El otro
día, ordenando mi cajón de juegos abandonados me topé con una carta suelta de “La
leyenda de los cinco anillos” y al mirarla, por uno de esos procesos mentales
tan propios en mí y tan impropios de personas que se consideran
psicológicamente estables, abrí mi cajón de recuerdos de partidas memorables.
Qué cosas pasan.
Eran
nuestros principios en el rol y ese día
tocaba partida del Dragonlance. Para quien no conozca el famosísimo mundo del famosísimo
Dragones y Mazmorras debo decir que es un lugar lleno de dragones… y lanzas; Lo
que viene a ser un mundo de caballeros, andantes y galopantes, repleto de
bestias mágicas tales como dragones, draconianos, dragones más grandes,
draconianos de otros colores y dragones enormes. La cuestión es que nunca fui
un gran amante de ese mundo, al menos no frente a otros como los Reinos
Olvidados o mi querido Ravenloft. Pero ese día tocaba Dragonlance y tocaba
Dragonlance. No sabemos si ese dia el master tenía pocas ganas de preparar la
partida o sencillamente no tenía ninguna, pero el tío nos metió directamente en
una cueva habitada por un… Sapo-dragón. Si, si, un sapo enorme con rasgos
draconianos tales como escamas, arma de aliento y muy mala leche. Nosotros
éramos unos héroes imberbes de nivel 2 o 3 y al ver a semejante bicharraco (y
después del cachondeo por encontrarnos con semejante esperpento), pensamos que íbamos
a morir. Pero no. Gracias a la habilidad
del master a la hora de calibrar los niveles del grupo y del monstruo, o quizás
por pura suerte (más bien esto segundo), resultó que nuestras fuerzas estaban
equilibradas y allí comenzó una de las batallas más épicas que recuerde. Mi
gnomo ilusionista (si, lo hice, te daban un conjuro extra que no valía para
nada) agotó su reserva mágica en dos asaltos y echó mano de su daga y su
GAC020. El dragón recibía pequeñas heridas de mano del pobre guerrero, que se
llevaba la mayoría de golpes. Los nuestros caían para levantarse de nuevo
gracias a las curaciones de los que quedaban de pié, y el monstruo parecía
tener una resistencia infinita. Recuerdo que alguien me revivió, me levanté y
conseguí atizar al bicho con mi arma para un terrible 1d4 de daño; Recuerdo
tirar los dados de pié ya que la emoción no me permitía sentarme; Y recuerdo
dar saltos de alegría cada vez que alguien conseguía reducir un poco sus puntos
de golpe. Finalmente el sapo murió y pudimos curar nuestras heridas en paz y
disfrutar de un pequeño tesoro que nos supo a gloria. No había más, ni giros
argumentales, ni tramas complejas, ni enigmas indescifrables… Solo un grupo de
héroes batiéndose con un monstruo enorme. Y es que a veces, la fuerza de una
buena partida está en la simpleza de la misma.
Este master seguro que era muy bueno y seguro que dirigia a Dragonlance por eliminación ya que los otros mundos de D&D estaban cogidos por que... desdelugo que dragonlance es elmundo mas pastelero de los que en aquel entonces había.
ResponderEliminarLa DRagonlance nos parecía pastelero porque era demasiado convencional para lo que nos gustaba en esa época. Pero nos lo pasamos muy bien jugando con los "caballeros de somalia", luchando contra grupos indeterminados de draconianos. Además, tuvimos la oportunidad de jugar la campaña de Relatos de la Lanza que, opiniones aparte, es uno de los grandes relatos del Dungeons. Y creo recordar que ese master quiso dar un final apoteósico convirtiendo a nuestros personajes en avatares y luchando contra los mismos dioses, lo cual era una iniciativa arriesgada pero épica donde las haya.
Eliminar¿A quién no le gusta un trozo de pastel de vez en cuando? A mi más de una vez me apetece.
Eliminar¡Di que si!
EliminarPues sí, cuánta razón tenéis...
ResponderEliminarYo siempre digo que, como másters, hay que ponerse en la piel de nuestros jugadores y pensar qué es lo que les puede resultar más divertido. Lo digo, pero casi nunca lo consigo, sobre todo porque no es tan fácil saber qué le apetece a los jugadores (además, lo normal es que como seres humanos y tal no nos apetezca todos los días lo mismo...).
Saludos
PS. A mi me parece que comparado con otros mundos de D&D, Dragonlance es de los que menos sorpresas pueden ofrecer a los jugadores. Mola, sí, está bien, sí... pero... no me termina de convencer (y eso que me leí las 3 primeras novelas de los cuarentamil que fueron sacando).