Aunque
ahora está muy de moda el tema de la gamificación, educar jugando y hasta las
editoriales más notorias de este mundillo se han hecho eco de ello publicando
juegos de todo tipo para los más pequeños, debo reconocer que a mi me cuesta.
Será que soy un old school, que no me gustan demasiado los niños o simplemente
que soy vago, pero no me veo dirigiendo a los peques, a excepción de mi propia
hija, claro, que queda eximida de todos mis defectos arriba nombrados. Creo que
los niños reúnen todas las características de los jugadores adultos que no me
gusta tener en la mesa (no se enteran del reglamento, se distraen con
facilidad, tienen ideas de bombero y se levantan de la mesa de repente y se
largan sin decir adiós), por lo que ni me lo planteo; lo que no significa que
no me guste que lo hagan otros. Los juegos de rol son lo mejor y los más
pequeños merecen jugar, aprender y superar a los que vamos de enteradillos. Es
ley de vida. ¿Y a que viene esta reflexión así tan de repente? Pues a que este
fin de semana, dentro de los eventos que organiza el Festival Natura, asociación
dedicada a la cultura y los valores ecológicos, había una partida de Pequeños
detectives de monstruos a la cual llevé a mi pequeña (aunque ya es mi mayor) y
de la cual me gustaría dejar aquí mis impresiones.
La
encargada de dirigir la partida fue Desiree CM, conocida en Novelda por su
participación en ambas ediciones de las jornadas Novelda Rolea dirigiendo con
gran éxito y notoriedad ese mismo juego y por lo cual fue convocada para el
evento aquí descrito. Llegó acompañada por su pareja, Unai Rojo, con el cual
siempre es un placer coincidir e intercambiar opiniones acerca de este
mundillo, para el cual siempre tiene un punto de vista crítico, lo cual es de
agradecer entre tanto “buenismo” y “aquitodovaleismo porqueestoesunhobbyminoritario”
que reina por las redes sociales y jornadas en general.
En la
mesa de juego esperaban media docena de niños rodeados por padres curiosos que
no paraban de hacer fotos a tan insólita escena en la que pude observar, por
ser oriundo del lugar, que uno de los niños era de esos algo complejos; de los
que se mueven y hablan mucho y siempre están haciendo trastadas como estornudar
muy cerca de tu vaso en los cumpleaños e interrumpir conversaciones con madres
sexis aún sacrificando su propia integridad física. Y sentí miedo por Desiree.
Tanto, que aproveché que tenía que hacer unos recados y salí con Unai para
tomar el aire y charlar. Volvimos pasada más de media hora y cuando entramos de
nuevo a la biblioteca estaba convencido que donde habíamos dejado una sala
dedicada a la literatura encontraríamos un enorme cráter humeante con Desiree
en el centro hecha un desastre, a lo Yamcha, pero no. Los niños seguían sentados
en sus sillas, atentos a la partida, participando y divirtiéndose. Lo estaba
consiguiendo y con matrícula de honor. Y no por casualidad.
Desiree
es una persona con una sensibilidad extraordinaria, con una paciencia
envidiable (sobretodo para los que no tenemos) y que por algún motivo, llámalo
magia, llámalo saber hacer, es capaz de hipnotizar a su mesa de juego, por muy
dispersos que sus jugadores sean. Además de eso, tuvo que dirigir una partida
basada en un cuento que la gente de Festival natura le había proporcionado, con
lo cual tuvo un extra de trabajo adaptando el juego y para colmo todos los
componentes (dibujos, fichas, pegatinas…) se los había currado a mano. Toda una
trabajina que supo aprovechar para llevar la partida a buen puerto. No es de extrañar que mi hija,
la cual olvida los nombres con facilidad, la llame “la profesional”.
Finalmente,
con la tranquilidad del trabajo bien hecho llegó la hora de marcharnos, momento
en el cual la mujer responsable de la biblioteca (también llamada “bibliotecaria”)
se acercó admirada a la profesional y le preguntó “¿Y como se llaman estos
juegos?” a lo que Desiré, hinchando pecho y sin titubear le respondió “juegos
de ROL”, así, de golpe y sin vaselina, por si la mujer albergaba algún
prejuicio con el término. Y así, rematado el trabajo, se marcharon camino a su
lugar de origen envueltos en brumas.*
*Cuando
digo “brumas” digo “humo del tubo de escape”. Era por hacerlo más poético.
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