Cuando yo era un chaval, en plena efervescencia rolera y con
una gran tendencia a impresionarme, me topé de bruces con un manga llamado
“Bastard!”. Fue una casualidad, ya que lo vendían junto con el que ha sido mi
cómic favorito de todos los tiempos (y del que algún día hablaré) “El Puño de la Estrella del Norte”, y me
fascinó.
“Bastard!” tenía todo lo que yo le podía pedir a un tebeo:
Una ambientación fantastica, con magia, monstruos y conflicto, referencias al
Heavy Metal varias (personajes sacados directamente de portadas de discos,
nombres copiados, incluso músicos dibujados, espada en mano) y tetas, muchas
tetas.
La historia comenzaba de forma algo convencional: Un antiguo
hechicero malvado, cruel y lujurioso vivía encerrado en el cuerpo de un niño
inocente, pero el repentino ataque de las fuerzas del mal (los antiguos
súbditos del hechicero), obliga a los adalides del bien a liberarlo e implorar
su ayuda. La cosa sale medio mal, lo que también implica que medio bien, lo que
da pie a multitud de escenas eroticoheróicas y demás. Pero todas las historias
tienen un fin, y como no, tras un buen final siempre viene una segunda parte a
cagarla, y así fue.
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Dark Schneider, el mago del fuego, protagonista del manga. |
La segunda saga de “Bastard!” no solo no tenía la frescura
de la primera, sino que se nos presentaban tantísimos personajes en ambos
bandos y la guerra tenía tantos frentes abiertos, que acababas sin saber qué
estabas leyendo ni quién era quien. Pero de todos modos, algunos momentos de
genialidad hacían seguir confiando en la serie. Y como no, tras una segunda
parte floja, viene una tercera peor.
Al autor se le fue la olla o algo y continuó la historia en
una especie de limbo raro donde ángeles y demonios luchaban por controlar algo
que no quedaba muy claro. El tebeo era como una especie de galería de arte que
se movía entre bellezones y monstruos gigantes y cuya trama argumental parecía
haber desaparecido en un mar de explosiones, conjuros que ocupaban dos páginas
y cosas abstractas que ocupaban cinco. “Bastard!” se había convertido en un un
rollo, pero era nuestro rollo y los lectores fieles ahí estábamos, esperando
que la cosa se salvara. Y no solo no se salvó, sino que fue a peor. Los de
Planeta de Agostini anunciaron que la publicación se cancelaría temporalmente
debido a que el ritmo de edición en Japón era muy bajo y no había material para
seguir; Pero que en cuanto se reuniera material suficiente para otro tomo,
saldría, que nosotros tranquilos. Y desde entonces, gota a gota, año a año, los
tomos de “Bastard!” han ido apareciendo y alimentando las esperanzas de los que
nos quedamos colgados, con veintitantos tomos en la estantería, esperando
completar la colección algún día. Hasta ayer.
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El autor nos deleitaba con cosas así para evitar tener que pensar un guión lógico. |
Llego a mi librería de tebeos habitual y me encuentro con
que hay un tomo más en la estantería (bien, creen en nosotros, los viejos
lectores), pero después me entero que la colección va a ser reeditada y
publicada en otro formato más grande, redibujado por el propio autor (con
aumentos de pechos incluidos), y con una encuadernación de lujo. Muy bonito,
si, pero… ¿Significa eso que los viejos tomos desaparecerán? ¿Significa esto
que la única forma de ver la colección completa en la estantería será comprando
(mejor dicho recomprando) la colección entera desde el principio?
Cuando el librero me informó me entraron ganas de abofetearle,
pero es un tio fuerte y no confié en mis posibilidades de vencerle, además de
la posibilidad de ver encarecidas mis futuras compras, por lo que solo me queda
utilizar el recurso final; Aquello a lo que los hombres solo recurrimos en las
situaciones más extremas: Llorar.
Busca las (dos) diferencias:
A la izquierda tenemos un dibujo del manga original y a la derecha el redibujado y reeditado.