jueves, 19 de diciembre de 2019

El precio de la fama

Mmmm… ¿Hola? ¿Se ha marchado ya toda esa gente? Parece que sí, así que voy a asomarme de nuevo al blog para contaros algo, fieles lectores de siempre, que me ha dejado un poco perplejo.
Y es que resulta que la última entrada del blog, justo la que tenéis debajo de ésta se viralizó, que es eso que pasa en internet cuando algo llega a mucha más gente de la esperada y resulta ser un “éxito”. En este caso fue compartida (no por mi) en un grupo de facebook dedicado a los juegos de rol y desde allí (y creo que también desde twitter pero en menor escala) comenzaron a llegar visitantes que por lo general no se pasan por aquí ni perdiéndose. Y como no, llegaron comentarios al blog y fuera de él y algunos me sorprendieron de forma especial, haciéndome reflexionar sobre algunas cosas del escribir.
Por un lado debo decir que me dejó perplejo la cantidad de gente que se tomó la entrada de forma literal. Pensaba que mi tono de escritura dejaba claro que esto no va del todo en serio y por si las moscas el título del blog va siempre por delante, pero no. Gente llamándome llorica, diciendo que menudo drama e incluso me pusieron un meme donde se veía a aun señor que no sé quien es, llorando.
Por otro lado me encontré con varias opiniones poco afortunadas sobre mi forma de escribir; que si soy muy enrevesado, que si no se entiende nada, escritura poco clara… Hasta un tipo aseguraba no haber podido pasar de la séptima línea.
Y luego, también, los que hacían sugerencias poco amables sobre el aspecto general del blog. Que si el texto no está justificado, que si la fuente y el tamaño lo hacen difícil de leer, que si el aspecto en general está muy anticuado… En fin. Lo que viene a ser mirar por la ventana ajena y protestar porque en la tele no ponen lo que a uno le gustaría. No sé si se ha entendido esta comparación. Seguramente no, porque escribo tan mal y me disperso tanto… Pero voy a lo que iba, que es mi reflexión sobre todo esto.

Mi reflexión sobre todo esto es que menudo coñazo debe ser escribir en un blog popular, de esos que leen cientos de personas, comentan y opinan. Teniendo en cuenta la cantidad de gente que procesa de forma literal lo que lee, que es incapaz de adaptarse a otros estilos (quizás peores, no voy a echarme ninguna flor que no sea venenosa) y que no tiene del todo claro que cuando algo es gratis lo mejor es callarse o por lo menos bajar el tono de las sugerencias.
Porque una cosa es cuando escribo algo que decido publicar en papel y por lo tanto hacer pagar por ello, en cuyo caso debo trabajar lo máximo posible por ofrecer algo de calidad, bien acabado y como no, aceptando las críticas, agradeciéndolas y aprendiendo de mis errores; y otra muy distinta escribir por ocio en blogs, redes sociales y otras formas de entretenimiento efímero.
Por eso no entiendo a los “blogueros de éxito”, a los youtubers e instagrammers que tendrán a cientos de personas agazapadas esperando para saltar sobre sus yugulares tratando de hacer algo de sangre con algún misterioso propósito, quizás el de formar parte de algún modo, aunque sea el peor modo, de la existencia de esos personajes públicos.
Por suerte yo no estoy entre ellos, ni en un lado ni en otro, y puedo prometeros, oh lectores fieles de siempre, que seguiré esforzándome por hacer las cosas lo suficientemente mal y no llegar nunca a ese punto. La gente esa tan rara, para quien la quiera.

¡Ah! Y por si tardo en volver a aparecer por aquí… ¡Feliz año nuevo!

Que este señor os traiga muchos regalos.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Tormenta de nada.



Tengo que reconocer que esto se ha ido al carajo. Aunque pensándolo empíricamente, que no sé qué significa, nunca ha dejado de estar un poco en el carajo. Este blog nunca ha llegado a despegar, dejando de lado los primeros años en los que contaba con algunos amigos y compañeros de afición como lectores y ese repunte que tuvo en la época del Google+, nunca fue algo para tirar cohetes. Y ya van diez años de blog, no os creáis que acabo de llegar...
Comencé a escribir azuzado por eso que se decía en la época de que “los blogs están muertos” y ahí me tiré de cabeza, por mi amor a las cosas decadentes, olvidadas, inútiles… y aquí sigo diez años después, sin un número significativo de lectores, sin apenas comentarios que llevarme a la boca, sin “feedbacks” ni “hypes” ni otras cosas de esas modernas que hacen populares a los contenidos de internet.
Pero ya he reflexionado muchas veces sobre las causas de esto. Que si empecé en mal momento… Que si los contenidos son demasiado dispersos… Que si escribo mal y a nadie le interesan mis mierdas… Y no voy a seguir por ese camino, lo juro. Lo que voy a hacer va a ser sintetizarlo todo con un ejemplo de algo que me pasó hace muy poquito y que resume muy bien no solo el sentido de este blog, sino mi vida en general.

Hallábame yo ejerciendo mis obligaciones laborales casi empezando mi jornada intensiva de 12 horas divididas en dos fracciones mañana-tarde para mayor comodidad de mis viejos y cansados huesos cuando mi teléfono móvil me notificó una notificación, válgame la redundancia. Al abrir la tapa del aparato me encuentro con que he recibido un mail de una chica, lo que hace que me lama la palma de la mano y me la pase por el pelo instintivamente. Al leerlo descubro que ésta se ha puesto en contacto conmigo ya que forma parte de una nueva editorial rolera llamada Shadowlands y quieren contar con el apoyo de mi blog para reseñar sus nuevos productos, basados en la quinta edición del D&D. Y aún no jugando a esa edición me siento profundamente halagado ya que en secreto siempre he sentido cierta envidia de esos blogs a los que una o varias editoriales eligen para ser sus reseñadores oficiales. Y fantaseo, como no.

Cierro los ojos y me imagino recibiendo cada mes una caja con libros que analizo con profesionalidad y reseño exhaustivamente, cuyas visitas van aumentando, las ventas de esos libros creciendo y debido a la fuerte conexión entre blog y editorial terminamos forjando una alianza irrompible. Lo demás ya lo imagináis: hordas de jugadores peregrinando hasta mi casa para que les dirija campañas que no piensan abandonar a medias por nada del mundo, bragas y sujetadores colgadas en mi puerta todas las mañanas, sacrificios en mi honor, baile y jolgorio en celebraciones narcotizadas por el efecto de las drogas y los dados de veinte trucados… Pero me dura poco la alegría.

Al cabo de unas semanas comienzo a ver reseñas de “Tormenta de fuego” (así se llama el libro) en otros blogs y páginas especializadas. Al principio son los habituales y no me puedo quejar ya que tienen enormes audiencias y no me extraña que también se lo hayan ofrecido, pero poco a poco la cosa se va volviendo extraña. Comienzo a ver reseñas del juego en blogs no especializados en el rol, como los dedicados a wargames, empiezan a aparecer en páginas que ni conocía, blogs que llevaban meses o incluso años abandonados, comentarios en las redes sociales diciendo cosas como “Fijaos, me han regalado un juego a pesar de que abandoné mi blog rolero hace quince lustros” y cosas así que hacen que pierda esa ilusión de exclusividad que me creé yo solito y termino aceptando que no soy especial para nadie, sino un mediocre más. Desgraciadamente, siempre se puede caer más bajo. Ya veréis, ya.

Pasan los días y no dejo de mirar mi buzón al llegar a casa, esperando que por lo menos, siendo más o menos exclusivo el libro me mole, pero no llega. Pasa una semana, dos, tres… Todo el mundo ha reseñado el módulo ese en sus blogs, canales de youtube y podcasts excepto yo, porque ni lo he olido. Supongo y temo no equivocarme, que esa editorial llamada Shadowlands dedicó una parte de la tirada inicial, treinta o cuarenta libros a promoción y yo estaba el número cuarenta y uno. Y me quedé fuera. Como siempre. Con la ilusión hecha para nada. Con los sueños construidos para ahora poder sentarme y ver como se deterioran y se caen, convertidos en polvorientas ruinas roleras. Como todo en esta vida ya. Que asco me da todo a veces, joder.

