Siempre
me he preguntado el cómo se iniciarían los veteranos del rol; aquellos que
ahora tienen alrededor de 45 tacos y que fueron los primeros en encontrarse con
la caja roja del Dungeons&Dragons y
esas primeras publicaciones de JOC. Hay que tener en cuenta que en esos tiempos
no había internet y que la información que llegaba desde el extranjero era
limitadísima. Supongo que serían valientes (aburridos) que verían publicidad de
ese nuevo tipo de juegos en cómics o revistas y que se aventurarían a gastar su
dinero en ellos sin saber muy bien en qué quedaría la experiencia.
Yo
llegué al mundo del rol años más tarde, sobre el 93 o 94. En esos tiempos el
camino estaba ya allanado. No solo teníamos las referencias y experiencias de
“hermanos mayores”, sino que en esos tiempos los juegos de rol podían
encontrarse en el quiosco de la esquina. Y esto no sé si sería solamente en
Cataluña, debido a la distribución de la editorial JOC Internacional, pero en
cualquier caso, para mí fue así.
Luego
los tiempos cambiaron. Los juegos de rol perdieron popularidad ante el avance
tecnológico de los videojuegos y la llegada de otros tipos de entretenimientos
de mesa, y el rol quedó relegado a librerías especializadas ocupando cada vez
estanterías más reducidas. Recuerdo la primera vez que fui a una librería
especializada en Tarragona, siendo yo un pimpollo, y descubrir con horror que
la “sección de rol” era el manual básico del Hombre Lobo y un par de
suplementos de Vampiro. Muy triste todo. ¿Pero a dónde quiero llegar con esta
entrada? Pues a dos sitios:
Primer
sitio: Me chirrían los dientes cada vez que alguien dice eso de que “estamos
viviendo la época dorada del rol”. O sea… Soy un hombre capaz de controlar su
ira, pero todo tiene un límite y esa frase me saca de mis casillas y algún día
temo volverme verde, musculoso y arrasar con todo. Pero voy a matizar esto: Es
cierto que hay más juegos que nunca; hay más creadores nacionales que nunca;
los crowdfundings lo están petando; el mercado internacional sigue ofreciendo
productos cada vez de mayor calidad, aparecen sistemas nuevos cada día, se
reeditan viejos clásicos… Todo es la polla. Pero ya no hay rol en los quioscos.
Y eso no es época dorada. Los veteranos tenemos al alcance de la mano todo un
universo de posibilidades; un abanico de juegos inimaginable hace unos años.
Pero no hay rol en los quioscos, y eso hace que los más jóvenes ni siquiera
sepan de su existencia. Y ahí vamos al segundo sitio.
Segundo
sitio: Hay que evangelizar a los jóvenes. Bueno, quizás evangelizar no sea la
palabra y habría que inventarla. ¿Rolerizar? ¿Dungeonizar? Da igual, que se
encargue Carlos de la Cruz de esto. Lo que digo es que ya se entiende así. Los
juegos de rol están al alcance de todos, pero solo los demandan aquellos que
los conocen y para ello hay que evangelizar. Hay grandes héroes en este país,
como Roberto “Bayo” que no solo escribe y juega sino que aprovecha cualquier
ocasión para llevar la palabra de Gygax a los más jóvenes, pero claro, él tiene
los medios para hacerlo. Y no todos los tenemos.
Yo
mismo lo intenté hace casi diez años, cuando llegué al club de rol de mi actual
residencia y me encontré con un buen número de jóvenes que jugaban al Magic, al
WOW y a juegos de tablero, pero que nunca habían oído acerca de juegos de rol.
