Quizás sea por todo el tiempo que llevo encerrado en esta cueva aislado del mundo exterior, o puede que simplemente por el hecho de hacerme mayor y dejar de adaptarme al ritmo natural de la vida moderna, pero lo cierto es que me está costando entender ciertas cosas.
En mis tiempos, los buenos tiempos, la información llegaba con cuentagotas y esperaba a que nosotros, potenciales consumidores de la novedad, la descubriéramos, meditáramos y decidiéramos qué hacer con ella. Hoy en día, en cambio, las noticias nos bombardean, las novedades dejan de serlo en cuestión de semanas y lo que para nosotros, señores y señoras que ya han vivido sus mejores tiempos, son flamantes novedades, para aquellos que llegaron después son ya retazos del pasado. Y sí, hablo de cosas de frikis, como no.
El relato que viene a continuación, un coñazo insoportable y que encima voy a escribir con la prosa más densa y tupida que soy capaz de perpetrar, lo aviso por si alguien quiere dejar de leer ahora tenga la oportunidad de escapar hacia otras redes sociales más inmediatas con gatitos y generosos escotes bamboleantes, sucedió iba a decir antes, hace tan solo unos meses, hallándome yo tranquilamente reclinado en mi sofá.
Ese día estaba repasando mis redes sociales y encontré en manos de un conocido mio una edición del cómic de Las tortugas ninja inédito en España hasta ese momento; se trataba de “Tortugas en el tiempo”, una saga que inspiraría uno de mis videojuegos favoritos de todos los tiempos. Exhalado por ese hallazgo, me lo apunté en mi lista de cosas imprescindibles, justo entre pasar la ITV del coche y arreglar esa tubería que deja escapar humedad y me llena la pared del pasillo de caras de belmez.
Acudí al cabo de unas semanas a la tienda de tebeos más próxima a mi hogar y lo busqué entre estanterías repletas de novedades pero no estaba, así que pregunté a la chica de la tienda y me respondió con un “Ufff, es que ese cómic fue una edición delux y ya está agotado. Te lo puedo pedir pero no sé yo…” a lo que yo le respondí “¿Y la edición normal tampoco está” y ella dijo “No, solo sacaron la delux” y yo repliqué que “Si solo existe la delux entonces qué la hace delux si no hay una normal con la que compararla?” a lo que ella me respondió con silencio e incomprensión, es decir que no me respondió en realidad.
Visto que conseguir el cómic de mis sueños no iba a ser tan fácil porque solo habían hecho una tirada limitadísima para compradores con buenas piernas, acudí al mercado de segunda mano donde descubrí que los precios estaban tan inflados que comprarlo sería un acto de inmoralidad y depravación extremo, con lo que decidí resignarme, que es algo de lo que gozo de gran experiencia y habilidad.
Pasaron las semanas y yo seguía sumido en mi tristeza autoinducida al no haber conseguido satisfacer una necesidad también autoinducida, con lo que menos por menos más, y más es mal siempre, hasta que me llegó un mensaje de wassap de la chica de la tienda diciéndome que por una de esas carambolas de la vida había conseguido un ejemplar del cómic y me lo estaba guardando. Y en ese momento podría haberme preguntado de donde había sacado esa muchacha mi teléfono y por qué motivo había seguido con la búsqueda del tebeo a mis espaldas y sin mi conocimiento, pero lo atribuí a que me habría encontrado atractivo y se habría obsesionado conmigo y le quité toda la importancia.
Corrí como una gacela herida de muerte con una manada de leones a sus espaldas hasta la tienda y me hice con el tebeo tras pagar una cantidad desproporcionada del dinero que cada vez me cuesta más ganar y regresé a mi casa para deleitarme con su lectura. Era una edición delux de verdad, con su tapa dura y su funda de plástico impresa a todo color, pero cuando lo abrí, noté que algo no iba bien. Texto, mucho texto, cuatro páginas de cómic y más texto. Quizás lo que tenía en las manos era un pedazo de la historia del cómic independiente de Estados Unidos y una explicación del porqué mis héroes verdes favoritos han llegado donde han llegado, pero yo quería ver a las tortugas viajando por el espaciotiempo y zurrándose con cavernícolas, cowboys y piratas, pero… Luego algunas páginas más de tebeo y acto seguido las mismas páginas en blanco y negro, bocetos, los guiones en inglés… ¿Qué mierdas me había comprado?
Volví a la tienda corriendo como una manada de leones detrás de una gacela herida de muerte pero extrañamente veloz, abrí el cómic delante de la chica y le pregunté “¿Qué es esto?” a lo que ella respondió “Lo que tú pediste. La edición delux de Tortugas en el tiempo y que contiene el capítulo en el que colaboró Richard Corben, uno de los grandes ilustradores de…” pero la interrumpo con “Me da igual quien sea ese señor. He pagado un dineral por un libro de ochenta páginas que solo contiene treinta de tebeo. Me siento profundamente estafado y…” hasta que ella me interrumpe con “Por eso es delux. Porque es una innecesaria ampliación de un material original escaso que se puede vender a coleccionistas por un precio muy superior al real”, a lo que me repito a la desesperada diciendo “¡Si no hay edición normal no puede haber delux! Porque si solo hay delux la delux es la normal” y ella me pregunta “¿Me estás diciendo que pagarías más por una edición ampliada de esta que ya tienes? Enviaré la sugerencia a la editorial” y yo me marcho mientras teclea animada y salgo a la calle y me siento en un banco del parque como una gacela que ya se ha cansado de correr y espera a que los leones la devoren para descansar en paz de una vez.
Y me quedo observando a la gente pasar, y veo parejas que hablan animadamente volviendo de hacer la compra, chavales recorriendo las aceras con patinetes eléctricos no voladores (mierda de futuro que ni eso nos ha dado) y coches retumbando con música que no me gusta. Yo que creía que los años me volverían más sabio, más respetado y más interesante… Y solo me he quedado atrás, buscando revivir sensaciones de un pasado que ya no volverá.
Y regreso al agujero al que llamo hogar, y me reconforta el olor de ese mueble nuevo, la visión de los libros ordenados en mis estanterías y los ruidos del niño de la vecina que crece ajeno a todas las cosas que le esperan en esta vida. Guardo el tebeo en el estante dedicado a las tortugas ninja y la verdad es que no queda tan mal; quizás no haya sido un dinero tan mal invertido después de todo...
Me duele la espalda, creo que me voy a acostar.