He aquí mi ejemplar del libro.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Los fantasmas del rol (Parte 4 y última)


Última noche de visitas fantasmiles y ya ni me quito la ropa de trabajo. Me limito a sentarme en la cama y a esperar. El reloj marca las once y cincuenta y nueve y reconozco que estoy un poco nervioso. Lo de los fantasmas del rol empezó medio bien pero al final me están metiendo mucha caña y el del futuro... A saber qué me cuenta y donde me lleva. El reloj marca medianoche y espero. Espero. Espero... Pasan justo cincuenta y nueve segundos cuando noto que algo sale de debajo de la cama, me agarra de los pies y me estira hacia abajo. me resisto pues eso no son maneras pero es fuerte el cabrón y me lleva con él. Pero lo peor es cuando le veo. Allí, debajo de la cama, en penumbra, me hallo ante un tipo raro, calvo y con greñas rizadas que le caen sobre los hombros, un parche en un ojo y lo que parece una pata de palo. Me asusto y trato de huir pero me inmoviliza con una llave de aikido. Me revuelvo y volcamos la cama. Abre la boca y casi no tiene dientes, huele raro, respira con dificultad. Mal rollo. No sé qué está pasando y entonces grita:

-¡Soy tu fantasma del futuuuro!
-¡Joder qué te ha... qué me ha pasado!
-¡Muahahaha! -rie como un lunático-. Aquello que tu te has buscado, joven yo. 

Entonces me da una sonora colleja y aparecemos en un cuartucho oscuro, iluminado solo por la luz de la luna que entra por una rejilla de ventilación. Huele mal. A papel mojado y animal muerto. 

-¿Donde estamos? ¿Qué es este sitio?
-Un habitáculo de almacenamiento de recuerdos -me dice.
-Joder, que futurista suena eso.
-En realidad es como yo llamo a los almacenes de alquiler.
-¿Me estás diciendo que es uno de esos almacenes que la gente alquila para guardar la basura que no le cabe en casa?
-Exacto.
-¿Como el programa ese de las subastas?
-Exacto.
-¿Me estás diciendo que yo vivo aquí?
-Yo no diría vivir exactamente. Digamos que el rol en el futuro ya no tiene sentido en tu vida ni como entretenimiento personal, así que has tenido que alquilar uno de estos sitios para guardar tus libros, muñecos y demás. Y regularmente vienes aquí a mirarlos, en busca de recuerdos de tu vida pasada, seguramente lleno de arrepentimiento por no haber hecho las cosas de otra manera.
-Entiendo... Es bastante triste.
-¿Triste dices? Todos tus libros están amontonados, algunos cogiendo polvo y humedad por falta de fundas protectoras.
-Ya veo... Hay un buen montón ahí en la esquina. ¡Oh! Veo que conseguí el Traveller al final. El de la cajita negra. Pero oye... ¿Como es que yo no salgo en esta visión. Normalmente estoy presente en la escena.
-¿Quien te ha dicho que no estás? -me dice el fantasma mirándome fijamente con su ojo bueno en un tono siniestro a la par que señala con su huesudo dedo a algo que sobresale bajo los libros y cajas de muñequitos.

Y al acercarme a mirar compruebo que de entre el montón sobresale un brazo agarrotado, muerto, sosteniendo todavía entre sus dedos rígidos la carpeta con las hojas de personaje acumuladas durante los buenos años de juego. Y se deslizan de sus dedos el guerrero yelmalita de Marcos, el mago nigromante de Cristian, el psiónico de Joan, el bribonzuelo de Ángel... Personajes muertos por la inactividad, por la falta de juego, por el deseo asfixiado bajo una pila de prejuicios, manías y aires de superioridad frente a una realidad cambiante que nunca quise aceptar. Como la pila de libros viejos, algunos jamás usados que ahora servían de tumba a ese yo del futuro que yacía enterrado, muerto sin llegar a comprender el porqué de su desgracia.

-No pongas esa cara. Sabes que eso te podía pasar.
-Es verdad. Siempre he sido un inútil montando estanterías.
-Siempre has sido un inútil haciendo muchas cosas, pero por eso hemos venido. Para darte una segunda oportunidad y que no acabes así.
-Ahora lo entiendo… ¿Puedo llevarme esa pantalla del Stormbringer?
-Una ostia es lo que te vas a llevar.

Entonces el fantasma del futuro me da una colleja y me despierto en mi cama, empapado de sudor, con medio cuerpo fuera y un pie metido en el orinal. Sabía que no me tenía que comprar ese trasto. No estoy en condiciones de dormir y me levanto, bajo al sótano y me siento en mi sillón, a oscuras. La escasa luz que entra por el ventanuco ilumina lomos de libros y esquinas de cajas que no logro identificar, pero si cierro los ojos puedo oír todavía los gritos de guerra, el entrechocar de espadas, los disparos de blasters y el rugido de algún dragón. Hay tantos buenos recuerdos ahí metidos…

Y finalmente, sea por la somnolencia, la melancolía o por culpa de ese sueño raro de los fantasmas del rol, llego a la conclusión de que los recuerdos siempre estarán allí, que quizás no sea cuestión de revivirlos si no de generar nuevos y apilarlos, unos sobre otros, cronológicamente como una buena colección y dejarse de tanta tontería. Quizás me animo y mañana mando algunos wassaps. Que igual no está tan mal jugar a otras cosas, probar esos juegos narrativos sin dados y sin master, o esos otros que todos son masters a la vez, o aquellos que…

Fundido en negro y fin.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Los fantasmas del rol (parte tres de la tetralogía)



Vaya mierda de día, ya ni me interesa el fresquito del otoño ni leches. Me meto en mi cuarto algo asqueado cuando faltan cinco minutos para las doce y me quedo sentado esperando al fantasma de hoy, que no sé si será el último o no. Aparece puntual como siempre, esta vez por la ventana, supongo que por variar. Se parece bastante a mi en estos momentos, con el cabello corto y engominado para atrás, camisa blanca, tejanos y unas deportivas marca Paredes voladoras. Voladoras porque flota en el aire como entidad, no es que sean un modelo especial ni nada.

-Buenas noches. Soy el fantasma del rol presente. ¿Nos vamos? Tengo un poco de lío -me dice-.
-Claro. te estaba esperando. 

Y sin más dilación, al tocarle la mano nos hundimos en el sótano de mi casa y allí me veo a mi mismo, más o menos ahora, sentado en mi cuartito friki. Un sillón antiguo junto a una enorme estantería repleta de manuales de rol nuevos y viejos, leyendo el Mutant Chronicles de La Factoría iluminado por una lámpara de Goku. En una mesa frente a mí una pila de miniaturas de Warhammer a medio pintar, un juego de mesa montado y notas y apuntes por todos lados. Miro en mi rostro y veo cierta paz, tranquilidad.

-¿Qué te parece esta escena? -me pregunta el fantasma del presente.
-Es... Lo que hago ahora. Leer manuales que difícilmente llevaré a la mesa, pintar muñecos con los que no voy a jugar y... pasar el tiempo, supongo.
-¿Y por qué crees que has terminado así?
-No sé. La edad, la familia, el trabajo, la falta de tiempo...
-¿Otra vez echando las culpas a los demás?
-En cierto modo sí. Ahora la gente juega a juegos de mesa de contar cuadraditos, a rol en vivo, quinta edición de mierda y cuando les hablas de rol clásico te nombran el Vampiro que es super gay y...
-¿Ves? ¿Te das cuenta de que el problema eres tu? Tu momento fue hace veinte años y desde entonces no has hecho más que resistirte a los cambios. Has sido el predicador de todo aquello que ya murió y has despreciado sistemáticamente todo lo nuevo. No has hecho ningún esfuerzo por adaptarte a nada ni a nadie y ahora te has quedado solo.
-¿Y qué otra cosa podría haber hecho si no me gusta nada de lo que gusta a los demás?
-¿Ya no recuerdas al primer fantasma del pasado? ¿Qué te enseñó?
-Que lo importante no es el juego si no la diversión. ¿No?
-No lo sé. Aquí las respuestas tienes que buscarlas tu. Vamos arriba otra vez y prepárate porque mañana viene el último fantasma. El del futuro.
-¿Como que me prepare? ¿Qué le pasa a mi futuro?
-Ya lo verás -me dice con una sonrisa antes de desaparecer.

