sábado, 3 de enero de 2015

King of New York: El arte de aplastar edificios.





Llevaba ya meses dándole vueltas al King of Tokyo al igual que un buitre gira sobre un pedazo de carroña que le va a costar 30€ picotearla.  Al final me decidí y corrí a mi tienda habitual a por él, pero al no verlo en su lugar habitual le pregunté al dependiente, el cual tenía el cabello alborotado y la camisa mal abrochada entre la vorágine de compras navideñas y al oír las palabras “King of Tokyo” me miró con los ojos desorbitados y me gritó: “¡Agotado! ¡Está agotadísimo junto con sus expansiones e incluso el King of New Yoooooork!” Esas fueron sus últimas palabras antes de ser engullido por una masa de brazos rematados en manos repletas de billetes y tarjetas de crédito.

Debo decir que era casualidad que yo estuviera allí justo antes de navidad. Quiero decir, que yo no me dejo llevar por el ansia consumista de estas fechas como les pasa a los demás, débiles de espíritu y de corazón. Yo no. Era una simple casualidad.

Total, que me voy a mi segunda tienda habitual y tampoco estaba el juego, pero sí el King of new York, del que quedaban dos copias. Saqué el móvil en busca de información sobre el juego, ya que no quería comprarlo a ciegas, pero el saber que ese juego estaba tan demandado hizo que la paranoia se apoderara de mí y viera a cualquiera que se me acercara, como un comprador potencial que me arrebataría mis últimas esperanzas de tener un juego de monstruos hasta que lo repusieran dentro de por lo menos… ¡Una semana! Así que lo agarré con ambas manos y corrí hacia la caja con el hombro por delante y echando espuma por la boca cual jugador de rugby rabioso. Y vamos, que al final bien.
Al llegar a casa lo abrí y lo probé, y no, no voy a entrar en análisis exhaustivos; eso ya lo hacen otros mejor que yo; pero sí diré que el juego está muy bien; es como el King of Tokyo pero más completo; más mapa, edificios que destruir, el ejército que te ataca si te pones muy destroyer y como no, ostias, rayacos, mutaciones y otras manifestaciones de mala ostia para acabar con tus rivales, hacerte famoso y convertirte en el rey de… Nueva York.

¡Groaaarrr! ¡Grriñieeckkk!
En definitiva: El juego está muy bien. Pueden jugarlo hasta seis jugadores, de casi todas las edades (mi hija de cinco años tiene algunas dificultades pero entiende la mecánica básica del mismo y la de mes y medio es capaz de agitar un dado y lanzarlo en una dirección al azar) y las partidas duran alrededor de veinte minutos, dependiendo del número de jugadores. Lo malo es que jugando solo dos el juego pierde mucho, ya que en vez de una batalla de monstruos  dándose de tortas por controlar Manhattan (el punto clave del tablero) parece un simple “te pego, me pegas, te pego, me pegas” a ver quién aguanta más. Pero no pasa nada, ya que mi mente privilegiada, en apenas cuatro partidas jugadas, ya ha encontrado el modo de suplir esa falta con un par de reglas caseras que, en breve, expondré aquí en este blog para hacer de vuestras vidas algo mejor. Pero ya me lo agradeceréis en su momento.

3 comentarios:

  1. Si tu hija de mes y medio es capaz de agitar un dado y lanzarlo en una dirección al azar ya puedes ir apuntándola a una escuela de superdotados... la mía con esa edad solo era capaz de vez en cuando de dejar de comer y/o dormir para echar un leve vistazo a algo que pasara frente a ella (tamaño Huge, por supuesto) ¿O es que estás cayendo en la exageración infantil que tanto denostabas en el pasado? ;)

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  2. El juego tiene buena pinta y si dices que te convence, es para pensárselo y comprarlo. El tablero me parece un poco pequeño, pero es que sigo acostumbrado a los tableros tipo Risk que ocupan media mesa. O eso, o las figuras son realmente gordas.

    En cualquier caso, veo que la industria sigue sin aprender: el juego continua presentando el mismo defecto repetitivo y que me echa para atrás en esto de comprar juegos: necesita jugadores y según parece, hasta tiempo para jugarse.

    Un saludo

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