miércoles, 22 de junio de 2011

No se por qué motivo, pero este juego me atrajo desde el primer momento que oí hablar de él. Supongo que era por el hecho de jugar con fantasmas, por la ambientación tan alejada del mata-mata al que tenía acostumbrados a mis jugadores con el RuneQuest o simplemente por cambiar un poco de estilo. La cuestión es que el Wraith llegó finalmente a mis sucias manos (en aquella época era adolescente) y tras comprobar que la encuadernación era lo más horrible que había visto en mi vida, me introduje en el libro.
En primer lugar debo decir que nunca he sido amigo del "Mundo de tinieblas" y su idea del rol interpretativo. No me caen bien los vampiros ni los hombres lobo y el sistema de reglas no es mi favorito. Pero el Wraith me gustó. En él se presentaba un mundo más allá de este, en el que los recién fallecidos seguían existiendo a costa de las ataduras con el mundo mortal; Cuanta más gente recordara al fallecido o más legado hubiera dejado tras de sí, más sólida sería su existencia en el otro lado. Aquél sin ataduras acabaría desapareciendo en el olvido, una especie de agujero negro en continua expansión. ¿Complejo? Eso no es nada. Resulta que el otro mundo estaba regido por una especie de dictadura que quería evitar a toda costa el avance del olvido; Para ello, los fantasmas con poca consistencia eran moliados (transformados) en cosas tan útiles como soportes para libro o armas para sus soldados. Pero los rebeldes siguen, como siempre, defendiendo la libertad para actuar y volver a morir como les diese la gana. Y como no, facciones, poderes fantasmales capaces de controlar a los vivos, crear ilusiones, volar y aplastar un coche de un puñetazo.
Desgraciadamente, y aunque lo intenté, no fui capaz de engancharme al juego mas que como lector. La complejidad de los personajes sumada a ese "lado oscuro" que debía manejar el master y a esas tiradas de dados que no me gustaban me hicieron desistir y dejar el libro en la estantería de buenos juegos. La única minicampaña que pude dirigir satisfactoriamente fué con tan solo dos jugadores: Un rolero ya experto y una novata que después de fallecer, tuvieron que impedir desde el otro lado un atentado con bomba nuclear incluida. recuerdo que habían indios con caballitos muertos, agentes del gobierno (del mundo de los vivos y de los muertos) y un tipo con Harley Davidson escuchando Motorhead a todo trapo.
Después aparecieron algunos libros mas como la pantalla del master y algún manual de los gremios, pero eso ya estaba lejos de mi interés y seguí con mis RuneQuestes y ravenloftes por algún tiempo mas.

viernes, 17 de junio de 2011

Las rusas son los negros de los hombres para las mujeres

No tengo muy claro si se entiende, pero no me veo capaz de hacerlo mejor.

sábado, 11 de junio de 2011

Hace pocos dias y por motivos que no vienen al caso, me convertí en "dueño" de un perro. Yo nunca había tenido uno y paso estos dias con nuevas actividades como acariciarle la barriga, ponerle agua o pasearlo. Y hoy, paseandolo por el camino de detrás de mi casa lo he mirado y me he puesto a pensar.
He pensado en qué debería enseñarle a ese pobre animal desconocedor de las costumbres y la convivencia humanas. Lo normal es que aprendan a obedecer las órdenes de sus amos, a darles la patita, a sentarse, a esperar y cualquier cosa que pueda ser útil para un ser humano. Lo he pensado y me ha parecido egoísta. ¿Por que condicionar el comportamiento de un animal libre con comportamientos humanizados? Y mi "celebro" de pronto ha dado un vuelco sobre si mismo y he pensado en algo diferente.
¿No sería mejor en lugar de "humanizar" a un perro, aprender de él? De este modo quizás sabríamos ser más libres, despreocupados y felices. Si, si, felices. Sin estrés, sin dolores de cabeza ni horarios ni otro tipo de problemas derivados del órden y la racionalidad de la que debemos hacer gala continuamente. Y como no, he visualizado una escena idílica:
Yo paseando por la calle con libertad perruna, alegre y libre de cuanto me agobia. Y entonces veo a una hembra de mi misma especie (claro, tampoco hay que pasarse con las libertades) y caminando directamente hacia ella me amorro a su entrepierna tratando de adivinar si es una hembra receptiva o mejor voy en busca de otra. Ni "Hola me llamo tal", ni "estudias o trabajas", ni "qué te gusta hacer en tu tiempo libre si es que lo tienens y te gusta hacer cosas"... El mundo idílico para cualquiera. Pero claro, ella no entiende todo esto del perro porque no lee mi blog y mi comportamiento le parece grosero por lo que en dos segundos me encuentro en el suelo con un fuerte dolor de testículos y un tacón de aguja clavandose en mi yugular mientras me esfuerzo en vano por lanzar un ladrido de disculpa. Fin de la escena.
Asi que nada, mejor dejo las cosas como están. Que mi perro se comporte como un perro y yo hare lo propio con mi humanidad. Eso si, no puedo garantizar nada.

miércoles, 8 de junio de 2011

Expectativas (Paternidad parte 5)