Y en el próximo y último catípulo.... ¡Llega el misterioso fantasma del futuro!

viernes, 18 de octubre de 2019

Los fantasmas del rol (parte 2 de 4, seguramente)


Cae la noche. Subo a acostarme y me pongo el pijama completo, lo que me da un poco de calor y por ello no me tapo. Me quedo mirando a la puerta a ver si aparece el segundo fantasma pero parece que tarda. ¿Y si lo de anoche hubiese sido un sueño? ¿Y si lo hubiese flipado todo? Pero al mismo tiempo fue tan real... Miro el reloj y faltan diez minutos para las doce. Si a y cinco no ha aparecido, me duermo y que le den. Pero aparece, vaya si aparece, justo a las doce como un ninja melenudo se planta ante mi el segundo fantasma. No cambia demasiado respecto al primero a excepción de la espalda algo más ancha, las facciones más cuadradas y que lleva una barba algo descuidada.
-Hola -me dice-. Soy el fantasma del rol del pasado, pero no tanto.
-¿Como que "del pasado pero no tanto"? -le pregunto algo sorprendido-. ¿No deberías ser el del presente?
-No porque eres tan viejo que necesitas dos del pasado para poder ocuparnos de todas las etapas.
-Pues yo creo que habiendo puesto uno así sobre los veintipocos años habría sido...
-Mira, no he venido a discutir esto. No sabes todo el papeleo que hay que montar para esto de las apariciones como para que tu vengas ahora a opinar sobre algo que no sabes. Venga, dame la mano que te llevaré a un sito guay.

Y así al tocarle damos un salto, no tan lejano en el espaciotiempo como el anterior, pero igualmente sorprendente y mágico. Al aterrizar nos encontramos en una especie de oficinas llenas de mesas con ordenadores algo viejunos, posters de viajes y otras cosas desconcertantes. Pero reconozco el lugar. Es el antiguo casal de la juventud del pueblo donde actualmente resido. No hay ni dios porque presumo que es fin de semana, pero al fondo hay una sala anexa donde solíamos quedar. Está iluminada así que me acerco y miro en el interior. Allí está mi yo barbudo y melenudo sentado a la mesa dirigiendo una campaña de RuneQuest a Esteban, Ángel, Marcos y Manolo. Automáticamente comparo la escena con la vista la noche anterior y veo las diferencias. Detecto algo de tensión en mis movimientos y palabras. Gente nueva que está muy lejos de la complicidad que tenía con mis viejos amigos, la responsabilidad de dirigir algo que les guste, la incertidumbre de si querrán quedar otro día...

-¿Qué te parece? -me pregunta el fantasma del pasado pero no tanto.
-Esto ya no era lo mismo, pero...
-¿Pero qué?
-Quizás no disfruté de estas partidas por el miedo a no encajar.
-¿Hicieron ellos algo para que no encajaras?
-No. Al contrario. Me aceptaron como a uno más del grupo desde el primer día.
-¿Entonces quién saboteó tu diversión?
-Supongo que yo mismo, al preocuparme por cosas más allá de la simple y llana diversión. Por primera vez en mi vida me preocupaba por utilizar bien las reglas, por crear partidas con cierta coherencia lógica, por...

Miro al fantasma con tristeza y me doy la vuelta para salir de allí. Fueron buenos tiempos sin duda, conocí a gente a los que sigo llamando amigos hoy en día, pero no dejé que las cosas fluyeran por miedo, o añoranza, o simple cabezonería.

-Llévame a casa -le digo al fantasma-. Quiero dormir un poco.
Y sin decir palabra me pone una mano en el hombro y aparezco de nuevo en mi habitación. Tenía sueño antes pero ahora no puedo dormirme.


En la próxima entrada... ¡Aparece otro fantasma del rol! ¿Pero cual?

domingo, 29 de septiembre de 2019

Los fantasmas del rol (parte 1 de 4, creo)


Ya llega el fresquito y con él mi época favorito del año. El otoño para muchos es triste, húmedo y sucio; pero yo lo veo como una época de renovación donde todas las cosas comienzan a morir para renacer más tarde o más temprano. En otoño el aire es fresco, el canto de los pájaros (los que nos quedan) más nítido y las lluvias limpian el aire y la tierra de desperdicios varios.
Otoño, como decía. Las jornadas laborales no me dejan tan agotado y puedo permitirme ir a la cama un poco más tarde. Me acuesto casi a medianoche y me tapo la cabeza con las mantitas, que empiezan a hacer falta, cuando noto algo extraño. Me siento observado, como si alguien hubiese entrado en mi habitación y estuviera en silencio, mirandome. La sensación no desaparece así que saco la cabeza y entonces le veo. Justo a los pies de la cama una presencia preternatural que flota a un palmo del suelo con la forma de un joven delgado, vestido de negro y con los largos cabellos moviéndose en el aire, ingrávidos. Estoy a punto de asustarme cuando me mira y habla.

-No te asustes -me dice.
-¿Quien eres tu? Si quieres dinero, no tengo. Y si vienes a por mi alma, tampoco.
-¿No me reconoces, gilipuertas? Soy tú, hace veintipico años.
Entonces me fijo en su aspecto, esas greñas tan bien hidratadas, la delgadez, la expresión impasible en su imberbe rostro...
-¿Y qué haces aquí? -le pregunto desconcertado.
-Soy tu fantasma del rol del pasado -me responde tan tranquilo.
-¿Fantasma del rol? ¿Eso es como los fantasmas de navidad de Dickens pero en..?
-En rol -termina mi frase.
-¿Y qué quieres de mi? ¿He hecho algo mal? ¿Estoy siendo un mal rolero y por eso me queréis hacer reflexionar?
-Algo así, pero no tan serio -me explica-. Es más bien que eres un poco tonto y parece que no te das cuenta de algunas cosas.
-No entiendo...
-Por supuesto que no. Dame la mano y lo verás.
Y entonces me levanto, le doy la mano a la aparición y juntos nos desplazamos a velocidades supersónicas a través del espacio y el tiempo cruzando ríos, montañas, ciudades, años y lustros como si nada. Llego un poco mareado pero al recuperar la compostura miro sorprendido a mi alrededor.

Me encuentro junto a mi fantasma del rol pasado en un garaje de techo bajo junto a un coche plateado. Hay una mesa de ping pong plegada, varios artilugios de electricista y una puerta que conduce al piso de arriba. Reconozco el lugar pues es donde nos reuníamos los viejos amigos para jugar; nuestro santuario durante los primeros seis o siete años de juego. Oigo voces en la esquina más lejana y al asomarme nos veo, en una mesa montada junto a una batería, Joan, Lluis, Marcos, Rafa, Cristian, Ferran y yo, riendo, tirando dados y comiendo galletas. La escena trae tantos recuerdos a mi cabeza que me quedo aturdido, casi emocionado. Los buenos tiempos del rol ante mis ojos, tan real…

-¿Qué te parece? -me dice el fantasma.
-Bueno... Fueron buenos momentos. Jugábamos mal, no entendíamos demasiado las reglas de los juegos ni sabíamos estructurar aventuras ni campañas, pero nos divertíamos muchísimo.
-¿Entonces tienes claro que lo importante aquí es la diversión?
-Por supuesto. Siempre lo he tenido claro. Oye... ¿No nos pueden ver ni oír, no?
-No.

Entonces me acerco y me asomo tras la pantalla del AD&D donde Joan esconde algunos mapas de los Reinos Olvidados y anotaciones totalmente indescifrables. Siempre le dijimos que no necesitaba esconder sus notas pues tenía tan mala letra que era imposible adivinar nada. Después paso por detrás de mi yo anterior y los otros jugadores y me fijo en los dibujitos de las hojas de personaje, las virutas de las gomas de borrar, los dados escasos y gastados... Sin duda eran buenos tiempos.

-¿Puedo tocarles? -le pregunto al fantasma.
-¿Y para qué quieres tocarles? Mira que eres raro -me responde-. Anda, dame la mano que nos vamos.
-¿Ya? Vamos a esperar un poco que creo recordar que ahora venía un combate épico contra unos drow y...
Pero el fantasma parece tener poca paciencia, me agarra por las orejas y en un plisplas me planta de nuevo en mi cuarto, en la actualidad.
-Espero que pienses en lo que has visto -me dice muy serio-. Mañana vendrá otro fantasma y te dará otra lección.
-Lo suponía. He visto la peli de "Los fantasmas atacan al jefe".
-Lo digo porque te pongas los pantalones del pijama para dormir, que se me hace raro eso de ir con un señor cuarentón en calzoncillos por ahí.
Y dicho esto desaparece, me vuelvo a acostar y trato de dormir, sin lograr apartar de mi cabeza tan bellos recuerdos.

