La
primera vez que me topé con este juego fue de la mano de su autor, en las Rol
en Quart de 2014, que intentó vendérmelo sin demasiada suerte (ninguna en
realidad). En un lugar tan saturado de juegos como son esas jornadas, dejarme
40€ (creo) en un juego del que nunca había oído hablar, era algo fuera de mis
posibilidades, y allí se quedó. Pero me picó la curiosidad por saber acerca de
ese Satarichi, por ser producto nacional y también por ser rol así en general,
e investigando por la red me encontré con una dura realidad: El juego parecía
ser odiado por todo el mundo de forma unánime, siendo calificado como “El puto
peor juego de rol que jamás se haya escrito”. Tal revelación me hizo respirar
tranquilo por no habérmelo comprado pero a la vez, en lo más profundo de mi
ser, deseaba conocer más acerca del mismo. Y es que como ya sabéis, soy un gran
amante de las cosas mediocres, las causas perdidas y de ayudar a los moribundos
para prolongar su sufrimiento. Y cómo es la vida, hace pocas semanas fui el
afortunado ganador de un ejemplar de Satarichi con todos sus extras (Dados
Satarichi, mapa plegable, hojas de personajes, una carta especial y una
bolsita) y ahora sí, puedo opinar libremente sobre él. Pero antes, voy a
poneros en situación.
¿De
dónde sale esto?
El
Satarichi fue escrito por un tal Saitam Jim allá por el 2012. Por lo visto el
autor se quedó en el paro y decidió invertir su tiempo libre y sus ahorros en
crear su propio juego de rol, con una ambientación propia (muy a lo Canal
Historia) y un reglamento propio. Y así fue como el Satarichi vio la luz en
forma de un libro formato grande, tapa dura y varios accesorios (ya he
comentado lo de los dados especiales) que lo convertían en un juego más que
atractivo. Pero algo falló… Vamos a analizarlo.
Primeras
impresiones.
El
Satarichi está encuadernado en tapa dura (ya lo he dicho), impreso en papel de
gran calidad, y como ya he dicho también (y ya van tres), con sus propios dados
chulis, que incluyen símbolos en lugar de números. Pero ya a primera vista algo
falla, y es la portada; un pentagrama rojo sobre un fondo negro nos dice muy
poco sobre el juego que hay dentro, dándonos la idea equivocada de que va a ser
un Aquelarre o un In nomine Satanis, cuando no tiene mucho que ver con éstos.
Hojeándolo un poco vemos que tiene unas ilustraciones aceptables y que el texto
está escrito con muchos márgenes y separaciones entre líneas, lo que nos hace
pensar que el libro no es tan extenso como podríamos imaginar al principio. ¿Y
es eso malo? No. Pero hace que uno se sienta en cierto modo “engañado” tras
adquirir un libro de ese tamaño y grosor.
Segundas
impresiones.
Nada
más empezar a leer nos damos cuenta de que hay gran cantidad de faltas de
ortografía y a nivel de semántica, así como cierta desorganización que hace
difícil localizar algunos puntos del libro. Frases como “Cuanto menor es el
resultado, menor es el daño y cuanto mayor es el resultado, mayor es el daño”,
“Son maestros asesinos, alegres y despreocupados”, las impresionantes “lanzar flechazos” o
“infringir daño” junto con palabros como “derepente, callendo, clabandose…” nos
hacen pensar que tenemos en las manos algo escrito por un niño sin padres que
le corrijan. La maquetación tampoco es ninguna maravilla, dejando muchos
espacios en blanco entre líneas.
La
ambientación juega con las civilizaciones conocidas (Íberos, romanos,
orientales, árabes, celtas y vikingos), junto con las típicas de la fantasía
(elfos, enanos, orcos…) y añadiendo otras de cosecha propia (atlantes,
satarichis, elfos grises…), todo mezclado en un mundo que se enfrenta a una
civilización alienígena (reptilianos) que quiere hacerse con el planeta para
explotar sus recursos. En cuanto a las reglas, aunque no están del todo bien
explicadas, son sencillas y se entienden relativamente bien, con lo que no
deberíamos tener muchos problemas para empezar a jugar tras una primera
lectura.