Cuando uno tiene un hijo siempre trata de guiarle por el buen camino; El que le llevará al éxito, al bienestar y a la satisfacción personal. Desgraciadamente, para muchos (pero muchos) progenitores, eso no tiene nada que ver con valores como la honestidad, la generosidad, la humildad y todo eso; Mas bien se limitan a volcar todas sus frustraciones sobre el crio, quien se ve obligado a seguir los pasos de los fracasados de sus padres. De este modo las madres no quieren que sus hijas sean amas de casa u operarias en una cadena de montaje y los padres quieren ver a sus niños (varones, claro), jugando al fútbol en primera división o conduciendo un Ferrari a toda hostia por un circuito de velocidad. Todo esto, lejos de motivar a los pequeños les crea una serie de traumas que solo superan el dia que s edan cuenta de que sus padres son idiotas y que con sus patéticas vidas ya tienen bastante.
Y yo... no soy una excepción. A pesar de todo lo dicho arriba y de no querer ir de sabio ni de modelo de educación, debo reconocer que aveces pienso en el futuro y fantaseo con ello. Yo sueño con que mi hija me dé nietos y en que uno de esos nietos habitantes del futuro pseudosemilejano me lleva en su coche volador camino a la lanzadera espacial de Villena que me conducirá a una especie de asilo espacial famoso por sus instalaciones de realidad virtual que ponen a los ancianos en la piel de sus héroes de juventud favoritos, como Robocop, SonGoku o el enano del Golden Axe. Y durante el camino yo iré contando mil batallitas a cual más coñazo y solo interrumpidas de vez en cuando por el comentario: "Mira allí abajo. Todo eso antes era campo." Y entonces mi nieto me mirará a través de sus gafas de sol con modo de rayos infrarrojos, UVA y X y pensará: "Que abuelo mas pesado.", mientras asiente con la cabeza.

lunes, 6 de junio de 2011

Hace poco estuve pensando sobre los blogs, la gente que los escribe y la gente que los lee. Todo esto está muy bien por eso de la expresión, la información y el compartir ideas, experiencias y otras cosas biensonantes. Pero pensandolo friamente, es todo un poco triste al final. O sea, un tio (pongamosle yo) cuenta sus miserias que no le importan a nadie y otra gente (pongamosle vosotros) las leen y hasta publican comentarios varios.
Y entonces pensé: "¿Hay algo mas cutre que un tio de 30 y tantos explicando sus cosas?" Pues si: Un tio de 30 y tantos explicando cosas que le pasaron cuando tenía 5. Y así, en mi afán de superación constante decidí comenzar mis Cronicas de parvulario. Para cagarse es ya esto.
Tendría pocos años en esa época y recuerdo que era nuevo en el parvulario. No se que nos enseñaban pero allí los niños ibamos por la hora del recreo, donde podiamos jugar, relacionarnos y ser niños al fin y al cabo. El patio era grande (o al menos proporcionalmente grande para lo que eramos nosotros) y aunque no lo recuerdo con exactitud, sé que en uno d elos laterales, cerca de uno de los muros crecían varios árboles. Chopos supongo pero qué mas dá.
En esa zona arbolada no jugaba nadie porque estaba ocupada por un grupo permanente de niños a los que llamabamos "La patrulla de José Tomás". No me pregunteis el porqué del nombre; Yo no lo inventé. La cuestión es que eran un grupo temible que no dejaban que nadie se acercara a su zona y respondían a cualquier intrusión con violencia. Asi eran las cosas y así las asumiamos en esos tiempos, asi que no teníamos demasiados problemas con eso.
Pero un buen dia todo cambió. Por algún motivo salimos antes al patio y nos encontramos con la zona prohibida desocupada y el grupo al que yo pertenecía (que no teníamos suficiente glamur como para tener un nombre) decidimos ir a jugar a territorio vetado hasta el momento. Y descubrimos que el sitio no era para tanto: El suelo estaba lleno de hojas húmedas, los troncos estaban pegajosos y el muro frío; Además, estabamos lejos de todas partes. Y nos habríamos ido sin mas de no ser que "La patrulla de José Tomás" salió en busca de su rincón y nos encontró allí. Nos miraron, les miramos y aquello s econvirtió en una cuestión de honor.
En pocos segundos comenzó una batalla de gravilla. Yo la recuerdo como algo épico, con puñados de piedrecitas lloviendo del cielo y yo esquivandolas con agilidad felina mientras devolvía los ataques con precisión. Supongo que desde fuera se verían una docena de niños pataleando y lanzandose gravilla a cinco metros los unos de los otros. La cuestión es que ibamos ganando: Los árboles ofrecían cobertura y nuestros proyectiles húmedos eran mas efectivos que los suyos. Y así la batalla siguió hasta que sonó el timbre y regresamos a clase con el orgullo de los vencedores.
El dia siguiente salimos tan contentos creyedonos los dueños del lugar, pero La patrulla de José Tomás ya estaba allí. Entonces comenzó el asedio. Debíamos reconquistar el bastión, pero José Tomás se mostró como un líder implacable que no cedió ni un centímetro de terreno y cuando sonó el timbre esabamos en el mismo sitio y con el pelo lleno de piedrecitas mojadas. Los niños fueron entrando a clase y nosotros, haciendo alarde de cobardía, corrimos al ya vacío rincón a fingir que habíamos ganado. Por culpa de eso llegamos tarde y nos castigaron.
Desde entonces, la Patrulla de José Tomás siguió en su sitio y nosotros en el nuestro, que era mejor y más grande pero nos dejaba un amargo sabor a derrota en la boca.
Crecimos, salimos del parvulario para ir al colegio y los años pasaron. Y hace poco, paseando por el pueblo me crucé con José Tomás; Le vi viejo, gordo y algo cansado; Me saludó con el ligero movimiento de ceja con el que se saluda a los viejos compañeros de EGB y yo hice lo mismo. Mientras se alejaba le di un último vistazo y pensé: "Ahora le ganaría".