Última noche de visitas fantasmiles y ya ni me quito la ropa de
trabajo. Me limito a sentarme en la cama y a esperar. El reloj marca
las once y cincuenta y nueve y reconozco que estoy un poco nervioso.
Lo de los fantasmas del rol empezó medio bien pero al final me están
metiendo mucha caña y el del futuro... A saber qué me cuenta y
donde me lleva. El reloj marca medianoche y espero. Espero. Espero...
Pasan justo cincuenta y nueve segundos cuando noto que algo sale de
debajo de la cama, me agarra de los pies y me estira hacia abajo. me
resisto pues eso no son maneras pero es fuerte el cabrón y me lleva
con él. Pero lo peor es cuando le veo. Allí, debajo de la cama, en
penumbra, me hallo ante un tipo raro, calvo y con greñas rizadas que
le caen sobre los hombros, un parche en un ojo y lo que parece una
pata de palo. Me asusto y trato de huir pero me inmoviliza con una
llave de aikido. Me revuelvo y volcamos la cama. Abre la boca y casi
no tiene dientes, huele raro, respira con dificultad. Mal rollo. No
sé qué está pasando y entonces grita:
-¡Soy tu fantasma
del futuuuro!
-¡Joder qué te
ha... qué me ha pasado!
-¡Muahahaha! -rie
como un lunático-. Aquello que tu te has buscado, joven yo.
Entonces me da una
sonora colleja y aparecemos en un cuartucho oscuro, iluminado solo
por la luz de la luna que entra por una rejilla de ventilación.
Huele mal. A papel mojado y animal muerto.
-¿Donde estamos?
¿Qué es este sitio?
-Un habitáculo de
almacenamiento de recuerdos -me dice.
-Joder, que
futurista suena eso.
-En realidad es como
yo llamo a los almacenes de alquiler.
-¿Me estás
diciendo que es uno de esos almacenes que la gente alquila para
guardar la basura que no le cabe en casa?
-Exacto.
-¿Como el programa
ese de las subastas?
-Exacto.
-¿Me estás
diciendo que yo vivo aquí?
-Yo no diría vivir
exactamente. Digamos que el rol en el futuro ya no tiene sentido en
tu vida ni como entretenimiento personal, así que has tenido que
alquilar uno de estos sitios para guardar tus libros, muñecos y
demás. Y regularmente vienes aquí a mirarlos, en busca de recuerdos
de tu vida pasada, seguramente lleno de arrepentimiento por no haber
hecho las cosas de otra manera.
-Entiendo... Es
bastante triste.
-¿Triste dices?
Todos tus libros están amontonados, algunos cogiendo polvo y humedad
por falta de fundas protectoras.
-Ya veo... Hay un
buen montón ahí en la esquina. ¡Oh! Veo que conseguí el Traveller
al final. El de la cajita negra. Pero oye... ¿Como es que yo no
salgo en esta visión. Normalmente estoy presente en la escena.
-¿Quien te ha dicho
que no estás? -me dice el fantasma mirándome fijamente con su ojo bueno en un tono
siniestro a la par que señala con su huesudo dedo a algo que
sobresale bajo los libros y cajas de muñequitos.
Y al acercarme a
mirar compruebo que de entre el montón sobresale un brazo
agarrotado, muerto, sosteniendo todavía entre sus dedos rígidos la
carpeta con las hojas de personaje acumuladas durante los buenos años
de juego. Y se deslizan de sus dedos el guerrero yelmalita de Marcos,
el mago nigromante de Cristian, el psiónico de Joan, el bribonzuelo
de Ángel... Personajes muertos por la inactividad, por la falta de
juego, por el deseo asfixiado bajo una pila de prejuicios, manías y
aires de superioridad frente a una realidad cambiante que nunca quise
aceptar. Como la pila de libros viejos, algunos jamás usados que
ahora servían de tumba a ese yo del futuro que yacía enterrado,
muerto sin llegar a comprender el porqué de su desgracia.
-No pongas esa cara.
Sabes que eso te podía pasar.
-Es verdad. Siempre
he sido un inútil montando estanterías.
-Siempre has sido un
inútil haciendo muchas cosas, pero por eso hemos venido. Para darte
una segunda oportunidad y que no acabes así.
-Ahora
lo entiendo… ¿Puedo llevarme esa pantalla del Stormbringer?
-Una ostia es lo que te vas a llevar.
Entonces
el fantasma del futuro me da una colleja y me despierto en mi cama,
empapado de sudor, con medio cuerpo fuera y un pie metido en el
orinal. Sabía que no
me tenía que comprar
ese trasto. No
estoy en condiciones de dormir y me levanto, bajo al sótano y me
siento en mi sillón, a oscuras. La escasa luz que entra por el
ventanuco ilumina lomos de libros y esquinas de cajas que no logro
identificar, pero si cierro los ojos puedo oír todavía los gritos
de guerra, el entrechocar de espadas, los disparos de blasters y el
rugido de algún dragón. Hay tantos buenos recuerdos ahí metidos…
Y finalmente, sea por la somnolencia, la melancolía o por culpa de
ese sueño raro de los fantasmas del rol, llego a la conclusión de
que los recuerdos siempre estarán allí, que quizás no sea cuestión
de revivirlos si no de generar nuevos y apilarlos, unos sobre otros,
cronológicamente como una buena colección y dejarse de tanta
tontería. Quizás me animo y mañana mando algunos wassaps. Que
igual no está tan mal jugar a otras cosas, probar esos juegos
narrativos sin dados y sin master, o esos otros que todos son masters
a la vez, o aquellos que…
Fundido en negro y fin.
«Aplausos»
ResponderEliminar¡Bravo!
ResponderEliminarY un buen final 😁
"Personajes muertos por la inactividad, por la falta de juego, por el deseo asfixiado bajo una pila de prejuicios, manías y aires de superioridad frente a una realidad cambiante que nunca quise aceptar." Gran reflexión. Y eso solo tiene una cura; juega, juega y juega, aunque sea en unas jornadas con chavales que te miren raro. Mente abierta, J. Ya contarás.
ResponderEliminarUn final con segunda oportunidad. Hay que aprovecharlo.
ResponderEliminarMuy buena reflexión.
Gracias a todos por leerme y comentar.
ResponderEliminarDespués de este paréntesis, volveré a la actividad "normal" del blog.
Impresionante, me ha encantado, date esa segunda oportunidad
ResponderEliminar¡Una gran historia! Que sea de superación! Lastima no poder pillar la pantalla de Stormbringer... :O
ResponderEliminar