martes, 15 de diciembre de 2009

Uno de los elementos claves en mi vida fueron esos seres llamados Hermanos mayores. A pesar de que realmente no superaban el estado de mediocridad, para mí y la mayoría de chavales que me rodeaban, éstos eran cuanto menos, semidioses. Los hermanos mayores eran grandes, invencibles, iban en moto, lo sabian todo y estaban de vuelta de todas partes; incluso algunos tenian novia y habían logrado la proeza de tocar una teta.
Tambien debo decir que el 99% de su tiempo, si no mas, lo pasaban ignorandonos y evitandonos, pero eso no nos importaba porque de vez en cuando los astros se alineaban, los encontrabamos de buenas y nos dejaban caer algún obsequio de valor incalculable. Ya fuera un disco de los Guns N' Roses, una cinta de Judas Priest, una partida al Spectrum 64k o un consejo absurdo, nos hacían sentir especiales y abrían todo un mundo de posibilidades.
Recuerdo un dia con especial trascendencia cuando un hermano mayor, viendonos ya algo cansados de jugar al HeroQuest durante meses, nos habló de los juegos de rol de verdad: "Unos en los que se juega sin tablero ni muñequitos, donde el limite lo pone la imaginación de cada uno". Me fascinó especialmente esa idea de un juego sin los límites de un tablero o una mesa; sin barreras infranqueables. Y por si eso fuera poco, nos legó sus dados de antiguo jugador (D4, D6, D8. D12 y D20), todo un tesoro que supimos aprovechar al maximo.
Desgraciadamente, no iba a ser tan fácil comenzar ese nuevo camino.

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