Reconozco que soy uno de los
muchos afectados por el "síndrome heroquest". Y no me
refiero al martirio de los mecenas de su edición 28 aniversario, ya
que no me encuentro entre ellos, si no a que fui uno de esos chavales
que disfrutó el juego con 14 años y que ahora que está convertido
en un adulto tirando a mayorcete, sigue buscando un juego que le haga
revivir esas sensaciones de antaño. Por supuesto, sé que eso es
imposible por varios motivos: primero porque ya no tengo 14 años y
las cosas ahora no se sienten con la misma intensidad; segundo porque
ahora la oferta de juegos es tal, que ya no existe esa "exclusividad"
que nos hacía exprimir las posibilidades de un juego hasta el máximo
y más allá; y tercera, por qué no decirlo, que el Heroquest era un
juegazo que por mucho que se le imite, nunca podrá ser igualado,
como los primeros discos de Deep Purple.
A pesar de tener claro todo
lo que he escrito en esta parrafada de arriba, sigo con la búsqueda
de un juego que por lo menos sacie mi sed de tablero y que, por qué
no, se convierta en algo parecido al Heroquest para mis hijas. Sí,
ya lo sé, he usado la excusa eterna e irrebatible de las hijas, qué
le vamos a hacer. Pero vamos a lo que vamos, que es hablar así por
encima de mis primeras impresiones sobre mi última adquisición que
no es otra (como podréis haber adivinado por el título de la
entrada y por la foto pero yo lo repito por si sois tontos o algo)
Castle Ravenloft, the Board Game, que es la enésima adaptación del
clásico módulo de AD&D para la cuarta edición del juego, ésta
vez en tablero.
Y es que Ravenloft ha tenido
muchas adaptaciones, además de los remakes para 2º, 3ª y 5ª
edición, un librojuego, varios videojuegos y otras cosas que seguro
me dejo en el tintero. En la odiada por muchos 4ª edición del
famoso juego se optó por sacar una serie de juegos de tablero
compatibles entre si y que evocaban el clasico estilo de mazmorreo.
En total aparecieron cuatro títulos: El templo del mal elemental, La
leyenda de Dritzz, La ira de Ashardalon y éste Castillo Ravenloft.
Todos en inglés, eso si, aunque no dependen excesivamente del
idioma. Pero voy ya a hablar de él.
Primera impresión:
El juego viene en una caja
bastante grande y que pesa un huevo, lo cual es bueno. Al abrirlo lo
primero que encontramos es un libro de reglas y otro de aventuras,
ambos muy finos, lo cual también es bueno. Además vienen una
ingente cantidad de losetas de mazmorra y tokens de cartón grueso y
resistente (también es bueno) y un buen puñado de miniaturas, tanto
de héroes, villanos y monstruos varios, las cuales pueden ser
usadas, como no, en partidas de rol para cualquier juego fantastico
medieval.
Segunda impresión:
Una vez montado y listo para
jugar, hay un par de cosas que me llaman la atención. En primer
lugar, los personajes a elegir (que son cinco), no pegan mucho con
la ambientación. El primero es un guerrero saurio, el segundo un
enano clérigo, el tercero una pícara, luego hay una elfa
guardabosques y por último un hechicero de una raza rara. Para mi
gusto me habría molado más encontrar una estética más
"ravenloftiana" con pjs con pinta de investigadores,
cazadores de monstruos o viejos sabios, aunque soy consciente de que
un juego de mazmorreo es un mata-mata y que la gente joven no quiere
llevar a un viejo con barba por mucha magia que conozca.
Por otro lado, las cartas de
tesoro no llevan dibujos, lo cual aunque no es algo crucial, si le
resta mucha atracción visual al juego, especialmente a los mas
jóvenes de la casa. Creo que no les habría costado demasiado hacer
cuatro dibujitos de espadas, cascos y pociones.
Tercera impresión:
Ya metidos en el juego, el
funcionamiento es más simple que el mecanismo de un reloj suizo de
cuarzo. Comienza uno de los jugadores moviendo y atacando, sigue ese
mismo jugador explorando la mazmorra y sacando bichos y eventos y
termina disparando las habilidades especiales de "sus"
monstruos, que suelen ser correr como locos y atacar. Y fijaos en ese
"sus" de antes, ya que cada jugador activa las habilidades
de los monstruos que han aparecido en su turno, no los de toda la
mesa, lo cual evita que en partidas con muchos jugadores (exclusivas
para personas con muchos amigos), éstos sean masacrados mientras no
es su turno y no pueden hacer nada por defenderse). La cosa es muy
simple pero funciona bien. Además, tiene un método cooperativo de
verdad, ya que no permite el "puteo" y obliga a los
jugadores a ponerse de acuerdo para gastar la experiencia de una pila
común.
Y si hay que sacarle algún
punto negativo al juego... Éste sería estético una vez más. Y es
que las losetas de mazmorra pecan de simples y repetitivas. En primer
lugar, las losetas especiales son casi idénticas a las normales y no
señores, no cuela que la tumba del mismo Strahd sea un ataud
abandonado en medio de un pasillo muerto de risa. Eso es cutre y
Strahd seguro que no lo permitiría. Qué menos que una entrada
bonita o unos cuantos ornamentos.
Además, las losetas están
demasiado "abiertas", es decir que vamos montando el
tablero y no da la sensación de estar metidos en unas criptas sino
de estar moviendonos por un campo abierto, ya que la ausencia de
muros y pasillos hace que podamos movernos en practicamente cualquier
dirección. En este sentido me gustan mucho más otras mazmorras
modulares como las del clasico Dungeoneer, que sí son pasillos
estrechos, bifurcaciones y salas aisladas.
Conclusión final:
Os puede parecer que el
juego es una caca, pero lo que pasa es que me he limitado a ennumerar
sus defectos, lo cual significa que todo lo demás está muy bien.
Miniaturas y cartas en cantidad; malos, trampas y maldiciones
variadas; un buen número de misiones y una mecánica sencilla pero
acertada. Para mi, todos los ingredientes necesarios para ser un buen
juego. Ahora mi duda es... ¿Acabaré cayendo en la tentación de
comprar los otros tres para juntarlos y crear el juego de tablero
definitivo antes de que mi mujer me eche de casa por gastarme el
dinero de la universidad de las niñas en cartones y muñecos? Eso es
algo que solo Pablo Rojo sabe.
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Un grupo de amigos jugando, a los que pronto se les quedará pequeña la mesa. |