jueves, 3 de julio de 2014

Cthulhutech: El regreso al rol de siempre



La humanidad contra lo desconocido, el alma matter de este juego

La primera vez que oí hablar del juego de rol Cthulutech, mis ojos se abrieron tanto que me entró una mosca en el cerebro. Ver a mis queridos Mitos de Cthulhu en una coyuntura futurista en la que la humanidad los combate a base de robots gigantes y armas de energía me parecía lo más apetitoso del mundo, por lo que esperé pacientemente a que Edge Entertainment publicara el libro. Y lo publicó. Y lo puso a 55€ del ala. Y di media vuelta y me marché por donde había venido. Y ahora diréis “Oh, mira, ya está el catalán este racaneando con el dinero”. Pues sí. Desembolsar 55€ en un juego del que solo había visto la contraportada y al que posiblemente nunca iba a darle uso me parecía un exceso, por lo que la unión de primigenios y mazinguers dejó de parecerme tan atractiva. Hasta que…

En una de mis habituales visitas a una famosa tienda de cómics de Alicante que comienza por Ate y termina por Neo (no quiero hacer publicidad), encontré en el cajón de los rechazados un ejemplar del juego por solo 12€ ¡12€! Vale que tenía el lomo roto y olía a vómito, pero por ese precio no podía dejarlo escapar. Y me lo llevé. Pero…
¡Coño, que vienen los primigenios!

Cuando llegué a casa y comencé a hojearlo descubrí que el juego era muy Tech pero poco Cthulhu. Parecía que las referencias a la obra de Lovercraft eran mínimas mientras que había robots para aburrirse uno, y ello me decepcionó. Quizás me ilusioné demasiado al esperar una “Llamada de Cthulhu” con reglas para el futuro, pero el caso es que el juego no me emocionó como esperaba y lo deposité en una estantería para que languideciera por los años de los años. Y entonces…

Buceando por internet me topé con “El portador del hielo”, un módulo cortito y sencillo de leer, creado por un tal Carl Warmsley y que con un simple vistazo arrojó luz sobre el galimatías que me había parecido el libro. El modulo combina la investigación con la amenaza alienígena, de las sectas y como no, con la acción propia del robot contra el monstruo. De pronto me entraron unas ganas terribles de dirigirla y comencé a pensar, como no, en hacerlo vía Comunidad Umbría (web dedicada a jugar a rol, para quien no lo sepa). Y entonces un día…
No pasa nada. Tenemos robots por un tubo.

Paseando por un conocido centro comercial que no voy a mentar pero que empieza por Carre y acaba por Fur, me topé con un antiguo compañero de roleos que iba acompañado por su novia y cuando les hablé del juego ambos parecieron emocionados (Si, ella también. ¿Qué queréis que os diga?) y, oh casualidades de la vida, al día siguiente me encontré en otro lugar (no suelo pernoctar en los supermercados) con otro de los viejos roleros que parecía ansioso por jugar. ¿Casualidad? ¿Destino? ¿Primigenios? Y con esos tres y uno más (de las nuevas generaciones) que me saqué de la manga, logré sentar a un grupo de jugadores alrededor de la mesa. Y como no…

Quedamos para crear personajes y a medida que iba describiendo la ambientación del juego, la chica (por lo visto aficionada a los mangas modernos) iba sacando relaciones con títulos varios, con lo que yo pensaba “Mierda. Ésta va a ser la típica listilla que luego me saca pegas de todo por saber más que yo. ¿Dónde han quedado los tiempos de Ranma y Alita?” Pero no. Fuera por miedo (le duplico en peso) o por respeto (le triplico en edad), no dijo ni mu y ya veis…
Bajo del mar, hay bailarinas, son las sardinas, ven a bailar.

Jugamos “El portador del hielo” con un índice de buenrollismo más que aceptable e incluso hemos comenzado la segunda parte, llamada “El mapa a cualquier lugar” con la que mantengo la esperanza de poder continuar, y terminar, y comenzar otra cosa como el Dragonage, y quién sabe…

El caso es que ahora, a la vejez, he conseguido reunir un pequeño grupo para jugar en mesa, y ello me hace pensar en que puede que no fuera tan difícil. Quizás la clave estaba en las ganas de jugar, simplemente; en elegir un juego adecuado dejando de lado la afección por los clásicos o los mejor valorados y, como no, en poner droga en las galletitas que les saco, para que vuelvan a por más, que lo vi en un programa de esos de ratas que echan en el Discovery Chanel.

9 comentarios:

  1. hola perdona un apunte,

    el básico costaba y cuesta 35 €, creo.

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    1. Es cierto. Cuesta 35€, pero nada más salir costaba a 45 (40 por prepedido)
      Ni pa ti ni pa mi, venga.
      Gracias por pasarte por aquí, comentar y participar.

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  2. Enhorabuena!

    Si se piensa, para jugar hacen falta jugadores y ganas. Si los jugadores no tienen ganas, va a ser casi imposible llevarles a la mesa (y lo harán por aburrimiento, compromiso, etc.). Sí un juego ilusiona al máster, es posible que transmista esa ilusión a sus candidatos a jugadores. Y si los jugadores tienen ganas de jugar... la partida está servida.

    Dicho esto, cada grupo es un mundo... hay gente a la que le ilusione jugar a algo recién publicado y gente a la que le ilusione jugar a algún juego antiguo, porque se sienten cómodos con él, les trae buenos recuerdos o simplemente les gusta. Pasa parecido con la música.

    En tu caso parece que has dado con un juego que te ha llenado de ganas de jugar, le has transmitido esa ilusión a tus jugadores y además has dado con un juego que les ha parecido bien probar.

    Se me ocurre que todo esto se resolvía antes más fácilmente cuando, de niños, se decidía a qué se jugaba en el patio del cole. "A esto", "no, a esto no". "Pues yo no juego", etc.

    En cualquier caso, enhorabuena de nuevo! Esto demuestra que nunca hay que tirar la toalla (el que no quiera tirarla, claro).

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  3. ¿Has renunciado a arbitrarlo en Comunidad Umbría? (Ojitos, ojitos)

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    1. No he renunciado, pero creo que ya va siendo hora de que empecéis a mandarme jamón.

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