En la próxima entrada... ¡Aparece otro fantasma del rol! ¿Pero cual?

miércoles, 14 de agosto de 2019

De wargames y pérdidas de dirección vital


Que el Warhammer es una afición cara lo sabe todo el mundo y que el que no quiera polvo no vaya a la era también, así que aquí no pasa nada y se ha acabado esta entrada. ¿No? Pues no, porque hoy quiero hablar de la KV1 Stormsurge, una  de las miniaturas (por decir algo) más gordópilas y llamativas del Imperio T'au, que son mis bichito favoritos y disertar un poco sobre su utilidad y necesidad en el campo de batalla. Pero antes, un poco de retrospección introspectiva.
Dicen que hace muuuchos años el Warhammer era un juego muy distinto al de hoy en día (como debe de ser) y se jugaba con gran cantidad de infantería y uno o dos muñecos grandes, como dragones o gigantes en el Fantasía y tanques o vehículos de transporte en el 40K. Se dice que en esos tiempos la gente llevaba sus ejércitos metidos en un único maletín y no ocupando el maletero entero de una furgoneta y que poner en mesa una miniatura de peana grande era motivo de asombro y alborozo. Pero eso cambió. Las miniaturas grandes (ogros) se fueron popularizando, los jugadores demandándolas y las buenas gentes de Games Workshop les ofrecieron lo que querían. Cada vez se veían más bicharracos y menos morralla en las mesas hasta el punto que cuando yo comencé a coleccionar mi ejército Tau, aunque lo elegí precisamente por los bellos soldaditos de infantería, la gente ya prácticamente ni los usaba; en las listas de torneo se jugaban los mínimos para ser legales (hay un mínimo para que el ejército sea jugable en torneos) y todo lo demás se rellenada con armaduras crisis, apocalipsis, y tanques. Y así el universo estuvo en equilibrio hasta que llegó ella. La preciosa XV104 Cataclismo.
La preciosa XV104 era la madre de las armaduras de combate. Con un diseño estilizado y elegante, armamento letal y complementos fashion-destructores como un escudo de energía y torretas de misiles inteligentes. Y aunque no era muy amigo de las miniaturas grandes (ya lo he dicho arriba) me gasté los casi sesenta euros que pedían por ella. Solo tocó la mesa de juego una vez, pero no me arrepiento. Disfruté como un mostali montándola, pintándola, incluso imanté las armas opcionales para poder jugar con unas u otras según el rival en mesa. Una experiencia más cercana al modelismo de toda la vida que a los wargames, pero que sin duda me valió la pena. Lo que yo no sabía era que los profesionales del warhammer, esos que siempre piden más, los que juegan para ganar y no por la diversión estaban demandando más. La Riptide se les quedaba pequeña y la llegada de la Ghostkeel en la siguiente edición no les llenó el alma, por lo que los señores de GW contraatacaron con la armadura de combate definitiva, la que dejaría a mi riptide como un juguetito inútil: La KV1 Stormsurge. Ya, ya sé que la había nombrado arriba.
La Stormsurge es algo parecido a una armadura de combate, pero no. Es más bien una torre de armamento con patas que dispara a todas las distancias en todas las cadencias y con potencia de fuego a elegir. No tiene brazos porque no los necesita y la cabeza es tan pequeña que casi arece un adorno. En su conjunto me recuerda a Petra, la amiga de Cobi (joder, la mascota de los juegos olímpicos de Barcelona 92, que todo hay que explicárselo a los jóvenes) que era a su vez mascota de los paralímpicos. La Stormsurge no necesita elegancia ni diseño pues en la guerra no hay necesidad más que de causar muerte y destrucción por lo que donde se pongan dos buenos lanzamisiles que se quite todo lo demás. La Stormsurge es, a día de hoy, el feo martillo justiciero de las mesas de juego. Pero ahora yo me pregunto… ¿Es que ya no quedan románticos en el warhammer? ¿De verdad a la gente le da igual poner en mesa a semejante mamotreto con tal de llevarse la victoria? ¿Estamos perdiendo el norte y vendiéndonos al mejor postor con tal de ganar? Porque la Stormsurge vale algo más de cien euros, cantidad con la que prácticamente podemos empezar otro ejército con un starter de los gordos. ¿De verdad compensa, warhammeros? Miraos al espejo y decidme lo que veis. ¿Es ese señor gordo en lo que soñabais convertiros cuando erais niños?
Y ahora cogeos de las manos (de las propias porque supongo que estáis solos en la vida) y decid en voz alta “Lo importante es la diversión. Las risas son mejores que los puntos de victoria. Me compré la Stormsurge porque estoy alienado. Necesito hacer más ejercicio y ver menos porno. Nadie me quiere no por gordo si no por pedante”. Y ahora coged todas vuestras miniaturas grandes y feas, metedlas en un barquito y lanzadas al mar envueltas en llamas. Redimíos. Volved a la vieja senda del warhammer guay. Sed felices el tiempo que os queda en este mundo, porque somos efímeros pero nuestro recuerdo puede ser persistente si nos lo proponemos.

viernes, 2 de agosto de 2019

Personajes mediocres: Gilby Clarke


Gilby Clarke creció siendo un chaval aficionado a la guitarra que un buen día, sin comerlo ni beberlo debido a que hasta el momento sólo había participado en proyectos menores, se vio metido en una d e las bandas más grandes de la década de los noventa: Guns N’ Roses.
Por aquél entonces los Guns se vieron sumidos en la compleja grabación de su doble álbum “Use your illusion” y a las puertas de una mastodóntica gira con varios problemas en el seno del grupo, el bueno de Izzy Stradlin, guitarrista rítmico de la banda, decidió largarse sin decir ni adiós. Como solución in extremis contrataron a Clarke para sustituirle y allí estaba él, aprendiéndose el repertorio para encarar la gira.
Por lo visto aquello fue una locura de drogas, sexo y desmadre a la que Gilby se sumió como uno más de la banda, aunque no todo el mundo lo vio así. El guitarrista tuvo que afirmar en una entrevista que le tocaba los wyverns cada vez que un fan se dirigía a él como “Izzy” y que a la hora de firmar autógrafos era el último, al igual que pasaba con las chicas que metían en los camerinos. Pero a pesar de vivir a la sombra del anterior guitarrista, Gilby estaba contento pues tenía un contrato que le convertiría en el guitarra de los Guns N’ Roses para el siguiente disco, donde podría componer algún tema y afianzar así su posición en la banda. Pero eso nunca pasó.
Después de la extensa gira, la banda se tomó un descanso que algunos de sus miembros aprovecharía para grabar discos en solitario. Duff sacó el personal “Believe in Me” y Slash el bluesero “It’s five o’clock somewhere”, contando ambos con la colaboración de Gilby en las guitarras. Después llegó el turno a la banda madre que decidió, en lugar de sacar un disco con temas propios, hacer un disco de versiones. Parecía que la huella de Gilby en la banda debería esperar un poco más… Hasta que al año siguiente debutó en solitario.
“Pawnshop guitars” se llamaba el disco que Gilby sacó en 1994 y que contaba, además de con un puñado de buenos temas de rock ligero, con la colaboración de Axl Rose (vocalista y líder de los Guns N’Roses) que hasta el momento se había negado a colaborar con ninguno de sus compañeros e incluso había rechazado solicitudes de colaboración con grandes del mundillo como Alice Cooper. Tanto la prensa especializada como los seguidores de la banda interpretaron ese acto como un lazo estrecho entre ambos y vaticinaron un futuro prometedor para Gilby como miembro de Guns N’Roses. Nada más lejos de la realidad. Ese mismo año Axl Rose lo expulsó de la banda sin una explicación aparente.
El pobre Gilby Clarke se vio de pronto en la calle, con una carrera en solitario que no acababa de funcionar y con una fama que se desintegraba a cada día que pasaba como espuma bajo el sol. Pero como buen músico siguió trabajando. Sacó varios discos en solitario, colaboró con algunas bandas en incluso estuvo metido en el proyecto de supergrupo “Rock star supernova” pero ni con esas. Al final Gilby Clarke ha quedado para la historia como un músico secundario a pesar de su talento, como el eterno sustituto, el que tuvo un golpe de suerte y ganó más dinero que cualquier músico de estudio pero al final nada, todo igual que siempre. Es por eso que lo meto en el saco de personajes mediocres. Larga vida a Gilby Clarke.

viernes, 12 de julio de 2019

De gurús y teorías roleras.

Cuando comencé a jugar a rol, en esa época en la que el mar todavía estaba libre de plásticos, los montes cubiertos de verde y grandes reptiles sobrevolaban el… Bueno, ya me entendéis. Recuerdo que eran tiempos confusos en los que esto de los juegos de rol no era más que una afición rara y minoritaria, los distintos grupos totalmente cerrados y por supuesto, no había ni rastro de internet, ni sus foros, ni sus redes sociales ni blogs o youtubes.

