viernes, 13 de febrero de 2015

Mamá, hay un oriental en mi campaña. (Un relato sobre rol interracial y multicultural)






Últimamente ando algo melancólico con esto de jugar a rol. Será por la imposibilidad de hacerlo, por lo mucho que oigo y hablo (y veo), por la edad decadente en la que me encuentro, los hijos a mi cargo o las canas que me salen en la barba y cuyo blanco níveo me deslumbra por las mañanas al mirarme al espejo (dentro de nada los mando quitar) y que me aturden para el resto del día. Pero sea por lo que sea, estoy nostálgico; y la nostalgia me hace recordar cosas bonitas de aquellos horribles tiempos pasados. Así que ya sabéis lo que toca hoy: Recuerdo al canto.

Así juegan a rol en China. Por lo visto
Y recuerdo una vez, hace muchos años, en la que se unió a nuestro grupo de juego un chino. Sí, un chino. El chaval, al que llamaré “chino” para no revelar su verdadera identidad, era el hijo de los propietarios del único restaurante oriental del pueblo y al ser el único y no tener amigos y a pesar de las dificultades idiomáticas, lo recibimos como uno más de nosotros en el grupo ya que, al fin y al cabo, éramos una pandilla de marginados con trastornos mentales y no era cosa de rechazar a alguien por ser chino. La cuestión es que el rol le gustaba. Quedábamos, pasábamos las tardes, nos reíamos… Lo que viene a ser jugar, vamos. Recuerdo que era una campaña del Aquelarre, de esa primera edición de Joc y llevábamos unas cuantas sesiones a nuestras espaldas cuando sucedió el caso que venía queriendo contar desde el principio. 


Y lo que pasó fue que nuestros agotados personajes llegaron después de un largo viaje a Barcelona, donde además de dormir, comer y fo… descansar, tuvieron la oportunidad de comprar algo de equipo para proseguir con las aventuras. Buscaron un herrero y comenzaron las compras. Que si una espada, que si una armadura tachonada de esas que permiten nadar, que si una cota de mallas porque nadar no nadamos nunca pero palos nos dan todos los días… Hasta que el chino captó nuestra atención al pedir...

-Una ametlalladola!
-No no, esto es el Aquelarre, es un juego…
-Una ametlalladola!
-Que no… Es un juego medieval. No hay ametralladoras. Puedes comprar una espada, un hacha, un
-Pues unas glanadas!

Y entonces nos dimos cuenta de que el chino no se había estado enterando de nada en todo ese tiempo. Llevábamos cuatro partidas jugadas y no sabía ni a qué estábamos jugando. Nos quedamos estupefláccidos hasta que nos dimos cuenta del verdadero significado de todo aquello: El chino no venía a jugar. El chino venía para estar con nosotros; porque éramos sus amigos y no le importaba nada más. Al chino le daba igual el juego en sí;  le importábamos nosotros. Entonces nos miramos, conscientes de lo que había pasado, nos levantamos de nuestras sillas y le dimos un abrazo.

No, un momento, creo que no pasó así. Creo que nos pusimos a reír señalándole con el dedo índice a pocos centímetros de su cara y nos tiramos meses burlándonos de él por intentar comprar una ametralladora en el Aquelarre. Sí, fue así. Pero vamos, que el mensaje de la entrada no cambia por ello.
 

8 comentarios:

  1. Hahaha muy buena anécdota. Todos conocemos a personas que a veces juegan a rol pero el juego en si les importa una mierda, ni siquiera se molestan en comprenderlo. Simplemente juegan porque lo hacen sus amigos.

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    1. Es cierto, pero no hay que menospreciar el elemento social de los juegos de rol. Siempre que ese jugador no venga a "cargarse" las partidas, bienvenido sea.

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  2. Si esta historia es verídica se merece un Grammy. Si es inventada se merece un EMI... :D

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  3. El reírse de un compañero durante meses y años por una triste cagada o una frase desafortunada forma parte de la magia de las partidas de rol. ¡A ver si ahora no podemos reírnos de la frase / cagada / mala tirada y recordarla, recordarla, recordarla para que el susodicho nos diga eso de "Anda que no sois cabrones ni nada").

    En los primeros tiempos de "La partida del lunes" (hace cinco años), al amigo Juan, jugando con un tiflin asesino, no se le ocurrió otra cosa al entrar en una sala que declarar ante un combate "me escondo debajo de la mesa". A día de hoy aun se lo recordamos. Porque somos sus compañeros de rol y sus amigos. Y eso es lo que hacemos.

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    1. Jejeje... Menudo tiflin asesino.
      Dile al tal Juan, que a partir de ahora en Alicante también se ríen de él.

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    2. Pero debajo de las mesas es donde más mal se puede hacer. Allí encontré una vez a mi hermano mayor, vaciándome la hucha. Que no se menosprecie el "debajo de una mesa" más de uno ha hecho algo debajo de una mesa... sobre todo en verano estudiando para recuperar un exámen.... bueno aunque no se pueda aplicar al rol, es algo que se hace a escondidas.
      En fin, que es bueno reirse de los amigos de chorradas así y no de cosas serias, porque se lo toman a mal y por alguna estraña razón dejan de ser tus amigos, "¡¡¡jajaja, cuando te caíste a la vía del tren por mirar a la de la minifalda y perdiste la pierna!!!" y me bloqueó hasta en el "wassap".

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