Ya he
hablado un par de veces de la relación de las chicas con los juegos de rol (
aquí y también aquí), y aunque siempre repito que no se puede generalizar, ya
que a veces uno se encuentra con chavalas que a pesar de su juventud e
inusitada belleza, son capaces de entender este tipo de juegos mejor que
algunos veteranos, lo normal no es eso; lo normal es que las chicas vengan un
día, engañadas por algún amigo o novio, y no regresen jamás. ¿Exagerado decís?
A lo acaecido este verano me remito.
Era verano,
como ya he dicho, y mi amigo CH me comentó eso de que le había estado hablando
de los juegos de rol a una amiga y ésta quería venir a jugar.
-¿Seguro?
–Le dije.
-Sí,
sí, le ha molado mucho la idea. –Me respondió.
-¿Seguro?
–Le repliqué hábilmente.
-Sí,
sí, es una chica muy friki. –Me volvió a responder.
-¿Seguro?
–Volví a decir ingeniosamente.
-Que
sí, joder, que quiere venir.
-Vale.
Y así cerramos
el trato y, efectivamente, en la siguiente partida, apareció por la puerta la
susodicha chica. Y se sentó en la mesa y jugamos y todo parecía que iba bien,
pero mi visión mágica de master me advertía de la realidad. La chica estaba
nerviosa (vale, estaba sentada junto a cuatro desconocidos jugando a un juego
sobre monstruos primigenios), pero había algo más. Era su forma de mirar
nerviosa a ambos lados, el ligero temblor de su mano al sostener el lápiz, los
respingos que daba cada vez que un dado rodaba cerca de ella… “Ésta no vuelve”
pensé para mis adentros (claro).
Y ahora
debo pausar para aclarar algo para aquellos que no hayan estado en mi casa:
Quizás si yo viviera sólo, todo estaría más sucio, sería más oscuro y tendría
calaveras y monstruitos por todas partes, pero soy un hombre casado y con
hijas, por lo que la decoración son muñecas, peluches y bloques de construcción
de colores. Resumiendo, que la chica no se vio metida en una cueva de muerte y
depravación. Aclarado esto, continúo.
Al
final de la partida ella llamó a su novio para que viniese a rescatarla y éste
acudió cual Indiana Jones, látigo en mano, la agarró fuerte por la cintura y se
la llevó en volandas hasta su coche. Lo último que vimos de ella fueron las
marcas de neumáticos en la calle.
Meses
más tarde (la semana pasada), volví a hablar con CH y surgió el tema de esa
chica. Fue algo tal que así.
-Pues a
mi amiga le gustó mucho la partida. –Me dijo él.
-¿Seguro?
–Le pregunté.
-Sí.
Pasa que… Igual no viene más.
-Seguro
–Respondí con un cambio de tono casi imperceptible para oídos humanos.
-Me
dijo que le había gustado MUCHO la partida pero que… No vendrá más.
-Vale.
Y así
quedó la cosa y así fue como esa chavala de cuyo nombre no quiero acordarme
(bueno, la verdad es que no me acuerdo, creo que era algo con S), va a engrosar
mi lista de chicas que vinieron a jugar una vez, y que salieron corriendo
despavoridas para no volver a sentarse en una mesa de rol (al menos conmigo)
jamás.