Nuestro grupo rolero (club de rol, como antes se les llamaba) estaba en una zona de la geografía algo complicada pues eramos de un pueblo pequeño donde no podíamos acceder a todo el material que había en el mercado (que no era ni mucho menos tanto como en la actualidad) ni relacionarnos con otros jugadores por la combinación de hermetismo y aislamiento. Quizás al imaginar la situación hoy en día y más si me lee alguien que ronde la treintena (o menos incluso) le parezca un horror, pero no era así para nada. Eramos un grupo de cuatro amigos que se divertían tirando dados alrededor de una mesa sin entender muy bien el concepto de juego de rol, ni el de interpretación, ni el de inclusión social, pero teniendo clarísimo que allí lo importante era la diversión. Diversión y nada más. ¿Y a donde quiero llegar con esta entrada? Pues al punto en el que para algunos, parece ser que los juegos de rol deben ser jugados “bien” y con su buena voluntad ofrecen sus conocimientos a los jóvenes y recién llegados, convirtiendo esta bella afición en algo más serio y logrando, algunas veces, cargarse ese elemento divertido del que no nos deberíamos olvidar. Estoy hablando de los gurús de la teoría rolera. Aquellos expertos en la materia que algunas veces estarían más guapos (incluso) callados.

Me permito volver a mis años púberes de nuevo para un último ejemplo. Jugábamos a rol de una forma libre y eso hoy en día podría traducirse en que jugábamos “mal”. Con 14 o 15 años y sin un referente para enseñarnos como se jugaba a eso malinterpretábamos muchas reglas y nos pasábamos por el forro muchas otras. Eso de interpretar no acabábamos de pillarlo y los trasfondos de personajes se parecían más a relatos que algunos escribíamos de forma voluntaria que a verdaderos conectores con otros pjs o a la ambientación de la campaña. Nuestras partidas se parecían más a gincanas (o como se llame eso) en las que había que pasar por varios puntos resolviendo varios conflictos, que a tramas mínimamente elaboradas y fue a base de jugar, jugar y jugar, exprimirnos mucho el coco para crear algo interesante, conocer a algunos jugadores de fuera y leer otros manuales que fuimos entendiendo lentamente que había otra forma de jugar. ¿Mejor? ¿Peor? Eso no nos importaba mientras siguiera siendo divertido.

Hoy en día, bien entrado el siglo XXI las cosas son muy distintas. Los juegos de rol tienen su pequeño espacio en la red de redes (este blog es un ejemplo de que cualquier mindundis puede escribir sobre ello) y como no podía ser de otra manera han aparecido expertos en el tema que cargados de voluntad y buen hacer, dedican su tiempo de forma desinteresada a explicar a los nuevos jugadores e interesados en el tema en general, como aprender a jugar de forma fácil, rápida y “correcta”. Por supuesto que sí, amigos, hay una forma “correcta” de jugar a rol y para ello se ha creado desde hace unos años hacia aquí la llamada “teoría rolera”. Y ahora que ya llevo media hora escribiendo, voy a entrar por fin en el tema de hoy.

La “teoría rolera”, a partir de ahora la “puta teoría rolera de mierda” o PTDM es una herramienta muy útil para hacer creer a la gente que empieza en esto que hay unas normas a seguir, una forma de jugar “bien” y una serie de trucos secretos que nuestros líderes roleros conocen y nos transmiten para que nuestras partidas, ya seamos directores o jugadores sean únicas y perfectas… aunque ello se logre en detrimento de la diversión, que debería ser la única norma. La PTDM, en mi opinión, no es más que una forma de vanagloriarse y de ver sus “likes” y por lo tanto sus egos aumentados por parte de aquellos que creen que los juegos de rol son algo más serio, profesional y cuadriculado de lo que en realidad son.
Y me da puta pena pensar que hay chavales y chavalas por ahí queriendo jugar a rol y que en lugar de invertir su tiempo simplemente jugando, ven horas y horas de consejos, ideas, normas y videos de gentes jugando para “aprender” cuando se les olvida que esto no es un deporte, que no hay nada competitivo en el rol (y ese es el motivo por el que yo llevo tantos años jugando) y que cuanto más aprendes a hacerlo “bien” más presión has de soportar sobre tus hombros y por lo tanto menos divertido se torna.

Me da puta pena leer crónicas sobre jornadas donde nuevos directores de juego se enfrentaban a grupos de jugadores dispares, muchas veces sin relación alguna con ellos y después se debatían en la duda de si lo habían hecho “bien” o si éstos estarían decepcionados con la partida, dejando de lado si hubieron risas, interés o si simplemente pasaron un rato entretenido.
Me da más puta pena aún pensar que hay gente que prepara y dirige partidas con gran esfuerzo y después no es capaz de disfrutarlas porque “que esto salga bien es labor del director de juego y si no sale igual que en los videos de youtube lo he hecho mal”, como si el director no tuviese derecho a pasarse las reglas del manual por el forro y simplemente disfrutar como un jugador más.

Y me da la superputa pena pensar que por culpa de los grandes consejos de la puta teoría rolera de mierda, personas que ponen todas sus ganas en una partida, que esta salga estupendamente y sean felicitados por sus jugadores, sustituyan la satisfacción del trabajo bien hecho por la frustración de no haber hecho bien sus deberes y se exijan más y más cuando muchas veces en estos juegos que lo único que cuenta es divertirse, menos sea más. Ahora y en el pleistoceno.

Y así, con esta pequeña descarga de ideas que tenía en la cabeza y no me dejaba dormir, solo me queda decir que menos teorías, menos youtubes y menos sabios y más jugar, bien o mal, pero siempre divirtiéndose. Buenas noches cocodrilos.

martes, 11 de junio de 2019

Esas divertidas amputaciones: Otra regla casera para RuneQuest


Una de las cosas que más llama la atención del RuneQuest son las reglas de amputaciones. Recuerdo que cuando descubrimos el juego y empezamos a jugar era posiblemente lo que marcaba la diferencia frente a otros como el D&D, el Chthulhu o Stormbringer (aunque éste último tiene sus propias reglas de heridas graves) y cada vez que veíamos saltar un brazo o pierna por los aires nos llenábamos de alegría y alborozo... a no ser que fuera propio, claro está.
La cosa podría quedarse así: "Cuando el daño recibido después de aplicar la armadura dobla los puntos de golpe totales de la extremidad, con un solo golpe por supuesto, si el arma era del tipo cortante, la extremidad queda seccionada". Pero es algo más complejo ya que si acudimos al conjuro "Regeneración" vemos que antes de lanzarlo se nos pide tirar un dado porcentual para ver la parte de miembro que hemos perdido con el fin de determinar el tiempo de curación. ¿Pero y si no podemos permitirnos un conjuro de regeneración? ¿Y si jugamos a una campaña sin magia? ¿Cuales son las consecuencias si nuestro personaje queda tullido y a pesar de eso no queremos crear otro? Es por eso que he decidido confeccionar unas sencillas reglas caseras para determinar la gravedad de las amputaciones y sus consecuencias, así como posibles soluciones. Vamos allá:

Reglas para brazos amputados:
"Si alguien encuentra mi brazo que recupere el rolex"
En el momento que una extremidad superior queda seccionada, tiraremos un dado de 100 para determinar la altura a la que hemos sufrido el corte.
01-10: Falanges medias.
11-20: Pulgar.
25-40: Falangers proximales (excepto el pulgar)
40-60: Mano.
61-80: Codo.
81-00: Hombro.

Consecuencias y remiendos:
Falanges medias: Acabas de perder las puntitas de los cuatro dedos desde el índice al meñique. La herida duele, sangra y sin duda vas a tener que rascarte con la otra mano ya que te has quedado sin uñas. A partir de ese momento recibirá un -10% a todas las habilidades manuales que comporten la utilización de esa mano, incluyendo sostener un arma o escudo.

Pulgar: Una herida bastante común en los combates cuerpo a cuerpo es la pérdida del pulgar o "dedo de agarrar". Precisamente el pulgar es lo que nos distingue de los monos (eso y lo del culo rojo) y por ello un personaje sin pulgar tendrá serias dificultades en sus habilidades manuales. En primer lugar sufrirá un -25% en todas las habilidades que impliquen utilizar la mano dañada y además no podrá sostener con firmeza ningún objeto con esa mano (exacto, armas y escudos). Quizás un herrero o artesano habilidoso podría adaptarle un escudo o arma pequeña para ser utilizada con esa mano, pero no se libraría del penalizador antes indicado.

