A
finales de los años 80, principios de los 90 aparecieron en medio del panorama
de rock urbano y metal clásico español estos chavales de Barcelona dispuestos a
comerse el mundo por una pata con un discazo de debut llamado Lethal Liberty. A
día de hoy puede sonar anticuado debido a la escasa calidad del sonido y a ese
aire a los primeros Metallica, pero en su momento rompió todos los esquemas
musicales del país, abriendo una puerta por la que después muchos otros
pasarían como si nada.
A mis
manos llegó una cinta, muy mal grabada, de esas que da pereza escuchar, pero
que una vez ha comenzado a girar en el radiocasete, es imposible pararla,
gracias, entre otras a esa canción llamada “Mili KK”, la única cantada en
español y que era el himno de todos aquellos chavales que veíamos acercarse el
momento de ir a servir a una patria que nos la resoplaba, vestidos de soldaditos.
Los tíos lo tenían todo: Calidad, fuerza y un frontman de melena rubia,
guaperas y cachitas, pero como todo en la vida, tuvieron problemas con la discográfica,
los mánagers y todas esas cosas industriales y a pesar de sacar un par de
discos más, acabaron separándose y nunca más se supo.
Hace
poco, en un ataque de nostalgia, me dio por buscar los restos de la banda por
internette y me encontré con que el carismático líder había viso a Dios y se
había metido en una de esas iglesias de cantar, renegando de su pasado jevi. Y
es que dios es como un bumerang, que por muy lejos de ti que lo lances, siempre
vuelve y si no eres hábil esquivando, te da en la cabeza y se te queda clavado
ahí para siempre. Y ahora, siempre que paso por delante de una iglesia de esas
en las que cantan y loan a su señor misericordioso (el mismo que permite
hambrunas y miseria, desastres naturales y guerras…) sonrío al imaginar que en
algún momento a uno se le escape un “¡Acid wraaaaaaaath!”
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