Nuestro grupo rolero (club de rol, como antes se les llamaba) estaba en una zona de la geografía algo complicada pues eramos de un pueblo pequeño donde no podíamos acceder a todo el material que había en el mercado (que no era ni mucho menos tanto como en la actualidad) ni relacionarnos con otros jugadores por la combinación de hermetismo y aislamiento. Quizás al imaginar la situación hoy en día y más si me lee alguien que ronde la treintena (o menos incluso) le parezca un horror, pero no era así para nada. Eramos un grupo de cuatro amigos que se divertían tirando dados alrededor de una mesa sin entender muy bien el concepto de juego de rol, ni el de interpretación, ni el de inclusión social, pero teniendo clarísimo que allí lo importante era la diversión. Diversión y nada más. ¿Y a donde quiero llegar con esta entrada? Pues al punto en el que para algunos, parece ser que los juegos de rol deben ser jugados “bien” y con su buena voluntad ofrecen sus conocimientos a los jóvenes y recién llegados, convirtiendo esta bella afición en algo más serio y logrando, algunas veces, cargarse ese elemento divertido del que no nos deberíamos olvidar. Estoy hablando de los gurús de la teoría rolera. Aquellos expertos en la materia que algunas veces estarían más guapos (incluso) callados.
Me permito volver a mis años púberes de nuevo para un último ejemplo. Jugábamos a rol de una forma libre y eso hoy en día podría traducirse en que jugábamos “mal”. Con 14 o 15 años y sin un referente para enseñarnos como se jugaba a eso malinterpretábamos muchas reglas y nos pasábamos por el forro muchas otras. Eso de interpretar no acabábamos de pillarlo y los trasfondos de personajes se parecían más a relatos que algunos escribíamos de forma voluntaria que a verdaderos conectores con otros pjs o a la ambientación de la campaña. Nuestras partidas se parecían más a gincanas (o como se llame eso) en las que había que pasar por varios puntos resolviendo varios conflictos, que a tramas mínimamente elaboradas y fue a base de jugar, jugar y jugar, exprimirnos mucho el coco para crear algo interesante, conocer a algunos jugadores de fuera y leer otros manuales que fuimos entendiendo lentamente que había otra forma de jugar. ¿Mejor? ¿Peor? Eso no nos importaba mientras siguiera siendo divertido.
Hoy en día, bien entrado el siglo XXI las cosas son muy distintas. Los juegos de rol tienen su pequeño espacio en la red de redes (este blog es un ejemplo de que cualquier mindundis puede escribir sobre ello) y como no podía ser de otra manera han aparecido expertos en el tema que cargados de voluntad y buen hacer, dedican su tiempo de forma desinteresada a explicar a los nuevos jugadores e interesados en el tema en general, como aprender a jugar de forma fácil, rápida y “correcta”. Por supuesto que sí, amigos, hay una forma “correcta” de jugar a rol y para ello se ha creado desde hace unos años hacia aquí la llamada “teoría rolera”. Y ahora que ya llevo media hora escribiendo, voy a entrar por fin en el tema de hoy.
La “teoría rolera”, a partir de ahora la “puta teoría rolera de mierda” o PTDM es una herramienta muy útil para hacer creer a la gente que empieza en esto que hay unas normas a seguir, una forma de jugar “bien” y una serie de trucos secretos que nuestros líderes roleros conocen y nos transmiten para que nuestras partidas, ya seamos directores o jugadores sean únicas y perfectas… aunque ello se logre en detrimento de la diversión, que debería ser la única norma. La PTDM, en mi opinión, no es más que una forma de vanagloriarse y de ver sus “likes” y por lo tanto sus egos aumentados por parte de aquellos que creen que los juegos de rol son algo más serio, profesional y cuadriculado de lo que en realidad son.
Y me da puta pena pensar que hay chavales y chavalas por ahí queriendo jugar a rol y que en lugar de invertir su tiempo simplemente jugando, ven horas y horas de consejos, ideas, normas y videos de gentes jugando para “aprender” cuando se les olvida que esto no es un deporte, que no hay nada competitivo en el rol (y ese es el motivo por el que yo llevo tantos años jugando) y que cuanto más aprendes a hacerlo “bien” más presión has de soportar sobre tus hombros y por lo tanto menos divertido se torna.
Me da puta pena leer crónicas sobre jornadas donde nuevos directores de juego se enfrentaban a grupos de jugadores dispares, muchas veces sin relación alguna con ellos y después se debatían en la duda de si lo habían hecho “bien” o si éstos estarían decepcionados con la partida, dejando de lado si hubieron risas, interés o si simplemente pasaron un rato entretenido.
Me da más puta pena aún pensar que hay gente que prepara y dirige partidas con gran esfuerzo y después no es capaz de disfrutarlas porque “que esto salga bien es labor del director de juego y si no sale igual que en los videos de youtube lo he hecho mal”, como si el director no tuviese derecho a pasarse las reglas del manual por el forro y simplemente disfrutar como un jugador más.
Y me da la superputa pena pensar que por culpa de los grandes consejos de la puta teoría rolera de mierda, personas que ponen todas sus ganas en una partida, que esta salga estupendamente y sean felicitados por sus jugadores, sustituyan la satisfacción del trabajo bien hecho por la frustración de no haber hecho bien sus deberes y se exijan más y más cuando muchas veces en estos juegos que lo único que cuenta es divertirse, menos sea más. Ahora y en el pleistoceno.
Y así, con esta pequeña descarga de ideas que tenía en la cabeza y no me dejaba dormir, solo me queda decir que menos teorías, menos youtubes y menos sabios y más jugar, bien o mal, pero siempre divirtiéndose. Buenas noches cocodrilos.