jueves, 7 de octubre de 2010

Hace poco acudí a una tienda de gafas (donde por cierto, me atendió Ahvin, de un blog amigo) para comprarme unas gafas de sol. Yo las compré pensando que adquiría un producto normal, sin nunguna característica sobrenatural ni nada así... Pero me equivocaba.
Al principio noté que veía reflejos o destellos claros de cosas que no veía a simple vista. Pregunté a la chavala y me dijo que era normal, porque en el proceso de filtrar la luz bla, bla, bla... Y seguí con mi vida.
Pero a medida que me iba adaptando a las gafas comencé a ver algo más que reflejos. Por el rabillo del ojo veía sombras fugaces que huían cuando trataba de fijarme en ellas, y algunos objetos se veían oscuros y retorcidos a través de las lentes.
Yo no soy una persona supersticiosa, ni creo en fantasmas ni chaorradas paranormales por el estilo, pero la situación comenzaba a asustarme. Las gafas me aterrorizaban cada vez más, pero el dinero que me habían costado me impedía deshacerme de ellas.
Finalmente, cuando ya me veía acosado por figuras y formas oscuras completamente opacas que aparecían desde todas partes, me tragué mi escepticismo y se lo dije a mi mujer.
Me propuso limpiar los cristales y el problema desapareció.
Y es que incluso los misterios en apariencia más insondables acaban teniendo una explicación razonable.