Falanges proximales: Si pensabas que no tener pulgar era triste, más triste es tener solamente el pulgar. La mano queda practicamente inutilizada (-50% a todas las habilidades que la requieran) y sostener objetos se vuelve imposible. Puede que alguien con habilidad logre adaptar un arma pequeña o escudo pero seguiría aplicandose el -50% a luchar.

Mano: Ahora si que la hemos liado. La mano queda seccionada a la altura de la muñeca, dejando un bello muñón en su lugar. No es el fin del mundo pero sí que lo vas a tener difícil para tocar el violín. Todas las habilidades manuales que requieran ambas manos resultan imposibles y en caso de duda se aplicaría un -75%. Un buen ortopeda podría colocar un garfio, cuchara o sacacorchos en el muñón, pero manejar armas o sostener un escudo con firmeza resulta imposible. Además el personaje pierde de forma permanente 1 punto de DES.

Codo: Igual que el resultado de arriba pero sin la posibilidad de poner un garfio. Además, la pérdida de DES pasa a ser de 2 debido al desequilibrio.

Hombro: Da igual que sea bajo el hombro o por encima. El brazo ha dejado de existir en su totalidad. Se pierden 3 puntos de destreza además de las consecuencias arriba descritas para la pérdida de una mano.

Reglas para pérdidas de piernas
"Sin patitas no hay galletitas"
En el momento que una extremidad inferior queda seccionada, tiraremos un dado de 100 para determinar la altura a la que hemos sufrido el corte.
01-15: Dedos.
16-25: Empeine.
25-50: Pie completo.
50-75: Rodilla.
76-00: Ingle.

Consecuencias y remiendos:
Dedos: Vaya por dios... Si solo hubieses apartado el pie un segundo antes... Un hachazo, espadazo u otra agresión que parecía que se iba a perder en el duro suelo ha pillado por medio la punta d etu pie, separando tus bonitos dedos del resto del cuerpo. Ya nunca más vas a tener que cortarte las uñas, ni vas a sufrir de uñeros, pero caminar sin dedos es incómodo y a partir de ahora serás cojo. Pierdes un 10% a todas aquelas habilidades que requieran de rápidos y precisos movimientos de piernas, como esquivar o luchar. Pero podría haber sido peor.

Empeine: Tu pie queda seccionado en algún lugar más allá de la base de los dedos. Sigues teniendo el talón como punto de apoyo pero moverte te resulta difícil. Ganas una notable cojera y pierdes un 25% en todas las habilidades que impliquen un buen juego de piernas. Quizás un hábil artesano podría fabricarte un pie ortopédico dejando tus penalizadores como si solo hubieses perdido los dedos.

Pie completo: Donde antes estaba tu pie ya no queda nada. Puede que lo hayas perdido a la altura del talón o más arriba pero en cualquier caso ya no tienes punto de apoyo y si no cuentas con la ayuda adecuada te caes al suelo. En este caso o bien andas con una muleta (con la imposibilidad de manejar otro objeto con esa mano, o buscas quien te haga una pata de palo para lograr caminar con una notable cojera (-1 punto a MOV) y lograr luchar con cierta dignidad (-15% a habilidades de combate y de movimiento). TY en cualquier caso, pierdes 1 punto de DES.

Rodilla: Pierdes la pierna en la misma articulación, y eso es malo. Te ves obligado a andar con muletas y por lo tanto resulta imposible luchar a no ser que te implanten una pata de palo y aún así contarías con un -25% a todas las habilidades que impliquen utilizar las piernas debido a la falta de la articulación. Pierdes 2 puntos de DES además de un punto de movimiento si logras hacerte con un implante y 2 si vas con muletas.

Ingle: Madre mía, casi te cortan los huivos. Donde una vez tuviste una firme y orgullosa pierna ya no queda nada. Te resulta imposible moverte sin ayuda de dos muletas y encima no tienes lugar donde acoplar un implante, por lo que te quedas tullido para siempre. Tu movimiento pasa a ser 1 y pierdes 3 puntos de DES de forma permanente.

Y hasta aquí esta bella entrada que seguramente hará las delicias de jugadores que supongo vendrán a mi casa a felicitarme agasajándome de regalos y... Huy, mirada ahí vienen los primeros cargados de... ¿Palos y calcetines rellenos de arena? ¿Para qué quiero yo eso? Esperad, no... ¡No!

martes, 14 de mayo de 2019

El Warhammer y yo: Fantasía VS Age of Sigmar

El día de mi nacimiento fue difícil para muchas personas ya que debido a un problema con mi cordón umbilical, lo que debía ser un parto "fácil" se convirtió en una pesadilla que a punto estuvo de costarnos la vida a mi madre y a mi. Por suerte, la rápida y profesional actuación del doctor de guardia ese día logró que terminara de la mejor forma posible. Ese médico, que vivía en mi pueblo y solíamos encontrárnoslo de vez en cuando, se convirtió en el héroe de la familia y gozó de nuestro respeto y profunda admiración durante muchos años. Hoy en día, en cambio, se ha convertido en un señor muy mayor que se mueve en una silla de ruedas empujada por una cuidadora y es posible que ni siquiera recuerde al verme, a ese niño a quien salvó la vida.
Pues bien, si me diesen a elegir entre pegarle a ese doctor o jugar una del Warhammer Fantasía, le daría de ostias a ese viejo impedido.

Y es que el más famoso de los juegos de estrategia es un batiburrillo de reglas absurdas, tiradas innecesarias y movimientos imposibles que hace que incluso algo tan soporífero e insoportable como el ajedrez, parezca un juego de verdad. Cuando jugué al Fantasía me encontré con los mismos problemas que en el 40K en cuanto a reglas pero añadiéndole los terribles movimientos pivotantes, la horrorosa colocación de las escuadras, las pesadillescas maniobras al toparse con una piedra en el camino y tener que esquivarla... Eso por no contar con los flanqueos, las redirecciones, los modificadores al chequear la moral, los rebotes de las balas de cañón, las dispersiones de las explosiones... Ese juego juntaba lo malo de los juegos de estrategia y lo peor de los juegos de azar. Me pareció sinceramente un despropósito y la única razón por la que podía imaginar que hubiese triunfado en su día era precisamente la falta de competencia... Hasta el momento.

Kings of War, Warthrone, Hordes, Confrontation y un creciente número de juegos similares en estética pero mucho más sencillos y económicos asomaban tímidamente sus cabecitas y aunque ninguno llegaba a derribar al grande, sí erosionaban lentamente el pilar en el que se sustentaba. Y aunque yo reconozco que jugué más de una partida, que las miniaturas eran geniales (sigo pintándolas hoy en día) y que cualquier juego puede ser divertido si ambos jugadores se proponen que así lo sea, sin duda no se situaba entre mis favoritos, y al parecer yo no era el único decepcionado con él, ya que en una hábil estrategia comercial la gente de Games Workshop anunciaron el fin de su buque insignia con algo que llamaron "El fin de los tiempos" y que resultaría ser un punto de inflexión hacia un nuevo juego llamado "Age of Sigmar: Batallas en spanglish".

Una hábil estrategia de la compañía líder en muñecotes hizo que tras presentar un primer borrador de reglas tan simples que podrían jugar tranquilamente una partida dos loros, la mayoría de jugadores veteranos quemaran sus miniaturas, las vendieran a cuatro duros y en general, renegaran de Games Workshop y el Warhammer. Tal desbandada provocó que apareciera una segunda edición, esta vez bien hecha, con unas reglas sencillas pero completas y multitud de opciones de juego, de modo que podían contentar tanto a veteranos como a los loros. Nuevas miniaturas, facciones y cajas a precios asequibles, libros de misiones, campañas y listas de ejércitos estéticamente preciosos. Los que habían quemado sus miniaturas corrieron a comprar nuevas para volver a comenzar, la competencia que creían haber derrotado al gigante del sector se volvió a meter en su cueva y los niños y niñas del mundo volvieron a respirar aliviados. ¿Pero por qué todo este follón? Yo os lo explico.

Efectivamente el Warhammer Fantasía había quedado desfasado. Juegos de escaramuzas como el Infinity iban lentamente ganando adeptos y las ventas de Games Workshop en EUA se limitaban al W40K y dentro de éste un 50% era para los marines espaciales. ¿Qué hacer? Lógicamente crear un juego de escaramuzas de corte fantástico, conservar los diseños antiguaos de miniaturas y como no, meter marines espaciales con espadas y escudos.