Preparé algunas partidas, las jugamos, y debo reconocer que el resultado no fue
demasiado satisfactorio. A excepción de un par de chavales que sí pillaron la
esencia del juego y se dejaron llevar por su imaginación, la gran mayoría no
eran capaces y se limitaban a tirar dados avanzando en línea recta. No era la
primera vez que me encontraba con grupos de juego así (los anteriores no eran
tan jóvenes y jugaban igual de mal), pero supongo que al ser yo más mayor esta
última vez, la sensación de desánimo fue mayor. Y desistí. Y que conste que no
me eximo de culpa. Puede que si hubiese planteado esas partidas de inicio de
otro modo, con otro juego, otra ambientación… la cosa hubiese funcionado mejor.
Pero no fue así.
Mi discípulo cuando se pone chungo. |
La
cuestión (y el motivo de esta entrada) es que la semana pasada el más avanzado
de mis discípulos (espero que no lea esto porque además de discípulo tiene un
90% de ataque con cuchillo de carnicero y un 85% en lucha cuerpo a cuerpo
frente a mi 25% de dar manotazos al aire) decidió liarse la manta a la cabeza
(Nägel mit Köpfen machen, en alemán) y dirigir a un grupo de jovenzuelos que
nunca habían jugado a nada que no se proyectara en una televisión o monitor.
Para ello eligió el juego Aquelarre, amparándose en que es un producto nacional
y que su sistema de porcentajes es fácil de entender, y dedicar la primera
sesión a crear los personajes. Yo lo habría hecho de otra manera. Yo habría
aprovechado la inexperiencia de esos jugadores para probar algún sistema
distinto como el FATE y les habría dado personajes pregenerados para comenzar a
jugar desde el minuto uno y aprender “in situ”. Pero eso, claro está, no
significa que mi plan fuera mejor, simplemente otra forma de verlo.
Y ahora
sí, voy a lo que quería ir desde el principio y me he ido enrollando: Hay que
evangelizar. Hay que luchar por el rol o dentro de unos años los nuevos juegos
se venderán directamente en los geriátricos y acabará muriendo con nosotros. Y
este mensaje va para vosotros, queridos lectores, porque yo asistí a esa
creación de personajes del otro día y cuando vi los caretos de los chavales
contando las caras de los dados para ver cuál era el d10, me vi invadido por
una profunda sensación de pereza incontenible que me convierte en no apto para
evangelizaciones. En vuestras manos lo dejo.
Éste será el aspecto de los clubes de rol en el futuro como no nos pongamos las pilas. |
Qué curioso... yo acabo de publicar una entrada donde trato de un tema que se puede considerar relacionado con lo que dices.
ResponderEliminarEn cualquier afición, desde el ajedrez hasta el ganchillo, se organizan jornadas y cosas así para hacer saber al personal que existen formas alternativas de ocio. En ese sentido, esa "evangelización" la hacen todos y es sana. Asumo que lo que mueve esos esfuerzos es que te gusta mucho tu afición y no soportas la idea de que alguien como tú se esté perdiendo un hobby tan divertido. Pero es que soy de natural bien pensado. Yo en cualquier caso, si evangelizase, que no lo hago mucho, lo haría con esa intención.
Eso sí, si se quiere propagar el hobby conviene hacerlo mostrando lo divertido que tiene, no lo tedioso. Yo en unas jornadas o similares optaría por los personajes pregenerados, porque la creación de personajes es uno de los puntos tediosos, tediosos, tediosos.
Sobre lo de la Edad Dorada, coincido bastante contigo. Estamos en la Edad Dorada de Leer Rol, pero de jugarlo, no sé, no sé. Aunque por otra parte, tengo entendido que se siguen montando partidas con gente más joven que los de "nuestra generación" (entre comillas porque admite matices)... ¿o no? :)
Y aquí lo dejo que se me queda el portátil sin batería, por fortuna para vosotros.
Saludos
Pues al contrario de lo que yo pensaba, la creación de personajes no se haría demasiado tediosa, ya que todos los jugadores regresaron a la siguiente sesión, y ya van tres, creo.
EliminarCreo que el gran damnificado en esta historia es el master, que tiene que sufrir a un grupo de jugadores muy jóvenes e inexpertos y que a veces le sacan de quicio.