En algún momento de los años noventa aparecieron las primeras videoconsolas con juegos decentes. Por decentes entiendo que son aquellos juegos que recordaban o estaban a la altura de las maquinas recreativas del momento. Ya llevaban muchos años de andadura los juegos con cinta de casette de los ordenadores primigenios y los juegos de una pantalla de videoconsolas rudimentarias. Pero con la llegada de las consolas de 8 bits y posteriormente las de 16, y la guerra entre SEGA y Nintendo, comenzaron a aparecer juegos decentes, entre ellos algunos muy interesantes. El objetivo era vender juegos a los chavales y para ello había que emular los juegos de las recreativas. La Megadrive (Genesis en otros lares) consiguió el Goleen Axe y el Streets of Rage, los cuales exprimió a más no poder con secuelas de los mismos y la Supernintendo (Superfamicmom) en la otra punta del mundo hizo lo propio con el Final Fight y el todopoderoso Street Fighter 2 (yo me la compré solo por ese juego, como casi todo el mundo). Pero quien me iba a decir a mi que encontraría por casualidad una de las grandes joyas del rol universal: Legend of Zelda, A Link To The Past (o el Zelda de la Super para los amigos.
Este juego lo tenía todo: Desarrollo del personaje (mejorando armas, equipo y vida), una búsqueda épica por varios mundos, puzzles y una música bonita. Este juego abrió la puerta a cientos que vinieron después, y aunque no fue el primer Zelda ni el primer juego de rol para consolas, si fue el primero al que jugué yo. A partir del Zelda muchas cosas cambiarían en la forma de ver los videojuegos Pero esto será otra historia. Otra entrada, vamos.
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