Ayer
leí una frase, atribuida a Oscar Wilde que decía algo así como “El joven quiere
ser fiel y no puede, mientras que el viejo quiere ser infiel y no lo logra”, la
cual me pareció tan simple a la vez que cierta, que he decidido desarrollarla
un poco en este mi/ vuestro blog. Pero no, no voy a hablaros de mis múltiples e
intensos escarceos amorosos en jornadas y partidas varias, si no de la
aplicación de la frase a mi realidad lúdica. Os explico.
Cuando
yo era joven (no hace tanto, pero sí un poco) quería ser un director de un solo
juego; y debo reconocer que durante un tiempo, el que representó mis primeros
años en el hobby, lo logré. Mi juego era el Advanced y le fui fiel durante un
tiempo, hasta que… Me encontré con el Runequest. No os voy a decir que fuera
amor a primera vista, si no más bien lujuria. Esa portada, ese sistema tan
distinto… El Runequest podía aportarme cosas que el AD&D no lograba, como
un devastador sistema de críticos y pifias o una progresión por habilidades del
personaje, pero a la vez quería seguir jugando a mi querido Ravenloft, con su
gaco, sus conjuros por niveles y su encorsetado sistema de experiencia. Durante
un tiempo estuve alternando partidas, jugando con uno cuando el otro no miraba
y viceversa. Era emocionante al principio, pero eso abrió la puerta a una
lascivia que no conocía hasta el momento. No pude parar y a esos dos juegos se
unieron muchos otros; que si Fanhunter, que si Cthulhu, que ahora una de
Superhéroes Inc… Hasta probé Mundo de tinieblas con el extraño Wraith. Fueron
unos años muy locos que me dejaron un sabor de boca agridulce. Pero terminaron.
Después
vino a mudanza y no me llevé todos mis juegos. Me deshice, entre otros del
Ravenloft, decisión de la que me arrepentí y por la que estoy pagando
(literalmente) hoy en día, ya que decidí quedarme con el Runequest como único
amor. Y al principio funcionó, pero luego llegaron el Feng Shui, la tercera
edición, el Redención… Parecía que el mundo editorial no iba a dejar de
tentarme y que la fidelidad rolera no existía. Pero si, en cierto modo.
Ahora
ya no soy un chaval. Tengo casi cuarenta, dos hijas a mis espaldas, un trabajo
de esos de muchas horas y un buen puñado de obligaciones, por lo que el rol ha
quedado relegado a algunos fines de semana con alineaciones estelares raras. Y
teniendo en cuenta la enorme cantidad de novedades y juegos acumulados en mi
estantería, desearía poder jugar a todos, probar todos los sistemas y crear
personajes en cada uno de ellos, pero es imposible. Lo poco que dirijo tiene
que tener cierta constancia para que mis escasos jugadores no se dispersen y me
vean como un lunático indeciso, por lo que ahora, muy a mi pesar, debo ser fiel
a un solo juego y tratar de dirigir campañas continuadas, a pesar de mis
pesares.
Y eso
era.
¡Ay qué dura es la vida del adulto jugador de rol...! A mí me pasa lo mismo. 😖
ResponderEliminarAnda ya, que tu juegas a eso de los samurais de suruchi y a un montón de cosas más, que lo sé yo.
EliminarYo soy de esos que nunca se comían un rosco..
ResponderEliminarLo siento amigo. Espero que ahora estés mejor.
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