Que el Warhammer es una afición cara lo sabe todo el mundo y que el que no quiera polvo no vaya a la era también, así que aquí no pasa nada y se ha acabado esta entrada. ¿No? Pues no, porque hoy quiero hablar de la KV1 Stormsurge, una de las miniaturas (por decir algo) más gordópilas y llamativas del Imperio T'au, que son mis bichito favoritos y disertar un poco sobre su utilidad y necesidad en el campo de batalla. Pero antes, un poco de retrospección introspectiva.
Dicen que hace muuuchos años el Warhammer era un juego muy distinto al de hoy en día (como debe de ser) y se jugaba con gran cantidad de infantería y uno o dos muñecos grandes, como dragones o gigantes en el Fantasía y tanques o vehículos de transporte en el 40K. Se dice que en esos tiempos la gente llevaba sus ejércitos metidos en un único maletín y no ocupando el maletero entero de una furgoneta y que poner en mesa una miniatura de peana grande era motivo de asombro y alborozo. Pero eso cambió. Las miniaturas grandes (ogros) se fueron popularizando, los jugadores demandándolas y las buenas gentes de Games Workshop les ofrecieron lo que querían. Cada vez se veían más bicharracos y menos morralla en las mesas hasta el punto que cuando yo comencé a coleccionar mi ejército Tau, aunque lo elegí precisamente por los bellos soldaditos de infantería, la gente ya prácticamente ni los usaba; en las listas de torneo se jugaban los mínimos para ser legales (hay un mínimo para que el ejército sea jugable en torneos) y todo lo demás se rellenada con armaduras crisis, apocalipsis, y tanques. Y así el universo estuvo en equilibrio hasta que llegó ella. La preciosa XV104 Cataclismo.
La preciosa XV104 era la madre de las armaduras de combate. Con un diseño estilizado y elegante, armamento letal y complementos fashion-destructores como un escudo de energía y torretas de misiles inteligentes. Y aunque no era muy amigo de las miniaturas grandes (ya lo he dicho arriba) me gasté los casi sesenta euros que pedían por ella. Solo tocó la mesa de juego una vez, pero no me arrepiento. Disfruté como un mostali montándola, pintándola, incluso imanté las armas opcionales para poder jugar con unas u otras según el rival en mesa. Una experiencia más cercana al modelismo de toda la vida que a los wargames, pero que sin duda me valió la pena. Lo que yo no sabía era que los profesionales del warhammer, esos que siempre piden más, los que juegan para ganar y no por la diversión estaban demandando más. La Riptide se les quedaba pequeña y la llegada de la Ghostkeel en la siguiente edición no les llenó el alma, por lo que los señores de GW contraatacaron con la armadura de combate definitiva, la que dejaría a mi riptide como un juguetito inútil: La KV1 Stormsurge. Ya, ya sé que la había nombrado arriba.
La Stormsurge es algo parecido a una armadura de combate, pero no. Es más bien una torre de armamento con patas que dispara a todas las distancias en todas las cadencias y con potencia de fuego a elegir. No tiene brazos porque no los necesita y la cabeza es tan pequeña que casi arece un adorno. En su conjunto me recuerda a Petra, la amiga de Cobi (joder, la mascota de los juegos olímpicos de Barcelona 92, que todo hay que explicárselo a los jóvenes) que era a su vez mascota de los paralímpicos. La Stormsurge no necesita elegancia ni diseño pues en la guerra no hay necesidad más que de causar muerte y destrucción por lo que donde se pongan dos buenos lanzamisiles que se quite todo lo demás. La Stormsurge es, a día de hoy, el feo martillo justiciero de las mesas de juego. Pero ahora yo me pregunto… ¿Es que ya no quedan románticos en el warhammer? ¿De verdad a la gente le da igual poner en mesa a semejante mamotreto con tal de llevarse la victoria? ¿Estamos perdiendo el norte y vendiéndonos al mejor postor con tal de ganar? Porque la Stormsurge vale algo más de cien euros, cantidad con la que prácticamente podemos empezar otro ejército con un starter de los gordos. ¿De verdad compensa, warhammeros? Miraos al espejo y decidme lo que veis. ¿Es ese señor gordo en lo que soñabais convertiros cuando erais niños?
Y ahora cogeos de las manos (de las propias porque supongo que estáis solos en la vida) y decid en voz alta “Lo importante es la diversión. Las risas son mejores que los puntos de victoria. Me compré la Stormsurge porque estoy alienado. Necesito hacer más ejercicio y ver menos porno. Nadie me quiere no por gordo si no por pedante”. Y ahora coged todas vuestras miniaturas grandes y feas, metedlas en un barquito y lanzadas al mar envueltas en llamas. Redimíos. Volved a la vieja senda del warhammer guay. Sed felices el tiempo que os queda en este mundo, porque somos efímeros pero nuestro recuerdo puede ser persistente si nos lo proponemos.
Sería interesante una epifanía de ese calibre en el mundo del W40K
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