Así nació Warhammer Age of Sigmar, de las cenizas de un mundo arrasado por el caos y la muerte en el que los dioses habían enviado a la tierra a sus protopaladines, los Stormcast Eternals, para reequilibrar la balanza en favor de la ley. Estos guerreros de élite, como no, llevan hombreras chulas, armaduras desproporcionadas y tienen cabecitas minúsculas. ¡Justo lo que todos queríamos! Y es por ello que ahora seguimos aquí, jugando a lo mismo pero distinto y en mi opinión, mejor.


Y hasta aquí dejo estas bellas entregas sobre el Warhammer y yo. Habrá más en el futuro porque actualmente estoy pintando y tratando de jugar ocasionalmente, así que estén atentos a este blog (pero no mucho porque últimamente estoy un poco disperso y escribo menos) y no olvidéis jugar, a lo que sea, pero a poder ser al RuneQuest. Tercera edición.

martes, 23 de abril de 2019

El warhammer y yo: Estrenando mi ejército


Foto de archivo
Tal y como comenté en la entrada anterior (de esta serie) , no me resultó difícil encontrar a alguien con quien jugar a Warhammer y en cuanto tuve ocasión quedé para probar el juego. Tenía pocas miniaturas, así que la partida no iba a ser una batalla en toda regla sino una pequeña escaramuza, pero me serviría para hacerme una idea de como funcionaba eso. Y vaya si me hice una idea. Aunque no fue demasiado positiva.

Jugamos a la sexta edición de las reglas de W40K (el futurista) y aunque el juego estaba repleto de palabras rimbombantes y molonas (que si blasters de fusión, cuchillas aceradas y retropropulsores), el conjunto de reglas no me parecían cómodas. Llamadme fanático de los sistemas simples, pero ese juego tenía algunas cosas muy enrevesadas para tratarse de una sexta edición. 

Mientras que el mecanismo general era francamente simple (mover, disparar y asaltar), las mecánicas concretas para ello eran bastante incómodas. En el turno de disparo, por ejemplo había que tirar por acertar el tiro (consultando una tabla), luego comparar la fuerza del arma con la resistencia del blanco (otra tabla) y luego el factor de penetración con la armadura. Eso se traducía en que cada andanada de disparos se quedaba en nada pero se perdía una gran cantidad de tiempo. Lo mismo para el combate cuerpo a cuerpo (o peor) y además de eso teníamos infinidad de reglas especiales, modificadores y contradicciones por todas partes. El juego me gustó a pesar de todo, pero me dejó con la sensación de que no estaba diseñado para ser divertido si no para competir y pelearse (dentro y fuera del campo de batalla) con el rival.

Comencé a visitar foros warhammeros para orientarme sobre qué miniaturas comprar para aumentar mi ejército o estrategias que seguir y descubrí que allí nadie se preocupaba por el trasfondo o la estética. La gente jugaba listas absurdas, repitiendo mil veces la misma miniatura y dejando fuera otras que aunque bonitas, no rendían en los torneos. Mi sensación de que allí nadie jugaba para divertirse se acrecentó y de no ser porque yo jugaba con un amigo y no nos poníamos serios, habría abandonado el juego inmediatamente.

Pero seguimos jugando y decidí comenzar un segundo ejército de Warhammer Fantasía ya que me gustaba muchísimo la estética, aunque me advirtieron que el juego era todavía más complejo que el del 40k. ¿Mis conclusiones? Tendréis que esperar a la siguiente entrada.

martes, 2 de abril de 2019

El fin de una era (Google+)







Pues así, con esta cara de giler, despido la red social que mejor me ha hecho sentir en todos estos años de vagar por internet.
Sé que merecía mucho más, pero me consta que hay otros por ahí haciéndolo bien.


jueves, 28 de marzo de 2019

El Warhammer y yo: El primer batallón


En el año 2009, justo cuando abrí este blog, hallábame yo en espera del nacimiento de mi pequeña (ahora mi mayor) y entre todas mis ilusiones e incertidumbres estaba la idea de que a partir de ese momento lo tendría muy complicado para jugar a rol. Había llegado el momento de buscar otra afición, pero me resistía a abandonar el mundo del frikismo, por lo que pensé que era hora de meterme de cabeza en el mundo de la pintura de miniaturas. 

En primer lugar me proporcionaría horas de entretenimiento solitario con el que rellenar mis escasos huecos libres; también me daría la oportunidad de crear un ejército, ya que era una espinita clavada desde hacía años; y por último, al ser el Warhammer cosa de dos, me facilitaría el jugar si alguna vez coincidía con alguien con la misma afición. Y así sucedió.

El primer dilema fue si Fantasía o 40K, clasico o futurista, retro o modernillo… Realmente me gustaban más las miniaturas del Fantasía, pero también sabía que tener 40K me facilitaría el poder jugar algún día, ya que en esos momentos era el favorito por todos. Decidido por el juego futurista estuve revisando los distintos ejércitos. Descarté marines espaciales en todos sus capítulos y formas porque nunca me ha gustado esa estética tan exagerada y entre las razas llamadas “xenos” me decanté por Necrones o Tau, ya que me parecían más sencillos de pintar y estéticamente más coherentes con un universo de futuro hipertecnológico.

Y así, buscando por los procelosos mares digitales me topé con un señor que vendía una caja de batallón Tau a un precio muy reducido (casi la mitad que en tiendas) y con eso, un par de pinceles y cuatro botes de pintura comencé mi apasionante aventura maravillosa. Sí, he exagerado un poco.
Con eso, iba a decir, descubrí que pintar es algo complejo cuando se tiene el pulso de un chimpancé asmático, pero divertido a pesar de todo; y descubrí también que cuando te plantas en un lugar aleatorio del planeta tierra y dices la frase “me he comprado Warhammer 40K” aparece gente hasta debajo de las piedras buscando a alguien con quien jugar. Y jugué, claro que sí. Aunque desgraciadamente mis impresiones acerca del juego en sí no fueran las más afortunadas.

Detalles en la proxima entrada.

Mis primeros pequeñines.

miércoles, 20 de marzo de 2019

El Warhammer y yo: Primeras partidas

Cuando ya contaba con más de un cuarto de siglo a mis espaldas me mudé, dejando atrás todas mis rutinas y costumbres para adquirir otras nuevas. Y como pretendía que los juegos de rol siguieran formando parte de mi vida, busqué por mi nueva localidad y me topé con un cartel que anunciaba un torneo de Warhammer Fantasía organizado por un club de rol local. El Warhammer no me interesaba pero la palabra “rol” se iluminó ante mis ojos, por lo que llamé al teléfono indicado y me puse en contacto con Mr. E, a quien quizás conoceréis de viejas entradas warhammeras.
En esos momentos ingresé como miembro de pleno derecho en el club y conocí a personas con las que sigo teniendo contacto en el mundo lúdico hoy en día. El caso es que había un torneo de Warhammer en ciernes y se habían apuntado un número impar de personas, con lo que necesitaban a un pardill… a un voluntario para rellenar el hueco. Me ofrecí (por eso de probar nuevas experiencias) y me dejaron un ejército completo de Hombres Lagarto (ahora Seraphon) para crear una lista con los puntos adecuados y jugar. Reconozco que fue divertido crear la lista, pero cuando llegó el momento del torneo ya no me lo pasé tan bien.

*

Había mucha gente. Eso no me gustaba. Y era un ambiente muy competitivo. No recuerdo cual era el premio para el ganador, pero sin duda la gente iba a ganar. Recuerdo encontrarme con una situación muy alejada de lo que es una partida de rol al uso. Gente muy seria, llamadas al árbitro porque “mira éste qué ha hecho creo que no es legal”, decepciones y enfados de los perdedores, tensión… Incluso recuerdo las burlas a un jugador que hizo una mala jugada y condenó la batalla para su ejército de Khemri. Fueron cuatro partidas de dos horas cada una que se convirtieron en un día largo y confuso. Al final me dieron el premio honorífico a la deportividad (supongo que por no protestar) y lo guardo con cariño en mi estantería de premios. Que solo está ese, por cierto.

Después de eso seguí viendo a la gente jugar, descubrí que había otro Warhammer futurista (el 40K) y también que fuera del torneo las partidas eran algo más relajadas e interesantes. Allí comencé a sentir curiosidad y me dejaron un manual con fotos de los distintos ejércitos; me interesé por el de Hombres Bestia (ahora Bestias del Chaos) por su parecido con los broo del RuneQuest, pero alguien me comentó que esos bichos no valían mucho encima de la mesa. Estuve dándole vueltas un tiempo pero al final desistí y me quedé con mis bellos juegos de rol… Hasta que llegó el día C. Pero de esto hablaré en mi siguiente entrada.