Experiencia
de juego.
Ya
desde la creación de personajes, el Satarichi resulta un juego curioso;
disponemos de quince razas y otras quince clases, que podemos combinar como nos
dé la gana y sin restricciones, de modo que además de los clásicos guerreros
enanos y arqueros elfos, podemos jugar con vikingos ninja o, mi personaje
soñado: Un humilde pastor de ovejas íbero que las noches de luna llena se convierte
en un… ¡Hombre lobo samurái! En fin… Además disponemos de habilidades
especiales (estas sí restringidas a ciertas clases y niveles de habilidad) y un
curioso (y original, salvo que me equivoque) sistema de karma, que nos permite
realizar ciertas proezas durante el juego y que, en caso de morir el personaje,
pasa al siguiente que nos creemos a modo de reencarnación. También hay
profesiones, que sirven para buscar ingredientes especiales y crear objetos
mágicos y un sistema de niveles también curioso, ya que los personajes ganan
experiencia hasta llegar a nivel 10 y a partir de ahí la experiencia ganada se
resta del total y van descendiendo de nuevo, perdiendo los avances ganados para
representar el envejecimiento, hasta que mueren a nivel 0. Casi toda la
mecánica del juego se basa en los Dados Satarichi (perfectamente reemplazables
por D6 normales) los cuales tiramos en cantidad igual a nuestra habilidad,
debiendo alcanzar cierto número de éxitos o realizando tiradas enfrentadas.
Otra cosa a tener en cuenta son las tablas; hay bastantes y algunas de ellas
son sorprendentes, como la de viaje, que hace que un paseo entre aldeas pueda
acabar en abducción extraterrestre o, como no, la famosa tabla de pifias, que
puede llevarnos a la gloria o a la muerte más horrenda de forma rápida e
inesperada.
Y a
partir de ahí el juego es como en cualquier otro sistema. Es labor del director
y de los jugadores que la historia tenga calidad y transcurra de forma
favorable, aunque debido a la naturaleza del juego, es fácil caer en la risa
tonta y el cachondeo, lo cual no es malo si tenemos en cuenta la regla de oro
de “Aquí hemos venido a jugar y a pasarlo bien” Pero
ahora sí, vamos a lo que vamos…
¿Es
Satarichi el peor juego de rol del mundo?
No. Sin
duda hay juegos peores. He jugado a cosas injugables (¡Paradoja!) y he visto
cosas por ahí realmente innombrables, sin duda peores que el Satarichi que, por
lo menos, se ha hecho con cierta dedicación y voluntad por parte de su autor.
El problema es la relación calidad-precio; y es que pagar 30-40€ por un
producto que tiene todo el aspecto de ser la beta de un juego puede cabrear a
más de uno.
En mi
opinión, si se hubiese corregido (bien), testeado (más), maquetado (mejor) y
haberse editado en formato pequeño, tapa blanda y por unos 15€, el Satarichi
habría gozado de mucha mejor reputación, aceptación y no tanto odio volcado
sobre él.
¿Y qué
hacer? ¿Lo compramos o no lo compramos? ¿Merece la pena tenerlo en la
estantería?
Mi respuesta es un rotundo sí. El Satarichi se está convirtiendo en
una leyenda, en un objeto de culto, en un punto de referencia sobre cómo no
debe hacerse (gestionarse) un juego de rol, por lo que llegará el día en el que
se pagará el doble de su valor actual en ibei y uallapop, y todos los que hayáis
dudado, os arrepentiréis de no haberos hecho con él cuando valía 30€. Porque
queridos roleros del mundo (al menos de España), el Satarichi tiene un lugar
reservado en todas las estanterías junto a la caja roja de Dalmau, el
Traveller, La llamada de Cthulhu y La puerta de Ishtar. He dicho.