martes, 15 de diciembre de 2015

Traveller: Crónica de una partida que no pudo ser.




Resulta que hace muuuchos años (muchos muchos, pero no tantos), la madre de un amigo tenía un piso vacío el cual había alquilado a una muchacha joven que trabajaba en un local de comida rápida que solíamos frecuentar. Era una chica gordita, muy reservada, y daba el perfil justo de chica que te gusta pero que nunca admitirías ante tus colegas que te gusta, aún a sabiendas de que sabes que a ellos también les gusta y no lo admiten. Calma tensa lo llaman. Pero volvamos a la historia: La chica gordita y reservada vivía en el piso alquilado. Y allí vivió hasta que se marchó y ya nunca jamás volvimos a saber de ella. Pero no pasa nada porque este pseudo-relato no iba sobre ella sino sobre el piso que había quedado vacío.

El piso, como decía, era de la madre de un colega rolero y acababa de quedarse sin inquilina, así que éste logró convencerla (a su madre) para que nos lo dejara mientras encontraba a otra persona que pagara por él. La madre accedió y nosotros nos dirigimos allí, felices de tener un sitio donde jugar sin ser molestados. Y la cosa pintaba bien, pues pensábamos estrenarlo jugando una partida del mítico Traveller (ese por el que ahora piden miles de millones de € por internet), con unas patatuelas y unos refrescos de esos con burbujitas. Pero nada más abrir la puerta, algo nos olió mal; y no hablo en sentido figurado, pues realmente olía muy mal allí dentro. Entramos con cautela y todo parecía en orden: Recibidor, una habitación, cuarto de baño, salón… Pero al abrir la puerta de la cocina descubrimos el origen de tal aroma. Allí dentro no solo había una pila de cacharros sucios que legaba al techo sino que estaba todo lleno de comida en un avanzado estado de putrefacción. Había carne podrida en la encimera, en los armarios, en la nevera… Daba arcadas estar allí, pero todavía daba más asco el pensar que esa chica se dedicaba a la hostelería. Pero lo más horrible de esa cocina estaba todavía por ver, ya que advertimos que en una de las paredes había una especie de nido de moscas verdes tan grande como una pelota de baloncesto. Yo nunca había visto algo así; era una bola negra con destellos verdeazulados que zumbaba y crepitaba ante nuestros ojos. Podríamos jugar al Traveller a pesar del olor, pero la existencia de la bola de moscas era demasiado inquietante para estar como si nada.

Y fue entonces cuando tuvimos una idea de esas que solo se le puede ocurrir a un grupo de adolescentes que solo piensan en tirar dados y comer guarrerías. Se nos ocurrió abrir la ventana de la cocina y espantar a las moscas esperando que salieran ordenadamente a la calle como dóciles ovejitas para perderse y no volver jamás. Pero en seguida descubrimos que no había sido una buena idea. En cuanto perturbamos la paz de la bola de moscas, éstas no parecieron interesadas en salir a la calle y comenzaron a invadir la casa con un frenético zumbar de alas. Cuando quisimos darnos cuenta del error ya era demasiado tarde y nos veíamos sobrepasados por la cantidad de insectos que volaban sobre nuestras cabezas. 
 
Algo parecido a esto era lo que se vivía en ese piso
Tapándome la boca con una mano (por eso del refrán), logré llegar hasta una estantería donde había varias películas en VHS y agarré una para defenderme. Entonces alguien gritó desde el otro extremo del salón: “¡No. Es Johnny Mnemonic! ¡Es un clásicoooo...!” Hasta que su voz fue ahogada por decenas de moscas que lo envolvieron, dejando su esqueleto limpio en cuestión de segundos. Visto lo visto, los supervivientes nos dirigimos a la puerta de entrada donde algunos quemamos nuestras camisetas para espantar a los bichos mientras el que llevaba las llaves abría, y salimos en tropel a la escalera. Mientras cerrábamos con llave pudimos oír los golpes desde la parte de dentro de un compañero rezagado, pero ya era tarde para él…

Han pasado muchos años desde esa fatídica tarde en la que no pudimos jugar al Traveller, pero todavía me acuerdo con cierto horror de lo que allí sucedió. Y reconozco que a veces, cuando voy de visita al pueblo, paso por delante de ese viejo edificio, ahora completamente abandonado, y levanto la vista hasta ese tercer piso donde a veces me parece ver algo negro, enorme y zumbante, observarme con ojos compuestos desde la ventana.
Que sí, que sí. Fijaos bien.

9 comentarios:

  1. Qué asco. ¿Qué debía haber bajo la bola de moscas?

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    1. Creo que habían mas moscas. Era un "pure deep" de esos.

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  2. Sacadito de una partida de Cthulhu mismamente...

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    1. No te creas que no inspiró partidas el incidente. Y hasta una entrada de blog 20 años después.

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  3. Vale... mira que yo soy caótica y mi casa está para quemarla y empezar a edificar desde cero... pero luego leo esto y soy feliz entre las pelusas que sueltan mis gatos :D

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    1. Prefiero mil bolas de moscas que una pelusa de gato. Lo siento. Cosas de alérgicos.

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  4. Cabeza de Plomo y yo hemos intentado jugar al traveller un par de veces, sin éxito. Bueno jugamos pero no empezamos... Puede ser la maldición del traveller.
    Malditas moscas asesinas.

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    1. Seguid intentándolo. Nosotros al final si jugamos la partida, pero en un lugar más tranquilo.

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