La última
vez que acudí a mi librería frevorida a por otro libro de la saga de Gotrek y
Felix, me encontré, así por sorpresa, con dos libros protagonizados por el
Vidente Gris Tanquol y su guardaespaldas Destripahuesos. Hasta el momento, el
hechicero skaven no había sido más que un secundario que acumulaba un fracaso
tras otro en la saga de los dos héroes creados por William King y al verlos
pensé “Mola. Tanquol a pleno rendimiento” Pero la cosa no iba a ser tan bonita
para él a pesar de eso. Os cuento así muy por encima:
Los
libros están escritos por un señor llamado C.L. Werner que además de dedicar el
primer libro a William King, sigue con su estilo de escritura en los dos
volúmenes, es decir, divide el libro en capítulos que a su vez están divididos
en pequeñas partes en las que se alternan los diferentes personajes que
aparecen en ellos. Eso hace que la lectura sea muy rápida y entretenida, además
de que se evita que todo el texto se centre en los sakvens, que os aseguro que
al final agobian.
El
primer volumen se llama simplemente “El vidente gris” y trata sobre cómo a
Tanquol, después de su incapacidad para robar el “Espíritu de Grungi” y de
haber provocado una guerra civil en la ciudad del clan Moulder, es llamado por
el mismo consejo de los trece en Plagaskaven que le encargan recuperar un
poderoso objeto que se halla en el subsuelo de Altdorf. Lo que Tanquol no sabe
es que el objeto tiene trampa, el ayudante que le asignan quiere traicionarle y
todos sus contactos en Altdorf le quieren muerto excepto uno que, por supuesto
Tanquol cree que es el traidor; como tampoco nadie sabe que un grupo de
contrabandistas humanos se han hecho con el objeto por pura casualidad y que un
poderoso hechicero también anda tras él. Un follón digno de cualquier película
de Esteso y Pajares pero cambiando a las suecas en topless por hombres-rata
mutantes.
El
segundo, llamado “El templo de la serpiente” tiene lugar en Lustria, tierra de
los hombres lagarto y tiene como principal aliciente a éstos mismos. Si la
psicología skaven llama la atención por su eterna paranoia y necesidad de sacar
provecho de todo a cualquier costa, las mentes frías y sincronizadas de los
eslizones y saurios resultan igualmente curiosas, además de la “gran matemática”
que rige el universo en la que piensan los slann. Pero vamos al libro. Como
decía, Tanquol es enviado a Lustria junto con un contingente de skavens del
clan Eshin (los ninjas) para eliminar al profeta de Sotek, un poderoso
hechicero eslizón. Al mismo tiempo, un barco mercante humano a la deriva llega
a las mismas costas y ambos grupos, sin saber el uno del otro, se dirigen al
templo de Sotek. Y lo que suele pasar: Dinosaurios, traiciones, plantas
carnívoras, traiciones, muertos vivientes, traiciones… Todo ello en un relato
en el que Tanquol parece un personaje cómico más que el terrible y malvado
hechicero de anteriores libros, con unas reflexiones acerca de sus errores
dignas de Groucho Marx.
Y
concluyendo solo me queda decir que ambos libros son entretenidos, que al fin y
al cabo es lo que uno espera encontrar en la literatura fantástica, sin
lecciones de moral ni grandes reflexiones sobre la vida y la amistad (como
dicen que hacía Tolkien pero que yo nunca ví), que se leen rápido y bien.
¿Alguien da más?
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