domingo, 29 de septiembre de 2019

Los fantasmas del rol (parte 1 de 4, creo)


Ya llega el fresquito y con él mi época favorito del año. El otoño para muchos es triste, húmedo y sucio; pero yo lo veo como una época de renovación donde todas las cosas comienzan a morir para renacer más tarde o más temprano. En otoño el aire es fresco, el canto de los pájaros (los que nos quedan) más nítido y las lluvias limpian el aire y la tierra de desperdicios varios.
Otoño, como decía. Las jornadas laborales no me dejan tan agotado y puedo permitirme ir a la cama un poco más tarde. Me acuesto casi a medianoche y me tapo la cabeza con las mantitas, que empiezan a hacer falta, cuando noto algo extraño. Me siento observado, como si alguien hubiese entrado en mi habitación y estuviera en silencio, mirandome. La sensación no desaparece así que saco la cabeza y entonces le veo. Justo a los pies de la cama una presencia preternatural que flota a un palmo del suelo con la forma de un joven delgado, vestido de negro y con los largos cabellos moviéndose en el aire, ingrávidos. Estoy a punto de asustarme cuando me mira y habla.

-No te asustes -me dice.
-¿Quien eres tu? Si quieres dinero, no tengo. Y si vienes a por mi alma, tampoco.
-¿No me reconoces, gilipuertas? Soy tú, hace veintipico años.
Entonces me fijo en su aspecto, esas greñas tan bien hidratadas, la delgadez, la expresión impasible en su imberbe rostro...
-¿Y qué haces aquí? -le pregunto desconcertado.
-Soy tu fantasma del rol del pasado -me responde tan tranquilo.
-¿Fantasma del rol? ¿Eso es como los fantasmas de navidad de Dickens pero en..?
-En rol -termina mi frase.
-¿Y qué quieres de mi? ¿He hecho algo mal? ¿Estoy siendo un mal rolero y por eso me queréis hacer reflexionar?
-Algo así, pero no tan serio -me explica-. Es más bien que eres un poco tonto y parece que no te das cuenta de algunas cosas.
-No entiendo...
-Por supuesto que no. Dame la mano y lo verás.
Y entonces me levanto, le doy la mano a la aparición y juntos nos desplazamos a velocidades supersónicas a través del espacio y el tiempo cruzando ríos, montañas, ciudades, años y lustros como si nada. Llego un poco mareado pero al recuperar la compostura miro sorprendido a mi alrededor.

Me encuentro junto a mi fantasma del rol pasado en un garaje de techo bajo junto a un coche plateado. Hay una mesa de ping pong plegada, varios artilugios de electricista y una puerta que conduce al piso de arriba. Reconozco el lugar pues es donde nos reuníamos los viejos amigos para jugar; nuestro santuario durante los primeros seis o siete años de juego. Oigo voces en la esquina más lejana y al asomarme nos veo, en una mesa montada junto a una batería, Joan, Lluis, Marcos, Rafa, Cristian, Ferran y yo, riendo, tirando dados y comiendo galletas. La escena trae tantos recuerdos a mi cabeza que me quedo aturdido, casi emocionado. Los buenos tiempos del rol ante mis ojos, tan real…

-¿Qué te parece? -me dice el fantasma.
-Bueno... Fueron buenos momentos. Jugábamos mal, no entendíamos demasiado las reglas de los juegos ni sabíamos estructurar aventuras ni campañas, pero nos divertíamos muchísimo.
-¿Entonces tienes claro que lo importante aquí es la diversión?
-Por supuesto. Siempre lo he tenido claro. Oye... ¿No nos pueden ver ni oír, no?
-No.

Entonces me acerco y me asomo tras la pantalla del AD&D donde Joan esconde algunos mapas de los Reinos Olvidados y anotaciones totalmente indescifrables. Siempre le dijimos que no necesitaba esconder sus notas pues tenía tan mala letra que era imposible adivinar nada. Después paso por detrás de mi yo anterior y los otros jugadores y me fijo en los dibujitos de las hojas de personaje, las virutas de las gomas de borrar, los dados escasos y gastados... Sin duda eran buenos tiempos.

-¿Puedo tocarles? -le pregunto al fantasma.
-¿Y para qué quieres tocarles? Mira que eres raro -me responde-. Anda, dame la mano que nos vamos.
-¿Ya? Vamos a esperar un poco que creo recordar que ahora venía un combate épico contra unos drow y...
Pero el fantasma parece tener poca paciencia, me agarra por las orejas y en un plisplas me planta de nuevo en mi cuarto, en la actualidad.
-Espero que pienses en lo que has visto -me dice muy serio-. Mañana vendrá otro fantasma y te dará otra lección.
-Lo suponía. He visto la peli de "Los fantasmas atacan al jefe".
-Lo digo porque te pongas los pantalones del pijama para dormir, que se me hace raro eso de ir con un señor cuarentón en calzoncillos por ahí.
Y dicho esto desaparece, me vuelvo a acostar y trato de dormir, sin lograr apartar de mi cabeza tan bellos recuerdos.

En la próxima entrada... ¡Aparece otro fantasma del rol! ¿Pero cual?