miércoles, 31 de diciembre de 2014

Los castores zombis: El peliculón





Hacía tiempo que no me decidía a poner una crítica de cine, pero después de ver esta Castores Zombis (Zombweavers en inglish), no me he podido resistir y he pensado en volver a la carga con algo de cultura, que ya está bien de exponer mis mierdas en público.

La película trata sobre unos castores que son zombis, claro; y que tienen la característica de que aquellos mordidos por ellos se convierten a su vez en castores zombis. Tal premisa puede traernos a la memoria la magnífica Ovejas asesinas (Black Sheep) que se estrenó hace ya algunos años, pero no. Ni de coña, vamos. Y no me enrosco más para dar paso al análisis en sí.

Un grupo de adolescentes deciden ir a pasar unos días de asueto en un paraje natural preciosos y aislado. Entonces, a los 13 minutos y 41 segundos, una de las chicas enseña las tetas. Y fin de la película.
A los 14 minutos ya se ha acabado lo bueno

Vale, luego hay como una hora más de metraje, pero es absolutamente prescindible. Y ya está. Buenas noches queridos lectores.
Otra escena interesante de la peli.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Que alguien venga, y me la chu...





Estoy en crisis. Lo reconozco. 

He superado la barrera psicológica de los 35, y eso es crisis. 

He conseguido la estabilidad económica suficiente para ir a la tienda de rol y comprarme el juego que me dé la pu** gana, pero sé que posiblemente no podría ni estrenarlo, y eso es crisis.

He mantenido un blog activo durante más de cinco años y cuando me encuentro con otro más nuevo y con diez veces más de seguidores, sé que es por ser mejor que el mío, y eso es crisis.

He creado aventuras maravillosas en mundos fantásticos que nunca se jugarán; he comenzado a escribir más libros de los que podría terminar aun teniendo la moral para hacerlo, y cada vez que me siento triste y desempolvo la guitarra descubro que ya he olvidado lo poco que en algún día supe. 
Y todo eso es crisis. 
Vaya si lo es.

Y como estoy en crisis me planteo cosas, cambios, puntos y aparte, giros radicales y desapariciones enigmáticas; pero todo ello implicaría un mínimo esfuerzo por mi parte y ya no estoy dispuesto a permitirlo. No, porque estoy en crisis. Crisis personal, crisis creativa, crisis de valores, crisis de cojones…

Lo que yo ahora necesito es tumbarme y ver pasar las nubes, oír las risas lejanas de los niños y saludar al lechero cuando pase a tirarse a la vecina de abajo. 
Necesito que me lo den todo hecho, que vengan a mi casa a dirigirme partidas y con personajes pregenerados a poder ser y que las reglas se los aprendan otros. Yo tiro los dados que me digan.   
Necesito ser, pero no estar ni parecer. 
Necesito una felación, aunque sea de rol.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Cosas que ahora hago (no se me ha ocurrido un título mejor)



Los más avispados del lugar habréis notado que la actividad del blog ha descendido considerablemente estos dos últimos meses (desafío aparte) y aquellos que me conozcáis un poco sabréis de mi segunda paternidad y de mi viaje a la India en busca de la iluminación espiritual. Vale, lo de la India no es verdad, pero sí que he sido padre otra vez y ello me tiene algo ocupado últimamente. 
Así que he tenido que darles una patada (con lágrimas en los ojos) a mi grupo de rol, guardar las miniaturas en una caja de zapatos gigante (calzo un 48, así que sin problemas) y guardar los dados en lo más profundo del más profundo de los cajones para evitar ingestiones accidentales en estos meses venideros. ¿Significa esto que tiro la toalla del frikismo? Pues no, porque si tiro esa toalla me tiro a mí mismo y luego ya no sabría qué hacer con mi vida. Bueno si, pero no me gusta la idea de rendirme a las comodidades del fútbol los domingos, el almuerzo en el bar y otras actividades socialmente aceptadas pero que me resultan terriblemente aburridas tan solo de imaginarlas.
Es por ello que he pasado de ser un miembro activo de la comunidad rolera y jugona en general (cuando digo activo me refiero a ir a tiendas, saludar a gente señalándoles con un dedo y jugar a cosas muy de vez en cuando) a convertirme en una especie de espectro que se arrastra por estanterías poco iluminadas y páginas de internet poco recomendables para aquellos que están libres de la melancolía de tiempos pasados, que no mejores.

¿Y a qué viene todo este divagar? Os preguntaréis mientras os arrancáis las camisas de cuajo con vuestras siluetas recortadas en el resplandor de los relámpagos. Pues a nada. Es escribir por escribir. Escribir por reafirmarme como individuo que existe, al menos un poco. Escribir para que no venga nadie a decirme que ya no escribo y se gane una buena ostia. Y también deciros que la lotería de navidad no me va a tocar porque no pienso gastarme ni un duro en algo que, probabilidades en mano, es equivalente a enroscar un billete y metértelo por el culo. En lugar de ello he preferido  ir a lo seguro y hacerme con uno de esos jueguecillos que vienen en cajas y que tanto parecen gustar a los jóvenes de hoy en día. El Zombie Kids, concretamente; un sencillísimo juego de tablero cooperativo donde hay que evitar una invasión zombi cerrando con candados todas las puertas de un cementerio atestado de estos típicos muertos vivientes. Un jugo sencillo y divertido con el que espero jugar con mi hija (mayor) en estos fríos días navideños.
Y aquí el juego en si mismo