martes, 24 de diciembre de 2013

De rol y fiestas



Hace muchos años, mi buen amigo LC me invitó a ir a una celebración popular de su pueblo que consistía en una acampada a pie de un castillo medieval en la que se celebraría una fiesta hasta altas horas de la noche. Éramos jóvenes y entre otras muchas cosas, acabábamos de descubrir las virtudes de los juegos de rol; poder jugar sin cajas, tableros ni más apechusques que un par de dados y un puñado de folios. Fuimos a la fiesta con ilusión y con el manual del Señor de los Anillos Básico debajo del brazo, por si la cosa al final no se animaba demasiado.

Cenamos deprisa para meternos en la tienda (el rol era entonces una afición de la que avergonzarse) y echar algunas partidas antes de que la fiesta comenzara. Creamos un par de personajes y nos alternábamos en la dirección para avanzar lentamente, a través de encuentros breves, en una trama que iba cogiendo consistencia a la vez que la fiesta de fuera iba animándose. Pero ya tendríamos tiempo de fiestas; ahora había un mal terrible que debía ser erradicado de la Tierra Media y sólo nosotros podíamos llevar a cabo tal hazaña.

Las horas pasaban, la música sonaba y los dados de seis caras rodaban sobre la esterilla y allí fuera, posiblemente, había docenas de jovencitas con las hormonas alteradas buscando a alguien que apagara su fuego adolescente mientras nosotros, allí dentro, matábamos orcos y conquistábamos fortalezas oscuras. 

Cuando terminamos nuestra hazaña y nos asomamos al exterior, la fiesta había terminado, pero eso no nos importó; habría muchas fiestas en el futuro, pero no todos los días encontraríamos aventuras como aquellas. Esa noche nos habíamos convertido en héroes, aunque muchos creyeran que sólo éramos maricones.*

*Léase gays

3 comentarios:

  1. Qué gran experiencia... Eso de hacer una fiesta nocturna a la vera de un castillo medieval es simplemente genial. Ese entorno dignifica hasta al calimocho más vil. Eso sí, me temo que si la cosa no fue más o menos organizada (por Ayuntamiento o similares), el estado en el que amanecerían los aledaños del castillo serían penosos (lo que me hace pensar que en la Edad Media también se celebrarían quedadas y fiestas, y entonces seguro que no había campañas de limpieza tras la celebración; lo que pasa es que debía de ser todo más biodegradable).

    Me admira la madurez que se evidencia en la reflexión final. Yo diría que lo normal a edades jóvenes es lo contrario, atormentarse pensando que en la fiesta habría pasado de todo (que se habría ligado, vamos) y que se ha perdido el tiempo jugando.
    Ya me hubiera gustado a mi pasar más de una tarde noche (o madrugada) dándole a los dados en lugar de pajareando por tugurios (aunque claro, a toro pasado todos somos Manolete).

    Una última reflexión: ojalá inventaran una máquina para poder recuperar esas aventuras que fuistéis improvisando esa noche; estoy seguro de que formarían una historia formidable. Aunque si existiera esa máquina, claro, a saber qué usos podrían dársele.

    Un gran saludo!
    Cabeza de Plomo

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    1. A mi se me ocurren muchos usos para esa hipotética máquina, todos guarretes, eso si.
      Gracias por comentar.

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  2. Y posiblemente fuera de la tienda de campaña cientos de orcos intentaron arrasar con el resto de lo fiesteros que se defendieron tirando dados en una mega partida de rol que fue sonada por años y que se avergüenzan de contar a esa pareja gay tan entrañable que aprovecharon el tiempo con sus cositas, mientras el resto jugaban al rol.

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