Buceando
entre las primeras entradas del blog, además de salir con la sensación de que
he ido a menos, me topé con una que me llamó mucho la atención, pues hablaba
sobre esos Grandes Maestros (buscad en
marzo del 2010, que no tengo ganas de enlazar) que en algún momento nos dieron
ideas, inspiración o simplemente ánimos renovados para mejorar, evolucionar y
como no, subir de nivel en este curioso mundillo de la interpretación a pie de mesa.
Y así, reflexionando sobre el asunto, recordé la historia de un viejo compañero
de grupo y que tiene mucho que ver con aquello que escribí hace ya más de
cuatro años.
No sé
qué edades tendríamos, pero ya llevábamos una buena temporada jugando, quizás
un par de años o tres, cuando nos enteramos de que en el pueblo existía otro
grupo de rol; la cosa nos extrañó, pues al vivir tan aislados (un pueblo
pequeño, sin internet por aquél entonces ni demasiada vida social) pensamos que
aquello era toda una rareza. Y cómo son las cosas, uno de nosotros logró
contactar con el master del otro grupo y le invitó a venir a jugar con
nosotros. El tipo se empeñó en dirigirnos una partida del Dungeons y nosotros
aceptamos, por supuesto, y esperamos con impaciencia el día de compartir mesa
con él.
Y el
día llegó. En nuestro semisótano se presentó el típico chaval con gafas y
mochila que, después de las presentaciones, se afanó en sacar sus dados,
desplegar los mapas, repartir las fichas, en fin, pero con la novedad de que
colocó a su lado un papelito en el que apuntó nuestros nombres, seguidos de
unas casillas. ¿Qué sería eso? Nos preguntábamos asombrados. ¿Ante qué secreto
rolero nos hallábamos? Y la respuesta llegó pronto. Esa hoja servía para
incentivar al buen juego, bonificando o penalizando a los jugadores para luego
reflejarlo en la experiencia conseguida con los personajes. Y al principio
vale. ¿Que uno tenía una buena idea? Positivo al canto. ¿Que alguien la cagaba
mucho? Negativo que te ví. ¿Que otro animaba al juego con su interpretación?
Positivo. ¿Que alguien sacaba un tema no relacionado con la partida de
conversación? Negativo. Pero la cosa pronto comenzó a ponerse fea. El tío
comenzó a ponernos negativos por cosas tan habituales para nosotros como
levantarnos a mear o bostezar; los negativos volaban cada vez que a uno se le
caía un dado por el borde de la mesa o no usaba la goma de borrar porque “ese
tres se puede convertir en un cinco fácilmente”. Al final la partida se
convertía en una aventura de protocolo más que en una distendida tarde con
colegas hasta que no pude más y me rebelé.
Me
levanté de la silla sin permiso y cuando el tío iba a apuntarme un negativo más,
le señalé con mi dedo más musculoso y le dije (lo recuerdo perfectamente): “Como
vuelvas a quitarme un puto punto de experiencia por gilipolleces, no solo no
vas a venir a jugar más con nosotros, sino que te voy a sacar a la calle y te
inflaré a hostias” Por supuesto lo de pegarle iba en broma, pero el chaval se
acojonó, arrugó el papelito y lo tiró a la basura antes de continuar la
partida.
Y
tendríais que verlo ahora. Con el tiempo no solo se convirtió en un director de
juego estupendo sino en todo un experto en juegos de rol, especializado en Dragones
y Mazmorras y, gracias a internet y ya con el seudónimo de Riley (el mismo
nombre que usaba en casi todos sus personajes), fue capaz de predicar la
palabra de Gygax en webs y foros, llegando a hacer aparecer de la nada a grupos
de jugadores de la más variopinta índole dispuestos a reunirse alrededor de una
mesa para jugar.
Actualmente
se encarga de administrar el foro de Nacionrolera y participa activamente en
muchos otros, tanto online como en vivo, repartiendo sabiduría de forma
generosa y gratuita. Y siempre que me lo encuentro por ahí, firmando posts y
ayudando al extraviado, no puedo evitar pensar que todo eso es gracias a mi
amenaza de violencia física.