domingo, 30 de diciembre de 2012

Carta a los reyes



Queridos reyes magos:
Sé que ya tengo mucho pelo y mis propios ingresos como para venir a pediros cosas, pero estoy indeciso y no sé qué comprarme este año. Sé que es absurdo; Nunca he tenido problemas al respecto y en estas fechas suelo hacerme con algo que me gusta y ya está, pero no se si es la edad o la creciente estupidez, pero este año estoy teniendo problemas serios para decidirme.

En un principio iba a hacerme con una cajita de miniaturas para el warhammer (si, como el año pasado), pero me han surgido serias dudas de si merece la pena gastarme dinero en algo a lo que juego una vez cada tres meses. Si, me entretengo montando, pintando y haciendo fotitos para este blog, pero no sé, tengo falta de fe.
La segunda opción son las cosas de siempre: Música, cómics, películas… Aunque esto no suele llamarme demasiado, hace poco que decidí completar mi colección de Spawn, a pesar de ser consciente de que no vale un pito. No me gusta el dibujante, el guion es absurdo y cada nuevo capítulo que leo, destroza más y más el amor que sentía por el personaje. Por otro lado me topé el otro día con una edición de lujo de Robocop (mi dios) con la trilogía al completo (aunque solo me interesa la primera) y el making off de la peli… ¡y del robot! Pero claro… ¿Cuántas veces la veré? ¿Una, dos… tres a lo sumo? Para eso me compro algunos de los CD’s que me faltan. La música siempre está ahí, siempre se escucha, siempre acompaña; Pero con lo fácil que es descargarla de internet y meterla en un MP3 me sabe mal anteponerla a otras cosas.
Por si fuera poco me está picando el gusanillo del rol otra vez. Llevo tiempo lanzando miradas de reojo al Chtulhutech (o algo así) que además ha bajado de precio hace poco. También tenemos el” Puerta de Ishtar” que tiene una pinta increíble y además es un juego autóctono. El problema es que el jugar a rol se ha convertido en algo anecdótico para mí y serían una inversión a fondo perdido, más allá de su simple lectura.
Pero si es por leer, hay muchos libros que estoy deseando tener entre mis manos, como por ejemplo la segunda parte de la trilogía “La alianza de los tres soles” que no termina de encontrarme mi librero y se nos echan las fechas encima.

Estoy angustiado reyes magos. Sé que no debería ser propio de un señor adulto como yo, pero no puedo evitarlo.  Es por eso que lo dejo en vuestras manos, para que decidáis por mi y me traigáis lo que mejor os parezca.(Pero traedme algo, no seáis cabr…itos). Y prometo no volver a molestaros hasta el año que viene.

martes, 25 de diciembre de 2012

Tesoros enterrados




Hubo un tiempo en el que los juegos de rol tenían su lugar en la mayoría de librerías convencionales de este país; La cosa funcionaba, los libros se vendían y por lo tanto ahí estaban.
A mediados de los noventa, cuando yo descubrí este hobby, la cosa iba ya de capa caída; Joc había cerrado sus puertas, los videojuegos y las cartas iban ocupando un espacio en el tiempo libre de los roleros y aquellos de la vieja escuela comenzaban a hacerse mayores para continuar enarbolando la bandera del rol. En esos tiempos los juegos quedaron recluidos a librerías especializadas, solo existentes en las capitales. Pero en los pueblos todavía era posible encontrar juegos de rol. No sé en el resto de España, pero en Cataluña, sede de Joc Internacional, la distribución había sido tan eficaz que podías ir a cualquier pueblucho perdido de la mano de dios, preguntar al librero y éste responderte algo así:  “¿Juegos de rol? Mira allí, en ese rincón oscuro y húmedo con olor a orín a ver si queda algo.” No siempre había suerte, es cierto, pero la gente sabía que esos juegos existían y quedaba un recuerdo de haber estado allí. Eran tiempos duros para los chavales de pueblo como yo, ya que había que rebuscar en las sobras de años mejores para encontrar algo decente y por si fuera poco, la economía adolescente no nos permitía algunas veces comprar lo que nos gustaría. Así pues, los manuales básicos se convertían en objetos de deseo, muchas veces fuera de nuestro alcance y lo más económico, eran las revistas Lider y algunos módulos de tapa blanda que nos esforzábamos en adaptar a los reglamentos que ya poseíamos.


