El
primer contacto rolero que tuvimos con samuráis y el tema oriental fue, como
no, con el Tierra de Ninjas de RuneQuest. Dirigí las dos partidas del libro y
alguna más de cosecha propia y mis jugadores interpretaron a sus personajes
como a guerreros fieles a su señor y con el código de bushido como guía, pero
sin obsesionarse demasiado. Curiosamente, lo que más les costaba aceptar
respecto a sus personajes era el típico peinado samurái de frente afeitada y
coleta ridícula detrás.
-Pero…
Master… ¿Es obligatorio llevar ese pelo?
-Sí. Es
símbolo distintivo de estatus y cosas así.
-¿Y si
me da por dejarme melena normal qué pasa?
-Pues
pasa que es un deshonor y te haces ronin.
-Vale.
Entonces quiero ser ronin. Y llevar un pelo normal.
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El mejor espadachín de la historia. |
Y así
estábamos hasta que un buen día llegó un chaval más mayor que nosotros (tendría
como 20 años el muy carcamal) con un nuevo juego bajo el brazo llamado “La
leyenda de los cinco anillos” y que según él, era la rehostia pero había que
jugarlo muy bien, ya que las costumbres y las tradiciones ancestrales eran lo
más importante. Y a primera vista el juego nos fascinó. Era Japón, aunque se
llamaba Rokugán y los samuráis pertenecían a distintos clanes cada uno con sus
colorines, sus técnicas de combate y sus trasfondos y lo mejor de todo, podían
peinarse como quisieran. Todo muy completo y vistoso y bonito. Y empezamos a
jugar.
Y nada
más comenzar, mi señor me hizo entrega de un regalo para cumplir mi misión: Una
espada (katana, perdón, que hay que hablar con propiedad) que había pertenecido
a la familia durante generaciones. Y fue tal que así.
Master:
-Hijo mio, te hago entrega de la espada familiar para que los espíritus de nuestros
ancestros te ayuden en tu misión.
Jugador:
-Grácias, será un honor para mí el poder…
M:
-¿Pero qué haces? ¿No sabes que hay que negar tres veces los regalos antes de
aceptarlos? Es un deshonor cogerlo a la primera.
J:
-Ehmm… Vale, vale, volvamos a empezar.
M:
-Hijo mio, te hago entrega de la espada familiar para que los espíritus de nuestros
ancestros te ayuden en tu misión.
J: -No.
No merezco tal honor y responsabilidad.
M:
-Insisto. Debes luchar con nuestra espada para dar gloria a la familia.
J: -No
puedo aceptarla. Debería ser mi hermano mayor el que la empuñara, y no yo.
M:
-Sabes que eres mejor espadachín que él. Aunque te duela, sabes que le
superaste con creces en los entrenamientos.
J: -Ni
volviendo a nacer un millar de veces podría llegar a honrar tanto a nuestros
antepasados. No soy digno.
M: -Si
no puedes honrarlos tú, significa que esta familia está condenada al deshonor y
a la vergüenza.
J: -De
acuerdo. Si así lo quiere mi destino, empuñaré la espada para mayor gloria y
honor de nuestro nombre.
Pero
bueno. Así fueron solo las primeras veces. Luego la cosa se volvió costumbre y
para ahorrar tiempo y parafernalias se acabó convirtiendo en esto.
M:
-Acepta este plato de arroz.
J: -No.
M: -Sí.
J: -No.
M: -Sí.
J: -No.
M: -Si.
J:
-Vale.
Pero la
cosa no quedaba aquí. A cada paso que dábamos nos encontrábamos con situaciones
que nuestros personajes deberían poder hacer de forma automática pero que el
director insistía en que interpretáramos a pesar de que nosotros, como personas
occidentales modernas, no teníamos ni repajolera idea.
Master:
-Os encontráis frente al gran daimio del clan erizo. Es un tío importantísimo y
sus guardaespaldas están preparados para cortaros la cabeza ante cualquier
mínima falta de respeto. ¿Qué hacéis?
J: -Me
inclino ante él haciendo una reverencia.
M:
-¿Hasta dónde te llega la cabeza?
J:
-Hasta tocar el suelo.
M: -¿Y cómo
tienes las manos?
J:
-Apoyadas con las palmas en el suelo, que si no, no podré levantare después.
M: -¿Y
tu katana?
J:
-Enfundada, en mi obi*
*En
este juego no se puede decir “cinturón”, ni “cinto” ni “faja”. Hay que decir
obi o es un deshonor y una ofensa a la cultura japo… rokuganesa, perdón.
M:
-¿Qué? ¿Te presentas ante un daimio con la espada a tu alcance?
J: -No,
no, que va. La tengo en el suelo, a mi lado.
M: -¿A
qué lado? ¿Izquierdo o derecho? ¿Y con el filo hacia dentro o hacia fuera?
J: -¡Y
yo que mierdas voy a saber! ¡Yo he venido a jugar a esto por las gheishaaaaas!
Y
claro. Tales situaciones acababan creando un desgaste y al final volvíamos a
empuñar hachas y mazas para aplastar cabezas de orcos en los clásicos mundos de
mazmorras y dragones.
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Y aquí la típica espadachina rokuganesa. |
Y
ahora, a modo de conclusión, me gustaría decir que poco después de esto llegó a
mis manos el libro de Miyamoto Musashi y comencé a interesarme por la cultura
japonesa de la época y me tragué varias pelis de Kurosawa (hubo un año concreto
en la historia de España en el que si decías que te gustaba Kurosawa follabas
un montón) para descubrir que mis samuráis de RuneQuest se parecían bastante
más a los originales que esos otros de melena al viento, lazos de seda y flores
de cerezo cayendo a su alrededor.
Y ahora
los defensores me dirán que Rokugán no es Japón y que por ello pueden tomarse
las licencias que les dé la gana, a lo que yo les responderé que lo que pasa en
Rokugán es que están todos ama****nados.