martes, 23 de abril de 2019

El warhammer y yo: Estrenando mi ejército


Foto de archivo
Tal y como comenté en la entrada anterior (de esta serie) , no me resultó difícil encontrar a alguien con quien jugar a Warhammer y en cuanto tuve ocasión quedé para probar el juego. Tenía pocas miniaturas, así que la partida no iba a ser una batalla en toda regla sino una pequeña escaramuza, pero me serviría para hacerme una idea de como funcionaba eso. Y vaya si me hice una idea. Aunque no fue demasiado positiva.

Jugamos a la sexta edición de las reglas de W40K (el futurista) y aunque el juego estaba repleto de palabras rimbombantes y molonas (que si blasters de fusión, cuchillas aceradas y retropropulsores), el conjunto de reglas no me parecían cómodas. Llamadme fanático de los sistemas simples, pero ese juego tenía algunas cosas muy enrevesadas para tratarse de una sexta edición. 

Mientras que el mecanismo general era francamente simple (mover, disparar y asaltar), las mecánicas concretas para ello eran bastante incómodas. En el turno de disparo, por ejemplo había que tirar por acertar el tiro (consultando una tabla), luego comparar la fuerza del arma con la resistencia del blanco (otra tabla) y luego el factor de penetración con la armadura. Eso se traducía en que cada andanada de disparos se quedaba en nada pero se perdía una gran cantidad de tiempo. Lo mismo para el combate cuerpo a cuerpo (o peor) y además de eso teníamos infinidad de reglas especiales, modificadores y contradicciones por todas partes. El juego me gustó a pesar de todo, pero me dejó con la sensación de que no estaba diseñado para ser divertido si no para competir y pelearse (dentro y fuera del campo de batalla) con el rival.

Comencé a visitar foros warhammeros para orientarme sobre qué miniaturas comprar para aumentar mi ejército o estrategias que seguir y descubrí que allí nadie se preocupaba por el trasfondo o la estética. La gente jugaba listas absurdas, repitiendo mil veces la misma miniatura y dejando fuera otras que aunque bonitas, no rendían en los torneos. Mi sensación de que allí nadie jugaba para divertirse se acrecentó y de no ser porque yo jugaba con un amigo y no nos poníamos serios, habría abandonado el juego inmediatamente.

Pero seguimos jugando y decidí comenzar un segundo ejército de Warhammer Fantasía ya que me gustaba muchísimo la estética, aunque me advirtieron que el juego era todavía más complejo que el del 40k. ¿Mis conclusiones? Tendréis que esperar a la siguiente entrada.

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