Como no podía ser de otra forma, la única librería de mi pueblo (un lugar pequeño del todo y abarrotado de libros de todas clases), poseía uno de esos tesoros en forma de caja de cartón, situada en un rincón donde apenas llegaba la luz (creo que se trataba de una antigua letrina) y en la que encontrábamos libros-juego, cómics algo subiditos de tono y como no, los juegos de rol rechazados por generaciones anteriores.  Allí compré con esfuerzo mi primer reglamento básico (El Senyor dels anells básic), algún suplemento de reglamentos que adquirí por otros lados (Tierra de ninjas, p ej.) y otras cosillas menores. Visitar esa caja se convirtió en una rutina; Siempre encontraba algo que se me había pasado la última vez; Hasta que fui creciendo, conseguí algo de poder adquisitivo, y comencé a viajar en tren a la Gran Capital Barcelona para dejarme de tonterías y comprar aquello que quería.



  Esta es la librería de mi pueblo. La caja del rol estaba situada en el fondo de la sala tras la puerta de madera entreabierta.











Y así pasaron años y años, crecí y emigré de mi pueblo a tierras Alicantinas, relativamente cerca de una importante librería especializada y olvidé de la existencia de aquella caja maravillosa. Pero hoy en día las cosas han cambiado. Esos juegos de Joc se han convertido en piezas de coleccionista y resulta imposible encontrarlas en las librerías donde antes abundaban, lo que ha llevado a la gente a buscarlos en rastros y librerías de pueblos abandonados, tratando de conseguir algún tesoro enterrado. Y ahora si, voy con la historia que quería contar desde el principio:

Estas navidades hice aquello de volver a casa y subí al pueblo a rencontrarme con amigos, familia y conocidos varios para presentar a la niña y a mi nuevo corte de pelo a todo el mundo. Y una de esas paradas fue en la librería de siempre, con cuya dueña acabé teniendo una buena amistad. Y entre holas y quetales, entre que grande la tienes (la niña), que tal la crisis y comotevases, miré a la puerta de la letrina y me acordé de la caja que me hacía soñar de jovenzuelo. Le pregunté si todavía la tenía y me dijo que si, que debía de andar enterrada entre cosas viejas por ahí al fondo y que si la encontraba, me la regalaba con todo su contenido. Los ojos se me abrieron como platos ¿Mia? Después de tantos años podría conseguir algo con lo que antes solo soñaba. Era como cuando de niño te gastabas un dineral jugando a esa máquina de videojuegos y ahora lo tienes en el ordenador y piensas “Si mi yo del pasado me viera, estaría orgullosos de mi”. Así que me tiré en plancha al suelo buscando ese rincón oscuro y polvoriento hasta que encontré algo que me llamó la atención: Entre cuentos infantiles más o menos actuales había una revista plastificada con un CD de regalo en la que ponía “Cómo superar el efecto 2000”; Debajo de ella un libro bastante gordo con el título: “Descubra a fondo un nuevo concepto de informática con Windows95” Iba en la buena dirección; En poco tiempo la encontré. Allí estaba, tal como yo la recordaba: De catón, cuadrada, sin tapas, y repleta de libros finos y largos. “Mi tesssooorooo” dejé escapar involuntariamente y comencé a examinarla.


El Víbora, Cimoc, novelas gráficas de tapa dura varias… No era por despreciar nada de esto, pero no era lo que yo buscaba, hasta que cayó en mis manos el primer regalo de los cielos:El logotipo rojo y negro de Joc en “ La Lucha Entre parientes”, un suplemento de 200 y pico páginas para ESDLA y Rolemaster. Si, lo recordaba; Recordaba haberlo tenido entre las manos cientos de veces casi quince años atrás. Lo metí en mi zurrón y continué buscando mientras mis glándulas salivares se descontrolaban. Pasaba cómics de Azipri y Manara, tebeos varios y revistas raras no relacionadas con el rol mientras trataba de recordar qué otras cosas dejé en su día en la caja: ¿Algún módulo de Mechwarrior, suplementos de Stormbringer, RuneQuest o Paranoia? ¿Quizás algún reglamento básico como Almogávers, James Bond, Cazafantasmas…. Pendragón incluso?  Pero nada. Tras inhalar cantidades de polvo industriales, la caja había quedado agotada sin poder sacar ninguna otra joya de ella. ¿Qué había pasado? ¿Otro buscador de tesoros se me había adelantado? ¿O acaso el tiempo en mi mente había transformado esa caja de cartón agotada en un cofre del tesoro maravilloso? Ya nunca lo sabría. Agarré mi única conquista y salí de allí. Había niebla. Mucha niebla. Me deslicé bajo las luces atenuadas de las farolas, caminando entre jirones de nube y me sentí algo triste. Triste por el contenido de la caja de mis sueños, pero contento en parte, por haber regresado al lugar exacto donde soñé mis primeras aventuras en mundos extraños y donde, para bien o para mal, comencé a convertirme en quien ahora soy.