*Esta imágen no es del torneo citado en la entrada (que fotos las había pero nunca llegaron a mis manos) si no de otro celebrado en Girona. Lo pongo porque tengo cierto parecido con el de la camiseta naranja, pero no.

jueves, 14 de marzo de 2019

El Warhammer y yo: Introducción al tema

Ahora que Google+, la red social rolera por excelencia desaparece del mapa, presiento un descenso notable en las visitas de este blog. No sé si el cambio favorecerá la creación de una “red de blogs” como existía en el pasado o simplemente los lectores potenciales se disgregarán por el inmenso espacio cibernético, pero en cualquier caso yo seguiré escribiendo con cierta regularidad, como vengo haciendo desde hace casi diez años.

¿Y qué voy a escribir si mi actividad lúdico-rolera está tocando fondo? Pues seguiré con reseñas de juegos viejunos, entre ellos los suplementos de Ravenloft que me quedan por analizar; también de juegos de mesa, que aunque no juego demasiado voy pintando miniaturas y sacando conclusiones sobre el sentido que tienen en el mundo; hablaré de música ocasionalmente, expondré aquí alguna reflexión relacionada con este mundillo, y también he aquí el motivo de esta entrada introductoria, hablaré del Warhammer, así en general y también en concreto, porque aunque no lo parezca nunca he abandonado del todo esta afición y ahora más que nunca me apetece ponerme al día. ¿Os parece bien si empiezo? No me respondáis porque lo voy a hacer de todos modos.

¿Qué es el Warhammer?
Pues sencillamente un juego de batallas de miniaturas, "wargame" para los entendidos, "un ajedrez a lo bruto" para los menos duchos. Parece una pregunta tonta en estos días en los que Google nos da respuesta a todo en un simple instante, pero hace muchos muchos años, cuando este juego llegó a España, no era tan sencillo averiguarlo. De hecho, mi primer contacto con Warhammer fue a través de la revista White Dwarf, que alguna vez compré en mi quiosco por curiosidad y contemplé asombrado el despliegue de medios (miniaturas, escenografía, pintura…) que hacían algunos para jugar a un juego de batallitas que parecía divertido pero se me antojaba inalcanzable. Comprar miniaturas en un pueblo en el que a veces no llegaban ni los periódicos era complicado, desplazarse a la capital era complicado, comprar por correo a mi edad era complicado… Todo era complicado vamos, y lo que menos necesitaba en mi vida era complicarmela.

Lo dicho. Yo conocía el Warhammer pero nunca lo había visto ni jugado. Pero todo cambió cuando descubrí que en el pueblo de al lado sí se jugaba y que ocasionalmente venían al mio a hacer demostraciones. Fue un descubrimiento raro porque se programó como actividad cultural en la agenda de fiestas locales. “Demostración de Warhammer en la sala principal del ayuntamiento” ponía y nos acercamos a verlo todos los del grupo de rol. Cuando llegamos allí no me di cuenta de que esas diez o doce personas que habían acudido con sus maletines negros de Games Workshop, cajas de escenografía y dados para parar un tren, estaban pasando un mal rato. No les habían dado mesas en condiciones y habían tenido que montar sus “ejércitos” en mesitas de 50x50 en las que apenas cabía escenografía ni miniaturas. Una decena de chavales entrados en carnes encorvados sobre campos de batalla diminutos jugando con desgana ante la curiosa mirada de gentes de toda índole que se habían acercado a curiosear y cuchichear. Ahora sé que con ese material podrían haber montado un par de partidas muy vistosas con las mesas adecuadas, pero no fue así. En ese momento nos dieron un poco de pena y nos marchamos. Pero ese hobby volvería a mi muchos años después y en un lugar muy muy lejano.

Y al final jugué. Vaya si jugué. Pero esa experiencia la guardo para la siguiente entrada, que sé que si son largas no las leéis, perretes.

sábado, 23 de febrero de 2019

Proyecto Heroquest parte 5 (y final) : Las miniaturas

Pues sí, amigos. Parece que todo esto hubiese comenzado hace unos pocos meses pero lo cierto es que… vale, comenzó hace unos pocos meses pero ahora ya ha llegado a su final. El proyecto HeroQuest que comenzó como un desesperado intento de hacerme con el juego sin pagar las barbaridades que piden por Internet a base de pillar piezas sueltas de saldo ha concluido y sinceramente, habría sido más rápido y limpio comprarlo directamente ya que no me he ahorrado mucho que digamos, pero ha sido divertido.
Y como no, he dejado las miniaturas para la última entrada y ahora os voy a detallar como, donde y por cuanto me han salido. Vamos por orden.

Los muertos vivientes: Zombis, esqueletos y momias.
Para los zombis decidí utilizar unos necrófagos de Games Workshop que tenía por casa de un intento de ejército de Condes Vampiro que nunca llegué a completar. Los necrófagos no son tan simpáticos como los zombis del juego original, pero dan el pego e incluso se ven bastante más amenazadores.
Los esqueletos venían también de ese ejército fallido, esta vez de la marca Mantic y para mi gusto demasiado estilizados y bien vestidos para que encajen totalmente, pero útiles sin duda. Además, ya los tenía pintados.
En cuanto a las momias, prácticamente me las regaló el tipo que me vendió el tablero, ya que le sobraban y quería deshacerse de ellas.
El precio total de este pack lo dejo en 3€ que es lo que me cobró por las momias.

Los pielesverdes: Goblins y orcos.
Encontrar hordas y hordas de estos bichos en tiendas de segunda mano es fácil. En la Ateneo de Alicante los tenían a 1€ los goblins y 1,20€ los orcos, todos ellos perfectamente pintados como se aprecia en la foto.
En total me costaron 15€

Fimirs.
Hay un problema con estos bichos raros y es que como son exclusivos de este juego, los venden a cantidades prohibitivas. Pero yo, como soy más listo que el hambre, decidí utilizar hombres lagarto de Warhammer de los antiguos para imitarlos. Son verdosos, tienen cola, la cabeza gorda y llevan un arma de mano ¿Qué mas se puede pedir? Como tenía algunos que me sobraron de conversionar un equipo de bloodbowl, me salieron por coste cero.

Guerreros del Caos:
Unas de las miniaturas más feas del juego por su pose estática, los guerreros del caos de Warhammer evolucionaron hasta convertirse en miniaturas muy chulas y fáciles de encontrar de segunda mano. Los míos los compré por wallapop a 8€ el lote.

Los malotes: El brujo del caos y la temida gárgola.
Tengo un problema con estas dos miniaturas y es que no me gustan. El Brujo del caos es como un Skeletor con guantes de besibol y la gárgola… sinceramente me parece la miniatura más fea de la historia. De segunda mano los brujos abundan pero encontrar una gárgola completa y a un precio no criminal es complicado, por lo que no tuve dudas en utilizar sustitutos.
Para el brujo me hice con un nigromante que me sobraba de Warhammer y para la gárgola usé una de Games Workshop también, que aunque no es tan grande, resulta más que útil.
En total fueron unos 4€

Y los héroes: Aquí viene cuando lo matan.
Las miniaturas de los héroes son las más características, las más utilizadas en el juego y por ellos son relativamente caras a pesar de lo feas y anticuadas que se han quedado. Ese enano cansado apoyado en su hacha, el elfo espatarrado, el bárbaro con la espada rota… Tuve claro desde el principio que si me los tenía que comprar igual, no iban a ser los originales. Busqué miniaturas de la marca Reaper y seleccioné las más adecuadas para el juego entre el amplio catálogo de la tienda Atlántica (creo que de Madrid) haciéndome con ellas por 20€ con gastos de envío incluidos.

Y hasta aquí, amigüos y amigüa. Al final unos 50€ en muñecotes que aunque no son los originales, muchos de ellos me gustan más. Y ahora toca el recuento final de coste de mi HeroQuest.
Miniaturas: 50€
Dados: 1€
Cartas y fichas: 15€
Mobiliario: 25€
Caja+pantalla+tablero: 25€
Y ahora cojo la calculadora y… me sale que el total ha sido de… 116€
Lo dicho al principio. Podría haberme ahorrado todo esto y comprarme uno completo por 120€ en wallapop, pero entonces no habría sido tan divertido y no habría tenido nada para rellenar el blog durante estos meses.