, no era tan sencillo averiguarlo. De hecho, mi primer contacto con Warhammer fue a través de la revista White Dwarf, que alguna vez compré en mi quiosco por curiosidad y contemplé asombrado el despliegue de medios (miniaturas, escenografía, pintura…) que hacían algunos para jugar a un juego de batallitas que parecía divertido pero se me antojaba inalcanzable. Comprar miniaturas en un pueblo en el que a veces no llegaban ni los periódicos era complicado, desplazarse a la capital era complicado, comprar por correo a mi edad era complicado… Todo era complicado vamos, y lo que menos necesitaba en mi vida era complicarmela.

Lo dicho. Yo conocía el Warhammer pero nunca lo había visto ni jugado. Pero todo cambió cuando descubrí que en el pueblo de al lado sí se jugaba y que ocasionalmente venían al mio a hacer demostraciones. Fue un descubrimiento raro porque se programó como actividad cultural en la agenda de fiestas locales. “Demostración de Warhammer en la sala principal del ayuntamiento” ponía y nos acercamos a verlo todos los del grupo de rol. Cuando llegamos allí no me di cuenta de que esas diez o doce personas que habían acudido con sus maletines negros de Games Workshop, cajas de escenografía y dados para parar un tren, estaban pasando un mal rato. No les habían dado mesas en condiciones y habían tenido que montar sus “ejércitos” en mesitas de 50x50 en las que apenas cabía escenografía ni miniaturas. Una decena de chavales entrados en carnes encorvados sobre campos de batalla diminutos jugando con desgana ante la curiosa mirada de gentes de toda índole que se habían acercado a curiosear y cuchichear. Ahora sé que con ese material podrían haber montado un par de partidas muy vistosas con las mesas adecuadas, pero no fue así. En ese momento nos dieron un poco de pena y nos marchamos. Pero ese hobby volvería a mi muchos años después y en un lugar muy muy lejano.

Y al final jugué. Vaya si jugué. Pero esa experiencia la guardo para la siguiente entrada, que sé que si son largas no las leéis, perretes.